En el rock de cuño estatal no todo vale. No, no se trata de repetir fórmulas extenuadas y calcar esquemas que antaño funcionaron para llegar a un lugar común. Los riffs entrecortados, voces resquebrajadas y soliloquios plagados de metáforas vitales no convierten a nadie en nuevo adalid del rock patrio. La autenticidad no es una etiqueta manida que pueda impostarse, va mucho más allá. Se trata de crear rock and roll desde el estómago, capaz de zarandear el mundo interior de quien lo escucha. Y Ekko es una banda auténtica. Auténtica porque lejos de conformarse han logrado erigir un sonido propio cimentado en las bases del rock and roll melódico, pero dotándolo de una personalidad inalienable, que en éste Desbocados, tercer álbum de estudio de la banda, se consolida creando paisajes sonoros ricos en matices y degradados. En Desbocados hay escarceos con rock duro de la costa oeste, hay buenos estribillos y armonías afinadas, hay poesía mezclada con bilis cazallera, pero sobe todo hay buen gusto y criterio a la hora de amalgamar todos esos elementos en un conjunto que lejos de la grandilocuencia resultan como pequeños gritos viscerales, puros y diáfanos de conciencia. Uno de esos discos con luz, fáciles de disfrutar desde un inicio pero que van ganando entidad escucha tras escucha. Y de kilómetro cero. Ustedes deciden.
Texto: David Lage
