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¡Malditos seáis! Ian Rilen

El turno es para Ian Rilen. Músicos malditos. Músicos de culto. Músicos a los que sólo conocen cuatro gatos. La atracción por esos artistas cuyos innegables méritos artísticos no reciben la merecida respuesta del público siempre ha estado ahí. El gusto por escarbar en discografías subterráneas y descubrir pequeños tesoros semienterrados es inherente al aficionado al rock menos acomodado.

 

Ian Rilen - Love Is Murder (2001, CD) | DiscogsIan Rilen. La música, como la vida, siempre a bocados

 

Hará unos diez años, una de las tiendas de discos de la calle Tallers, en Barcelona, echó el cierre. Siempre una mala noticia, los carroñeros de turno nos consolamos -práctica habitual en tales casos – devorando los restos de la carcasa abandonada al sol de la sabana. Olisqueando los restos de stock a un euro, entre reguetones, megamixes y cupletistas de regional preferente, conseguí llevarme a casa casi una decena de pequeñas joyitas: Al DeLoner, Bocephus King, Rex Hobart, Michael Bruce, Alan Tyler & The Lost Sons Of Littlefield, así de memoria. Y también uno de Ian Rilen. Me sonaba el nombre en referencia a X, los punks australianos, y a Rose Tattoo, pero ni idea de que tenía material en solitario. Pero esos antecedentes, sumados a la portada y el título –Passion Boots & Bruises– fueron acicate suficiente para decidir desprenderme de otra moneda de euro.

Llegar a casa, poner el disco y saber que había triunfado, fue todo uno. Pero antes de llegar a este álbum, ya volveremos a él, deberíamos irnos unas cuántas décadas atrás y empezar el capítulo por donde toca. Para conocer un poco los inicios y la figura de Ian William Rilen, nacido en 1947 en Bendigo, un importante enclave a unos 150 kilómetros de Melbourne, nos iremos a los textos de Clinton Walker. Escritor, periodista y productor, Walker lleva desde finales de los setenta documentando la música local y la cultura popular del país de los canguros, amén de haber conocido y tratado a Ian. Así pues, recuperemos uno de sus artículos e iniciemos nuestra historia en el año 1970, en un correccional. El de Long Bay, concretamente. Allí, tras una adolescencia de surfer y algunas fechorías menores, cumplía arresto nuestro hombre; con muchas horas para pensar, la fascinación que había sentido tiempo atrás viendo en directo a Yuk Harrison, de Max Merritt and The Meteors, volvió de algún modo a su cabeza. Y tomó la decisión que marcaría su vida: él también iba a convertirse en bajista. Según contaba el propio Rilen, había trabado amistad con otro recluso que aspiraba a batería, y ambos solían aprovechar los ejercicios en el patio de la prisión para transmutarse en una sección rítmica, usando los pies y sus voces para esas improvisadas jams.

 

Una vez en la calle, con su pinta de chico malo y estrella en ciernes, consigue el instrumento y se lanza a la aventura. Se enrola brevemente en Lotus, combo progresivo de efímero recorrido, y en otra banda llamada Space antes de entrar a formar parte de su primer proyecto serio, Band of Light, en 1972. Fuertemente anclados en un sonido heavy blues clásico, consiguen un contrato con WEA y publican los elepés Total Union (1973) y The Archer (1974), más que notables ambos, amén de patearse la mayoría de clubs entre Sydney y Melbourne hasta que cada uno tira por su lado. Ian ideando los Blue Aliens junto a su ex compañero en Band of Light, el guitarrista Norman Roue y poco después alistándose en las filas de Blackfeather, formando parte durante unos instantes de la enésima formación de la banda de Neale Johns.

Pero el marasmo prog-psych-blues en el que se había involucrado hasta entonces estaba presto a terminar. Y lo hizo en 1976 como miembro fundador de una de las mejores bandas que ha dado el rock australiano desde sus inicios: Rose Tattoo. De la mano del ex manager de Band of Light, Sebastian Chase (figura de referencia en la industria musical aussie desde los setenta), Ian firmaría «Bad Boy for Love», el primer y seminal single de la banda, aportaría su dosis de crudeza canalla y callejera al sonido global y se daría el piro en menos que canta un gallo.

En 1977, justo cuando su canción empezaba a escalar las listas, él ya estaba ensayando con un par de colegas bajo el nombre de Evil Rumours, cambiado a X al cabo de poco. Acompañado por Steve Lucas a la guitarra y voz, Ian Krahe (quien solía terminar los bolos con las manos manchadas de sangre por tocar a lo bestia y sin púa, o eso dice la leyenda al menos) y Steve Cafiero a los tambores, el nuevo proyecto de Rilen pasaría a la historia -con el tiempo- como uno de los nombres imprescindibles del punk de las Antípodas. X-Aspirations - WikipediaTras la temprana muerte por sobredosis de Krahe, convertidos en terceto, la banda se encerraría una tarde de 1979 en los Trafalgar Studios de Sydney para parir el antológico X-Aspirations, editado al año siguiente. Tampoco esta vez iría la historia mucho más allá, aunque con Lucas quedaría una relación -personal y profesional- que se extendería a lo largo de más de dos décadas. De hecho Ian, con más de treinta tacos, había sido una especie de padre para los otros tres, unos críos todavía en aquellos años.

El siguiente movimiento, casi de inmediato, fue vender su Chevrolet del 56 para comprarle un órgano Farfisa a su por entonces mujer, Stephanie. Y montar con ella una nueva banda, a ver si no para qué. Sardine v se adentraba en las procelosas aguas del post-punk, surcadas en ese inicio de década por más de un gran nombre en ciernes. Un sencillo en 1982 y un EP de doce pulgadas (I Hate You) un año más tarde sería todo el material que dejarían editado.

 

El resto de la década y primeros noventa lo ve de nuevo al frente de unos remozados X, de nuevo con Lucas pero con Cathy Green sustituyendo a Cafiero. De esta formación saldrán dos nuevos elepés: el más que correcto At Home With You (1985) y el bastante olvidable And More (1989) así como una intermitente actividad en directo. Intermitente en cuanto Rilen compaginó la misma con otros quehaceres. El primero en 1984, junto a viejos compinches de Rose Tattoo, fueron los Illustrated Man (ojo porque existe un grupo new wave coetáneo, aunque británico) de quienes que no he encontrado ni rastro en cuanto a grabaciones. El segundo, un divertimento junto a Mick Holmes que bajo el título de Songs of Xile derivó en uno de esos estrambóticos fetiches por los que los frikis de turno acostumbramos a pirrarnos: un casete single con dos temas -«Bad For Good» y «80 M.P.H. Blues»- repetidos en ambas caras. Y el tercero, The Big Rider junto a Cathy Green. Todos ellos, eso sí, pasatiempos menores al margen de X hasta lo que fue su último trabajo remarcable antes de sus discos en solitario: Hell to Pay. Esto es, él mismo junto a Tony Biggs, Jon Schofield y Spencer P. Jones. Selección de lujo, activa del 91 al 93, de la que surgió (aparte de un par de eps) un álbum absolutamente imprescindible para el adicto al malditismo. Amazon.com: Family from Cuba: MusicSteal It (1992) es un disco de rock gloriosamente imperfecto, repleto de ritmos primitivos y guitarras que rascan. La clase de rareza que da sentido a nuestra particular obsesión por escarbar allí donde ya casi nadie busca. Para los estudiosos de la saga Bad Seeds, además, una rápida ojeada a los créditos desvela a un tal Conway Savage encargándose del piano.

En los años siguientes, aparte de -obviamente- sobre los escenarios lo encontramos colaborando aquí y allá, en ocasiones dejando registro, en otras ni eso. Sabemos que a mediados de década formó parte de algo llamado Skindiver en comandita con Bones Martin, y en 1996 aparece acreditado como bajista en Petrolhead, el tercer disco en solitario de Ian Moss, líder de los nunca suficientemente reivindicados Cold Chisel. Al álbum aportaría también un tema propio, el recurrente «80 M.P.H. Blues». Asimismo, se reuniría brevemente con sus antiguos compinches de Rose Tattoo en 1998, con ocasión de la gira All Hell Breaks Loose. Ocasión puntual sin intención de continuidad, tras la cual Ian se desmarcaría con su primer disco en solitario.

La génesis de Love is Murder (2001) parece provenir de James Cruickshank, teclista de The Cruel Sea, la banda -originalmente instrumental- que acabó liderando Tex Perkins cuando no andaba de parranda con las bestias del bourbon. La idea de tener a dos piezas como ellos perpetrando vete a saber qué en el estudio puso un tanto nerviosa a la gente de su entorno, pero el material resultante se probó magnífico. Prácticamente lo mejor que había granado Ian hasta entonces. Un disco a corazón abierto, sincero hasta el tuétano, por parte de un músico que siempre, en cada uno de sus pasos, mostró lo visceral como parte básica e indisoluble de su personalidad. Doce canciones -algunas nuevas, otras ya conocidas- en los que la voz quebrada de Ian planea sobre una base instrumental elegantemente selvática, cortesía de una pléyade de amiguetes a cual más sospechoso. La clase de disco que debería sonar en una timba de póquer en la trastienda de un club de striptease. Las confesiones de un crooner tatuado, de vuelta de casi todo, sin trampa ni cartón. Entonces, ¿quién iba a atreverse a editar algo así, si no Sebastian Chase? En efecto, el viejo brujo consiguió que el álbum saliera a través de Phantom Records, como parte de un contrato de tres discos. El cd incluía las doce canciones citadas más un bonus cd con cuatro temas más, entre ellos «Bad Boy For Love» y una versión de «The Worst» de Keith Richards.

X - Evil Rumours Live At The Basement 9 December 2002 (2003, CD) | DiscogsEn 2002 y para conmemorar el vigesimoquinto aniversario de X se reuniría con Cathy y Steve para un show en Sydney. Concierto grabado y editado al año siguiente como Evil Rumours: Live At The Basement 9 December 2002, en lo que parecía ser un punto y final para la mítica banda. Pero ya por entonces Ian rumiaba darle continuidad a Love is Murder, reclutando nueva formación bajo el nombre de The Love Addicts, a saber: Kim Volkman, Tony Biggs y Sean Docherty. Añadiendo nuevas dosis de vapores pantanosos y grasa de pollo, Passion Boots & Bruises (2004) es un paso adelante coherente, en cierta forma continuista y al mismo tiempo desligado de su predecesor, no tanto por sonido como por concepto. Editado por Bang! Records, continúa en su catálogo casi al mismo precio por el que lo pillé yo en aquella liquidación. Así que excusas, ni una. Un EP de cuatro temas titulado Booze To Blame, material ya previamente editado, debía entretener la espera hasta el tercer trabajo de los adictos al amor.

Pero esta nueva etapa en la vida de Ian no tendría, lamentablemente, continuidad. Alguien como él, que exudaba rock’n’roll las veinticuatro horas, cuya autenticidad, excesos y exuberancia emocional pasmaron siempre a quienquiera que lo conocía por primera vez, se despidió de este mundo a causa de algo tan prosaico como un cáncer de vejiga. En 2006, con tan solo cincuenta y nueve años, Ian Rilen dejaba huérfana buena parte del rock australiano no sin antes dejar prácticamente terminado ese tercer disco en el que estuvo trabajando en sus últimos tiempos, de nuevo junto a Green y Volkman entre otros. Ian RilenFamily From Cuba (2012) fue como un regalo inesperado para sus incondicionales. De nuevo relectura de temas viejos y material nuevo, el álbum póstumo de Ian Rilen & The Love Addicts -en una cuidadísima, preciosa edición- vino a ser como esa carta perdida durante años, que finalmente recibes un día cualquiera habiéndote olvidado de ella. Una carta con buenas noticias, obviamente. Que te recuerdan lo grande que fue Rilen, y todo lo bueno -electricidad, actitud, hedonismo, franqueza- que ofreció a través de su música.

Existe una anécdota -¿leyenda urbana?- que ilustra ese espíritu hambriento, siempre inquieto y apasionado, que fue su marca de fábrica. Durante su funeral en un auditorio repleto, Kim Volkman tocó un solo en tributo a su colega, y al terminar salió del escenario dejando la guitarra sobre un soporte, en medio del escenario, bajo los focos. Y cuentan que entonces, al cabo de unos segundos y para pasmo de toda la audiencia la guitarra “tocó” un último acorde ella sola, tal cual las cuerdas hubieran sido pulsadas por una púa invisible.

En fin, no sé ustedes, pero yo me lo creo.

Y evidentemente, fue él.

 

Eloy Pérez

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