Artículos, Rutas Inéditas

Sol y Sombra (biografía) – Un nombre raro, «Los Rodríguez»

Ariel, Guille y Julián en Tablada (cortesía de Ariel Rot)

Sol y sombra es el título de la biografía oral de Los Rodríguez que saldrá a la venta on line el 28 de septiembre (30º aniversario de la llegada de Andrés) y a la venta en tiendas el 6 de diciembre (30º aniversario de la primera vez que tocaron oficialmente en público, con Guille, en el Siroco). Reproducimos un extracto del capítulo 2 (Un nombre raro, Los Rodríguez) de este apasionante viaje por la historia de la banda en palabras de sus amigos, colaboradores y personajes varios que los Kikes (Kike Babas y Kike turrón) han compilado con pasión y esfuerzo a partes iguales.

El libro se podrá adquirir a partir del 28 de septiembre, de momento solo online en:

BAO BILBAO EDICIONES –  https://editorial.baobilbao.com/

 

PRIMEROS ENSAYOS EN LA NAVE

Michel Estafas (entonces guitarrista en Johnny Juerga y Los que remontan el Pisuerga): Mi relación con Los Rodríguez fue solo con Julián Infante. Le conocía de mil noches en el Agapo. Aquel era un punto de encuentro a finales de los ochenta. Mi contacto con Julián siempre estuvo relacionado o en paralelo a las drogas. En aquella época nos unía bastante esa química, de modo que parábamos en sitios similares y frecuentábamos compañías parecidas por la droga. Una noche de esas de copas me encontré allí con Julián, que no paraba de dar vueltas. Se me acerca y me dice: “tengo un problema muy serio…”. Ya pensé que me iba a pedir pasta, pero no, me dijo: “tengo un problema. Resulta que Ariel y Andrés están ahora mismo viajando desde Buenos Aires. Vienen de camino a Madrid y les he dicho que tengo compañía discográfica, que tengo local, que tengo mánager y todo preparado para arrancar con una nueva banda. Están viniendo y, en realidad, no tengo nada de eso. Por no tener ¡no tengo ni local de ensayo!”. Julián les había engañado miserablemente. No tenía nada. Pero yo, la verdad, a Julián le tenía mucha ley y le dije que tenía mi local, en La Nave, con los Johnny Juerga y Los que remontan el Pisuerga, pero que era compartido con La Frontera.

Cuando escuchó ese nombre Julián me dijo: “¡Hostia, La Frontera!”. Le pregunté si había algún problema y resulta que se llevaba a matar con Toti, que por entonces era el batería de La Frontera. Le dije que no se preocupase, que le dejaba el local por las mañanas, en el horario de los Johnny Juerga, porque a esa hora no estaban La Frontera y que podía tirar con mi backline en esas horas de local mientras encontraba algo mejor. Le salvé un poco el culo de este modo. A los cuatro días estaba yo ensayando con Johnny Juerga cuando entra Toti al local de ensayo sin decir nada, le agarra del cuello al batería de los Juerga y le dice: “¡Me cago en tu puta madre, como vuelvas a tocarme algo te mato!”. Todos callados. No dije ni mu, pero era evidente que el batería que llevaba Julián había estado tocando con la batería equivocada. En ese local de ensayo es donde arrancaron. Siguieron ensayando esas mañanas durante al menos un par de meses. Luego, la cosa se suavizó y ya se fueron a su local. Fui perdiendo el contacto a medida que la banda fue creciendo, saliéndose un poco de la órbita del underground. A Julián le seguí viendo hasta casi el final de sus días.

Ariel Rot: Los primeros ensayos fueron en un local muy pequeño, en La Nave, pero luego conseguimos levantar el estatus porque estaban los Lions in Love, con Pito por detrás y una gran producción. Estaban ensayando en el local top de La Nave, que era una buhardilla espectacular de madera, maravillosa. Nos dejaban ensayar ahí, nos íbamos moviendo, y terminamos por aterrizar definitivamente en el local de Álex, el de Álex y Christina, que se habían separado. Álex iba poco por el local y lo compartíamos con él, pero ya pagando y no de invitados.

Daniel Melingo (productor, compositor y músico entonces en Lions In Love): A Andrés ya lo conocía del año 1981 cuando formamos parte de la “estrella de seis puntas”, como gustaba decirle Miguel Abuelo a Los Abuelos de la Nada. Yo estaba instalado desde el 87-88 en el barrio de Malasaña, cuando en el año 90 me entero de que arribó Andrés a Madrid. Yo era el productor y compositor de Lions in Love (también guitarrista y cantante del grupo N de A) junto a Stefanie Ringes y Pablo Guadalupe. Los Lions y su sonido tan renovador para la época eran muy bien vistos por mis colegas del ambiente de la música, lo que me permitía mostrar el aval suficiente para trabajar como productor en estudio, no solo en Madrid en compañía de productores ingleses como Robert Gordon (Talkin’ Loud o Acid Jazz), sino también en Londres con Phil Manzanera en Round House. Lions in Love teníamos una sala de ensayo, la cual compartimos en esa época con Los Rodríguez. Ahí conocí al resto de integrantes de la banda.

Álex de la Nuez (entonces guitarrista y compositor en Álex y Christina): Yo había tocado en Tequila, de modo que ya había estado de gira con Ariel y con Julián. Al separarnos Tequila, perdí todo contacto con ellos. Pero cuando estaba de gira con Álex y Christina, el batería que tocaba conmigo era Germán Vilella. Entablé una amistad muy entrañable con Germán, mucho más allá de lo profesional y cuando él se embarca en la aventura de Los Rodríguez, esto hace un poco de comodín para retomar mi relación con Ariel y con Julián. En el 83 termina Tequila y en el 89 Germán entra de batería de Álex y Christina, y se convirtió en mi hermano. Los Rodríguez empezaban con las dificultades que eso conlleva, y yo tenía el local de Álex y Christina que, momentáneamente, estábamos en stand by. Les ofrecí el lugar. Allí tenía guitarras y material que puse a su disposición, de modo que viví muy de cerca la grabación del primer disco. Les presté todo lo que hacía falta, me convertí en un inseparable y mucho era por el tema de mi amistad con Germán. Les dejé el local y luego no hubo forma de echarles. Finalmente, se quedaron con el local. Christina había hecho una separación unilateral del proyecto Álex y Christina, así que lo mío no tenía sentido. Y se quedaron ahí. Iba a verlos a muchos ensayos, mantenía mi relación cercana con Germán.

1991, Ariel y Andrés en Tablada (cortesía de Ariel Rot)

Germán Vilella: Andrés llegaba a eso, a trabajar, así que nos metimos en el local. De entrada, tocamos “Princesa”, alguna canción de Tequila, algo de los Stones o Charly García, y creo que alguna de Andrés tipo “Mil horas”. En realidad, salían estas canciones porque eran las que nos sabíamos todos ya que, la verdad, era la tendencia de esta época. A los pocos minutos de tocar con Andrés me di cuenta del talento que tenía, son cosas que se notan en apenas tres compases. Creo que eso lo notamos los músicos a partir de alcanzar un cierto nivel. De hecho, no nos juntamos a tocar en un local de ensayo hasta la llegada de Andrés a Madrid. Yo mantenía mi local, hasta en las épocas más descontroladas mantenía mi disciplina de ir a tocar solo y practicar. Eso siempre, tocar muchísimo. Sabía que Andrés llegaba a Madrid. También tenía un teclado Emulator en el local. El que Andrés traía era muy limitado y los primeros ensayos fueron con mi teclado.

Andrés Calamaro: Al principio tuvimos que ponernos de acuerdo con asuntos de ‘liturgia’ musical, la importancia de los Rolling Stones, lo que estaba tocando Steve Jordan… pero personalmente éramos camaradas, existíamos para ser un grupo de rock, si no, hubiéramos pensado en otra cosa para cada uno. Éramos compañeros y camaradas, y trasladábamos eso a la vida y a la música, claro está.

Germán Vilella: Todo se hace con un propósito. En nuestro caso era llegar a algún lado con esas canciones que iban saliendo, pero no había nada a la vista, no había ni esperanza ni convicción de que algo pudiese salir, que alguna compañía se interesase. Así que sencillamente para nosotros era lo único que teníamos que hacer, nuestra obligación. Comenzamos este proyecto como se iniciaban otro montón de proyectos. En Los Rodríguez íbamos dando forma a un sonido y ahí íbamos viendo las posibilidades, pero eso no significa que alguien más, fuera del grupo, viera esas posibilidades. De hecho, la mayoría de la gente que nos veía nos decía que “muy bonito” pero que no nos íbamos a comer nada. En general, esa era la opinión y nos lo decía gente cercana, colegas que te hablaban desde la sinceridad y que te soltaban: “no te ilusiones que luego será más grande la hostia de la decepción”.

Lichis (entonces bajista en Montana): Ensayaba en La Nave con el grupo Montana y otros grupos más de disipada existencia. Su local estaba delante del mío. Mi profesor de bajo era Dani Zamora, que estaba con Patricia Kraus pero ya a punto de meterse en Los Rodríguez. Era muy jovencito, los observaba entrar y los veía como señores. No creo que ellos tuviesen ni 30 años. Las caras que tenían eran un mapa de carreteras, parecían una versión prematura de Keith Richards e iban con chicas jóvenes y espectaculares. No tuve trato personal con ellos.

TABLADA 25: LOS RODRÍGUEZ ENCUENTRAN SU LOCAL DE ENSAYO

Fernando Martín (entonces vocalista de Desperados y hermano de Guille): Hacia 1990 tuvimos noticias de que Julián y Germán, al que yo no conocía, tenían un nuevo proyecto con Ariel, que acababa de llegar de Argentina trayéndose consigo a un cantante más o menos famoso allí: Andrés. Andrés y Ariel venían huyendo de la crisis del austral, moneda argentina que sustituyó al peso durante un tiempo y que al cambio debía ser 0’0005 pesetas de la época. Andrés contaba que en aquel entonces en Baires se iba la luz en medio de una grabación y se perdía todo el trabajo. Desperados ensayábamos en otro pasillo, pero todos en Tablada 25. Desde el primer momento me molaron todo, aunque les identificaba como “Tequila con otro cantante”.

Sus temas “Canal 69” y “Engánchate conmigo” fueron los que primero descubrí. Me fascinaba el modo de tocar de Ariel -igual que me fascina ahora-, la vitalidad y la actitud de Julián, el toque de Germán -batería con gran personalidad que domina como nadie los medios tiempos- y me sorprendía Andrés, que tenía enorme talento y parecía un chico tímido y con ganas de congraciarse con todos aquellos que iba conociendo. Nos pasábamos el tiempo tomando cervezas, fumando canutos, riéndonos, unos en los locales de los otros -más nosotros en su local que ellos en el nuestro-, y desparramando por las noches.

Andrés Calamaro: En Tablada estaban Los Ronaldos, Gabinete Caligari, que para mí eran mis héroes. Recuerdo aquellas primeras conversaciones con Jaime. También los chicos de La Frontera, que fueron muy amables conmigo y nos hicimos buenos amigos. Y todos los que eran amigos de Julito, como Manolo UVI… Más cosas aprendí, también fuera del rock: de toros y de flamenco.

Toni Marmota (bajista de La Frontera): Nosotros ensayábamos en Tablada y, cuando ya no existía Tequila, Julián tuvo un grupo, Academia Parabüten, con Javier Benavente y con Toti, que en aquel momento no estaba en La Frontera. Nos veíamos mucho en Tablada. A Julián le gustaba mucho La Frontera y venía a vernos. Y con Ariel también había muy buena relación. Cuando llegó Andrés, estábamos en el bar de Tablada Javier y yo, y les invitamos a un cubata a él y a Ariel. Andrés siempre le decía a Javier: “la primera persona que me invitó a un cubata nada más llegar fuiste tú”. Creo incluso que llegamos a compartir local de ensayo. Nosotros, de aquella, estábamos arriba. Habíamos empezado en el 84 pero nuestro boom fue en el 89, justo cuando estos empezaban, pero es que pegaron ya un boom importante con el primer disco, que era una puta bomba. Fuimos muy afines, a ellos les encantaba La Frontera y a nosotros nos encantaban Los Rodríguez. Ir a verlos y ellos venir a vernos ocurrió muchas veces. Eran del barrio y molaban mucho. Fueron el mejor grupo de los noventa en España.

Javier Andreu (cantante y guitarrista de La Frontera): Ensayaba en Tablada con La Frontera, éramos amigos de Ariel y de Julito. Y de pronto apareció un personaje en la barra del bar y se presentó como Calamaro. A mí me pareció un nombre muy raro. Era un completo desconocido y nos hicimos amigos. Salíamos por la noche. No sabía que ese tipo iba a ser el rey del rock, porque para mí es la hostia. Vi toda la evolución de sus discos, nos veíamos siempre en el local de ensayo. De repente, me di cuenta de que era una bestia, un gran compositor y un músico excelente. Llegó como una persona extraña y muy graciosa, pero nunca hubiera sospechado que llegaría a tanto. Fue como conocer a Bob Dylan, conocer a alguien que te encanta, con esas letras que hace que son magníficas. Me encantaba a mi igual que le encantaba a Coque de Los Ronaldos, por ejemplo. Lo que le pasó a Bob Dylan con The Rolling Stones y The Beatles, le pasó a Calamaro con los músicos de este país. Se acopló bien a lo que era España. Obviamente. La suya era una competencia desleal, porque yo también hacía discos. Pero me gustaban más los suyos. Yo estoy enamorado de él. Hemos estado muchas veces juntos, le he visto en su casa. Es un genio. Siempre dice: “Javi, tú fuiste mi primer amigo en España”. Lo que no tengo es recuerdos de haberles visto un concierto entero, quizás porque estaba en el camerino.

Fernando Martín: Como Guille pinchaba en bares y nos pasábamos la vida en Tablada 25, él los conoció antes que yo. La primera vez que vi a Andrés creo que fue en el bar de Tablada, o tal vez fuera en la calle. Tengo la imagen de él ante la puerta metálica de Tablada. Me llamó mucho más la atención Ariel, al que admiraba de los tiempos de Tequila y al que no conocía. Andrés se hizo enseguida con el ambiente. Venía muy receptivo y dispuesto a vivir intensamente el Madrid divertido de principios de los 90. En poco tiempo le conocía todo el mundo y embelesaba a todos con su humor. Y fumaba tantos porros como nosotros, es decir, muchos. Pero muchos, muchos. Andrés venía de Argentina creyendo que era Tom Waits y aquí mutó en Keith Richards en un corto espacio de tiempo. De hecho, la primera noción que tengo de ellos como grupo -yendo juntos y tal- es en el Tornasol, un garito en Cardenal Cisneros en el que Guille pinchaba y sus allegados bebíamos gratis. Pinchaba rock ‘n’ roll de los 60, 70 y 80. Los discos, en aquella época, los compraban los dueños de los bares, gente con criterio musical y amantes del rock. Tú podías sugerir y tal, pero la pasta se la dejaban ellos.

Texto: Kike Babas y Kike Turrón

 

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