Encuentros

Loquillo, en su propia medida desmesurada

El próximo domingo 9 Loquillo prosigue en el ciclo «Noches del Mediterráneo» en Alicante su gira en formato pequeño junto a Gabriel Sopeña donde da rienda suelta a su vena más poética. Un espectáculo íntimo cargado de matices y que muestra una imagen distinta del rockero nacional por excelencia. Aprovechamos para publicar la versión completa de la entrevista que publicamos en papel a la salida de su último disco, «El último clásico». Fechas y detalles del concierto en Noches Mediterráneas (Alicante) al final de la entrevista. Hace tiempo que José María Sanz Beltrán cedió todos sus derechos a ese mito llamado Loquillo, ese intérprete que se presenta en su nuevo disco como El Último Clásico (Warner Music, 2019), formado por diez cortes en el que han participado los más aventajados alumnos del catalán. Un álbum y unos colaboradores que, sabedores de su rol, giran en torno a ese magnético y singular eje que conforma a un personaje ajeno a todo cambio de paradigma musical. El Loco no va a contracorriente porque él siempre es la corriente. Y si no lo es, hace que todo el mundo así lo crea. Antes de comenzar la entrevista y frente su mastodóntica presencia, le pregunto cómo prefiere que le llame: Loco, Loquillo, José María, Chema, Señor Sanz… “Señor Sanz me gusta. A partir de ahora quiero que me llamen así. Me han llamado de todo, pero nunca por mi apellido”. Dicho y hecho.

Señor Sanz ¿cuándo un clásico se convierte en clásico?

Cuando la cultura popular así lo decide.

¿Y eso es bueno o malo?

En mi caso concreto es algo bueno, porque no hay nada mejor que darte cuenta de que tu trabajo ha sido reconocido y de que has marcado una tendencia y una forma de hacer las cosas. Si en algo se caracteriza el proyecto de Loquillo no es solamente por lo que representa el personaje, sino por todo lo que conlleva y toda la gente que hay detrás de él. Loquillo solo es la persona que gestiona todo eso. Nunca he sido un artista que cierra fronteras, con un ego exacerbado. Tengo el ego que tengo que tener porque más ego que yo no puede tener nadie, pero ese ego lo gestiono yo porque favorece al trabajo conjunto y al proyecto. Esto es como el baloncesto, un deporte individual que se juega en equipo en el que yo ocupo el puesto de entrenador.

Si uno lee el título antes de escuchar el disco, puede pensar que pretende mostrarse como un superviviente, como el eslabón perdido de una generación de músicos que hizo historia. Sin embargo, tras su escucha, ese “último clásico” parece más una declaración de intenciones en la que usted se aleja de la música actual, donde en una etapa de cambios constantes, en lugar de adaptarse a dichos cambios se aferra al eje sobre el que se mueven.

Está bien visto. Soy muy consciente de lo que represento. No soy como esos artistas que están peleados con el mundo. No pretendo cambiar el mundo, solo pretendo cambiar el mío, que ya es bastante. Quería hacer un disco que reivindicase el rock español en toda su amplitud, teniendo en cuenta unos parámetros en los que predominaba la música con la que crecí. Desde el sonido jersey al glam rock, del punkabilly a la new wave. Todos los géneros que escuché desde los 12 años hasta los 19, que me fui a hacer la mili, y siempre con el rock español como baremo. Hay muchas referencias que para nada pretendo disimular y todos ellos tenían que ir acoplados a unos textos y, de alguna manera, a personajes que fueran atemporales. Compositores que van desde Gabriel Sopeña, que lleva conmigo desde que el mundo es mundo, hasta Marc Ros o Leiva, que son de una nueva generación. Todo ese cóctel hay que montarlo, gestionarlo y darle forma, y ese ha sido mi trabajo.

En este álbum aparecen letras de artistas que no solo son figuras actuales de la música española, sino que siempre han mostrado gran admiración por usted. ¿Cómo ha sido el proceso de pasar de referente a admirador?

Sencillo. Yo he aprendido de los mejores artistas de la música contemporánea y me encanta poder trabajar con los mejores. Cuando uno ya tiene el nombre y el legado puede permitirse el lujo de trabajar con quien quiera. Bowie hacía los discos que le daba la gana y como le daba la gana. Neil Young lo mismo. Quizá el problema sea que en España esta corriente no ha ocurrido. He hecho discos de poesía contemporánea, de rockabilly, de swing, etc. No me gusta cortarme un pelo en nada porque todo ello forma parte del personaje que soy, de ese Frankestein que está formado por muchas piezas de otros cuerpos, y por otro lado porque me gusta tener la capacidad de sorprenderme a mí mismo y de experimentar. Nunca me ha gustado tratar al rock como concepto monolítico. Creo en el artista total, quizá porque siempre he sido un enamorado de los One Man Show. Me gusta esa manera de entender la música y de poder llevarla a la cultura popular, porque no podemos hacer que el rock sea algo elitista, solo para listos. Creo que hay que hacer las cosas con responsabilidad, dándole los matices necesarios, pero… ¡no ser un chapas, tío!

¿Ve diferencias en la forma en la que trabaja con gente que le admira a usted y la forma en la que usted trabajó con gente que admiraba?

Sí. Yo vengo de un momento en que el rock significaba cultura, y era una especie de balcón donde se mostraba todo. A mí siempre me ha gustado el rock que te llevaba a otra parte, que te llevaba a otras referencias. Ese en el que, si oías en una canción el nombre de un escritor, te comprabas libros de ese escritor y viajabas a otro lado. A mí siempre me ha gustado ese proceso y de ahí viene el nombre del primer tema del disco, “Los Buscadores”, que hace referencia a todo esto. Es algo que también intento a través de mis canciones, que la gente capte nuevas referencias. Igor Paskual dice siempre que “uno adivina la edad de otra persona cuando le dice en qué momento descubrió a Loquillo”, y eso es algo que me satisface, que tenga música para todos los gustos y edades.

Aunque es una obviedad que el personaje de Loquillo se caracteriza por su arrogancia, hechos como el de saber captar el talento en las nuevas generaciones o la forma de admirar de la que hablábamos contienen una gran dosis de humildad. ¿Es Loquillo un personaje humilde que necesita y/o adora ser arrogante o un personaje arrogante que ha aprendido a ser humilde?

A ver, yo soy un tipo en general muy serio y además soy miope y astigmático. Mucha gente me ve por la calle y me dice “no me has saludado”, y es porque no la he visto. Por otro lado, soy alto y he sido alto desde que empecé en esto, y esta presencia ya de entrada resulta imponente y ayuda a vender al personaje. Pero soy arrogante cuando tengo que serlo frente al público y soy humilde a la hora de querer siempre trabajar con gente mejor que yo. Es curioso porque yo soy yo cuando estoy encima del escenario. Es cuando bajo del escenario cuando me convierto en un actor, es decir, es al revés de lo que piensa la mayoría. Es así porque este personaje conforma mi coraza, mi forma de defenderme ante los elementos.

¿Es duro tener que interpretar siempre a Loquillo en público? Ser el centro de atención, el más elegante, ingenioso…

Jaja, ingenioso soy poco. A mí no me verás en El Hormiguero ni con Broncano ni en programas de ese perfil. Bueno, tengo un magnetismo del que soy consciente. Vengo de la vieja escuela y a mí me gustaban los actores que, nada más verlos, sabías que eran actores. Del mismo modo me sucedía con los músicos. Ahora vivimos en un momento en el que todo el mundo quiere disimular lo que es. Yo no disimulo una mierda lo que soy. Hay veces que tengo discusiones con actores y les digo “tío, eres un actor de la hostia, pero, ¿por qué vas vestido como si fueras un tipo normal?”.

¿Y a qué se debe que ahora suceda esto?

Porque vivimos en zonas de confort, y, afortunadamente, el mundo es bastante mejor de lo que era hace cincuenta o sesenta años, aunque haya gente que diga lo contrario. Sin embargo, antes los músicos, actores y demás artistas se abrían paso viniendo desde abajo y eso creaba una cultura, una jerarquía. Ahora cualquiera puede hacer una película con un móvil o grabar un disco con un ordenador. No se da importancia a lo que se tiene y no se da importancia a que esto es un oficio. Tengo verdaderas trifulcas con gente que piensa que el rock tiene que hacerse en locales que parecen un basurero municipal. ¿Los que suben al escenario no merecen un respeto como trabajadores? Más de una vez he ido al dueño de un garito a decirle cuatro cosas porque tenía a una banda en el escenario con la que no había tenido un puto detalle…

Y ahí tienes a La Polla Records, tocando en plazas de toros y llenando pabellones dos noches seguidas…

Y me alegro por ello y me parece cojonudo que hayan facturado una pasta. Es lo único que puedo decir. A lo mejor ellos en su momento odiaban eso pero, no sé, La Polla siempre se ha movido en unos parámetros en los que no todas las bandas lo han hecho. Recuerdo que la primera vez que vinieron a Barcelona les robaron la furgoneta porque la dejaron aparcada en El Raval, ¡que solo a ellos se les podía ocurrir aparcar en El Raval de los años 80! (risas)

Ya que usted puede hablar con conocimiento de causa, ¿qué necesita una canción para ser trasversal en el tiempo y trascender entre distintas generaciones?

Una cosa que ahora no existe: ser canción. La gente se ha olvidado de hacer canciones de tres, cuatro minutos. A, B y C, eso es rocanrol. Ahora veo mucha chapa, mucho pseudointelectual o todo lo contrario, mucho “la vida es una mierda y todo es una mierda”. Y claro, en tipos de más de cincuenta años, esta perspectiva queda un poco desfasada, un poco de “papá, tómate la pastilla, anda”. Cuando veo a nuevos músicos con esos discursos apocalípticos donde todo es un desastre pienso: tío, pásatelo bien y disfruta de la música. Al fin y al cabo, el rocanrol tiene un componente hedonista y lúdico. Que mi música haya sido conocida tiene que ver mucho con que mis canciones han llevado a otras. Canciones de principios de los 90 han llevado a mucha gente que no había nacido a conocer canciones de los 80. En mí sí que hay una dinámica de trabajo y de trayectoria. Por otro lado, siempre he procurado que ese legado estuviera presente. Nunca he dicho “no voy a tocar canciones de esta u otra época” porque son parte de mi legado. Evidentemente, hay canciones que ya no puedo cantar porque tengo una edad, quiero decir, canto “Rock & Roll Star” porque la gente me lo pide, pero ya no soy ese chico de la calle que vive su canción. Del mismo modo, no puedo hacer un mismo repertorio presentando nuevo disco que en una gira de 40º aniversario.

¿Se ha sentido en algún momento esclavo de ese legado?

No. La gente me pide las canciones que quiere escuchar y las toco, y como tengo dos horas y cuarto de show, puedo tocar las canciones que quiere la gente, las que quiero yo y las que hacen puente entre unas y otras, así que cojonudo, todo el mundo contento.

Volviendo al disco. Las dos canciones que mejor le definen son las dos escritas por Igor Paskual, su mano derecha. Tanto “Creo en Mí” como “El Último Clásico” son 100% Loquillo.

Así es. Son dos trajes hechos a medida acojonantes. Creo que desde la etapa de Sabino (Méndez) no había canciones mejor escritas para mí. Llevaba mucho tiempo intentando convencer a Igor de que tenía que ser él porque tiene la edad adecuada para ser reivindicado como autor. Porque está en ese momento previo, que conozco perfectamente, a convertirse en clásico. Hay varias canciones de su repertorio que están a punto de convertirse en ello y estos dos temas lo son nada más poner el disco. Recuerdo que hace dos años presentó varias cosas y le dije, “no me gustan, tío, sigue trabajando” y eso hizo, no se quejó ni lo dejó como hacen muchos. Cuando trajo la letra de “Él Último Clásico”, le dije que ese sería no solo el título del álbum, sino el concepto. Ambos temas son dos hits fundamentales para los próximos veinte años y ahora tengo un bendito problema para hacer repertorio, porque ya no hay canciones de transición, ,que no de relleno porque de eso no hago.

Además, ambos poseen un toque glam que tienen mucho que ver con “La Pasión según Igor Paskual”, su reciente lanzamiento. ¿Buscó adrede trabajar con él cuando estaba en pleno proceso creativo de su álbum o no se fijó en ello?

Igor ha pasado de una etapa lógica de pajareo a darse cuenta de sus posibilidades. Ya habíamos hecho el experimento de llevar “El rey del glam” a nuestro terreno y de coquetear con el glam rock y lo clavó. En el mundo del rock hay sarampiones que uno tiene que pasar, y yo lo puedo decir porque los he pasado todos. Ahora estoy en el más complicado que es el de no perder contacto con la realidad y gestionar la vida cuando estás de gira. La soledad del hotel, que no es ninguna tontería. Mucha gente legendaria ha muerto en un hotel. Pero hay que pasar el pavoneo y el “soy un maldito y me meto todas las drogas”. Cuando veo documentales de artistas que se quejan por todo lo que se han metido y esas mierdas, me dan ganas de engancharlos del cuello y ponerlos en un andamio. Pero el efecto de las drogas, el lado oscuro, la redención, la culpa…todo eso se tiene que pasar. Yo creo que al fin Igor está en el buen camino. Es consciente de lo que es y de lo que puede ser, y para ello debe tener claro que la exposición máxima es como autor y las canciones que compone para Loquillo son la plataforma perfecta, y en ese sentido ha trabajado de manera impresionante para este disco

¿Cómo le ha cambiado este disco?

(Resopla) Cambias, desde luego. Soy emocional y pasional. Cada día me pasa algo y la vida a mi lado es una fuente de sorpresas de la que nunca te hartas. No soy el mismo para nada. Viento del Este fue un trabajo compuesto por canciones sacadas del cajón y tuvo un éxito acojonante, pero supongo que necesitaba un disco que empezara de cero. El personaje va siempre por delante y cuando estaba a mitad de gira del año pasado yo ya estaba pensando en esta. Siempre hay una reinvención en mi caso y a veces me pilla a contrapié. Si no existe el cambio, no existe nada. Cuando no lo tienes, la has jodido. No puedes encerrarte. Encerrarse para un artista significa morir. Cuando veo que tal o cual se ha ido a vivir con los pajaritos, pienso que pobre de él. Si haces música de calle, lo que ahora se llama música urbana, debes tener el contacto constante y directo con personajes, y he tenido la gran suerte en mi vida de haber topado con personajes muy extremos. Ahora es casi imposible esta actitud. Hay artistas de rock muy buenos, pero no han hecho esa mili desgraciadamente, y se han dejado ir por la falta de orgullo cuando en los momentos difíciles, solo el orgullo y el odio te salvan, porque son las grandes potencias del rocanrol.

¿Usted ha llegado dónde ha llegado sabiendo lo que quería o evitando lo que no quería?

Sabiendo lo que quería, que era trabajar con los mejores. He tenido la suerte de trabajar con los más grandes y eso te ayuda a ver la grandeza tal como es. Si algo hago bien, lo mejoro. SI no lo sé hacer, lo aprendo. Cada acción debe ser un objetivo. Cuando estás más cerca del final que del principio, no pierdes el tiempo en chorradas. En quién es más guapo o más alto. Y esta banda, que ya es un concepto original, es una banda madura y adulta compuesta por grandes artistas. Tenemos una forma diferente de pensar en la que cada uno tiene claro su rol y cómo desarrollarlo.

 

Texto: Borja Morais

http://produccionesbaltimore.es/noches-mediterraneas/

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