¡Larry David está de vuelta! Buena noticia para los que admiramos su talento desde los ya lejanos tiempos de Seinfeld para extraer todo el humor que contiene la vida cotidiana —hacer comedia de la nada, ya saben—, en este caso de su propia y bien saneada económicamente vida.
Esta nueva entrega, además, se inicia con Larry haciendo caer a no poca gente montada en patinete, lo que ya enseguida establece una corriente maliciosa de simpatía del espectador. Como en las temporadas anteriores, David continúa fustigando a tirios y troyanos: a su propia clase social, por así decirlo, con sus aires de superioridad que apenas va más ello del gesto afectado —véase a este respecto el uso de la gorra de campaña de Donald Trump—, del propio afán de él y sus amigos de ir a sitios porque simplemente estén de moda, aunque el café no se sirva caliente y las mesas cojeen…
También hay espacio para su propia versión del acoso sexual —incluyendo también al inicio de la serie un cómico juego con el notable parecido de Jeff Garlin con Harvey Weinstein—, sobre el racismo e incluso, aunque brevemente y de manera nada sutil, de la emergencia del nazismo en su propio país. Son tan numerosos los detalles que se dejan al desnudo sobre diferentes facetas de la vida como variados son los cameos o incluso interpretaciones de no pocas estrellas del actual Hollywood y que se enfrentan al juego provocador de Larry David con el mismo ánimo cómplice que la tropa habitual: el ya mencionado Garlin, Cheryl Hines, Susie Essman o J.B. Smoove.
Texto: Cristóbal Cuenca
