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¡Malditos seáis! Juan Pardo

Músicos malditos. Músicos de culto. Músicos a los que sólo conocen cuatro gatos. La atracción por esos artistas cuyos innegables méritos artísticos no reciben la merecida respuesta del público siempre ha estado ahí. El gusto por escarbar en discografías subterráneas y descubrir pequeños tesoros semienterrados es inherente al aficionado al rock menos acomodado. Hoy Juan Pardo, sí, Juan Pardo.

Meet John Brown. La trilogía británica de Juan Pardo

 

¿Quién de ustedes, amables lectores, no conoce a Juan Pardo? Todos aquellos nacidos a finales de los sesenta o primeros setenta a buen seguro han sufrido, en mayor o menor medida, buena parte de sus éxitos. Escupidos desde el radiocasete del buga de los viejos de camino a Torrevieja, o atronando el domicilio familiar mientras mamá limpiaba la choza y papá leía el Marca, los temas de nuestro hombre en la década de los ochenta solazaron a toda una generación, y cerca estuvieron de aniquilar a la siguiente.

Pero ese medio galán de americana arremangada, vaqueros con raya y pelo cortado a la navaja no solo inundó este país de hits imparables, llevando la canción melódica a nuevas y desconocidas cotas de diabetes y verbeneo. Mucho antes de reclamar su más que merecido trono en galas televisivas, salas de baile y discotecas geriátricas, don Juan Ignacio Pardo Suárez escribió algunas de las páginas más meritorias (e ignotas, algunas de ellas) del primer pop español. Respecto a las primeras, conocida es su militancia durante los sesenta primero en Los Pekenikes y más tarde con Los Brincos, banda ésta en la que compartiría liderazgo con Antonio Morales Junior. Ambos dos saltarían pronto del barco para formar Juan y Junior, exitoso combo que dejó varios sencillos, entre ellos el archiconocido «Anduriña», canción icono de finales de los sesenta que tocó la fibra al mismísimo Pablo Picasso, el cual -en un gesto inédito y no repetido- llegaría a ofrecer un dibujo suyo para ilustrar la contraportada del single de marras.

 

Tras tres años de fructífera relación profesional, parten peras en 1969, con Juan adentrándose momentáneamente en una carrera como cantautor de la que saldrían varios singles muy bien recibidos («Cuando te Enamores», «A Marián Niña», «Leonor») y dos elepés, el primero homónimo ese mismo año y Soledades en 1971. Tipo inquieto, aprovecha ese inicio de década para seguir apadrinando y/o promocionando a otros artistas (de los galopines de La Pandilla a Camilo Sesto, de Andrés do Barro a Peret), componiendo para ellos en no pocas ocasiones. Pero será al terminar su contrato con Zafiro, en 1971, cuando se inicie la etapa que realmente nos interesa, en su intento de asaltar el mercado anglosajón. Una campaña cuya primera incursión la encontramos en su efímero contubernio con Andee Silver, pizpireta cantante a rebufo por entonces, como tantas otras, de nombres como Petula Clark o Sandie Shaw y a la sazón casada con David Pardo, productor y colaborador de Juan desde un tiempo atrás. Conocida en nuestro país por haber ganado en 1969 el Festival de la Canción de Mallorca, Andee ya había participado en el tema «Quizás Mañana», del primer disco de Juan, y trataba ahora de abrirse camino en el mercado español. Juan por su parte había puesto Londres como bastión a derribar, así que ambos objetivos confluyeron a medio camino en forma de dos singles editados a nombre de Andee & Juan. El primero fue una versión de «The Banner Man», canción de Blue Mink publicada ese mismo año 1971, con la citada «Quizás Mañana» en la cara B. Jugada que repetirían al año siguiente con «Nuestras Manos / Would You Believe It?», cover de Roger Coulham la segunda de ellas.

Juan Pardo - Natural (1972, Vinyl) | DiscogsUn entremés, en cualquier caso, para el elepé que Juan tenía en mente. Un trabajo íntegramente en inglés, grabado nada menos que en los estudios Trident (con partes en los I.B.C) que se integrara de forma natural en la escena folk rock de las Islas. Y para ello contó con un equipo de lujo, empezando por el gran Adolfo Waitzman como arreglista, y siguiendo con una retahíla de reputados músicos de sesión británicos que incluía nombres como Dave Richmond, Colin Green, Clem Cattini, Eric Ford o el mismísimo Chris Spedding. Sin olvidar los coros de Sylvie McNeill y la propia Andee. Con una alineación tal y una colección de canciones reflejadas, como decíamos, en el folk menos ácido de la época (de Cat Stevens al primer Donovan, para entendernos, sin renunciar al sol californiano), Natural (1972) resulta un sólido esfuerzo, mayormente acústico, que puede sorprender -o debería- a quien solo conozca a Juan Pardo en su faceta de apuesto contable endomingao. «Natural», el tema (en las dos versiones que abren y cierran el álbum), «Where Is Love», «Count on Me» o esa magnífica «Come Back» -que no desentonaría para nada como cara B del «Burning Bridges» de Mike Curb Congregation- son canciones intrínsecamente inspiradas e impecablemente interpretadas, recitadas por un artista que no cuela como oriundo de los arrabales de Liverpool, pero cuya dicción se revela bastante más que digna. Un disco levemente conceptual -no quiso editar singles, apenas el tema homónimo en edición promocional- publicado en su propio y recién creado sello, Erika (distribuido por Zafiro) y que marcaría asimismo el fin de su relación profesional con David Pardo. En sus siguientes títulos sería él mismo quien se sentaría tras los controles. Lamentablemente el disco se perdió entre el marasmo de lanzamientos de aquellos tiempos incontinentes, pasando mayormente desapercibido, aunque sí tuviera una relativa buena acogida aquí en casa. Una circunstancia que para nada desanimó a nuestro hombre, que no tardaría en volver al asalto con un segundo lanzamiento que, en mi opinión, revisa y mejora a su predecesor.

Juan Pardo - My Guitar (1973, Vinyl) | DiscogsPara My Guitar (1973) el sonido se reviste y amplía, y los ritmos y atmósferas pop-rock toman ciertas posiciones, al tiempo que Juan va probando nuevos registros vocales. De nuevo con el apoyo de músicos de renombre (de parte de las guitarras se encargaría Rodrigo García, un año antes de entrar a formar parte de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán), su segundo disco inglés se deja influir tanto por los Beatles (influencia que siempre había estado ahí, tampoco nos engañemos) como por el florido hipismo de The Mamas and The Papas, sumándole un concepto en los arreglos todavía resacoso de exitazos como el Jesus Christ Superstar de Rice y Lloyd Webber. ¿Estuvieron atentos los inglesitos en esta segunda intentona? Pues tampoco mucho, la verdad. Pese a su potencial comercial, al menos en comparación con su debut, a través de canciones como la que titula el álbum, «Lonely Man», «Something’s Bad» o sobre todo «Maria Magdalena», el segundo disco de Juan tampoco lo petó en la pérfida Albión. Pero esta vez se guardaría un par de ases en la manga, y tanto «My Guitar» como «Maria Magdalena» fueron editados en nuevas versiones en castellano, consiguiendo en España un exitazo tanto en listas como en ventas. Al respecto recuerdo leer una reseña del disco en la que se comentaba que «Maria Magdalena» podría, sin problemas, formar parte del cancionero de Neil Diamond. No podría estar más de acuerdo. El álbum, publicado por Ariola, conoció una edición especial para Orlador, el sello que solía usar Círculo de Lectores. Con diseño y portada distintos, por si existe ahí fuera algún completista de la obra de Juan, que a estas alturas uno ya no se sorprende de nada, ni siquiera de uno mismo.

El segundo fracaso a nivel comercial (artísticamente podemos calificarlo de triunfo sin ambages) se vería compensado, como decíamos, por esos dos singles en castellano más un tercero ajeno a su aventura inglesa: «Adiós A Mariquiña». Adaptación de un poema de Rosalía de Castro, el siete pulgadas con el original en gallego y su traducción al castellano siguió manteniendo a Juan en el candelero por lo que hace al panorama patrio, mientras se preparaba para su tercera intentona en el idioma de Shakespeare.

Juan Pardo-Mi guitarra (versión comentada) - YouTubeGestado y parido en Londres, como los dos anteriores, Conversaciones Conmigo Mismo (1974) resulta -en contraposición a ellos- un disco de sonido mucho más americano, un trabajo de soft rock con cierto toque soul no muy alejado -en esencia- de lo que por aquel entonces facturaban unos Chicago o unos Steely Dan. Al contrario que con sus dos precedentes, en este disco Juan toma prácticamente el control de todo el proceso, dejándose aconsejar tan solo por John Cameron en lo que respecta a los arreglos, y entrega algunas de las mejores canciones de su etapa inglesa en un disco que pasa -más que injustamente- por ser el más flojo de la trilogía. Y es que si uno quiere buscar la impronta rock en ese antediluviano Juan Pardo, este es el disco a reivindicar. Desde la inicial «Living for Love», construida sobre los cimientos de aquel «Busca un Amor» que había cedido años antes a Formula V, hasta la propia «Conversations With Myself», sin olvidar pelotazos considerables del calibre de «You’re The One» o «I Think I’m Gonna Cry», la despedida británica de nuestro protagonista vendría a ser como una última y potente andanada tras la que un ejército se bate en retirada, consciente de que no ha conseguido doblegar el sitio asediado, pero orgulloso al mismo tiempo por la valentía demostrada entre sus filas. Un último cañonazo desde el otro lado del río acertó de lleno en las almenas, por eso. El single en castellano de «Conversations With Myself», convenientemente aligerado y dotado de más inmediatez, se colocó en el número uno de Los 40 Principales durante nada menos que doce semanas, entre el 28 de septiembre y el 14 de diciembre concretamente. Un último ahí os quedáis, victoria tan artística y comercial como pírrica.

Se cerraron entonces dos etapas. La más inmediata, sobre la que hemos tratado, y una segunda más amplia y difusa que abarcaría prácticamente toda la producción desde sus inicios, marcada por las influencias de un pop y un rock que en breve abandonaría para echarse en brazos del pildorazo romanticón, los eventuales ritmos latinos y en general la canción meliflua y vergonzante, arrasando los ochenta sin tomar prisioneros.

 

Justo en el cambio de década, en 1979 concretamente, la versión en castellano de «Natural» vivió un efímero revival al ser incluida como sintonía de un anuncio de Trinaranjus. De piña, para más señas. Pero no hubo continuidad al respecto.

En cualquier caso lo intentó, Juan, vaya si lo intentó. Y visto en retrospectiva, lo intentó bien. No faltan en estos tres discos que hemos revisado momentos de calidad, mucha en algunos concretos. Y tampoco se trata, en realidad, de descubrir a estas alturas qué falló, sino más bien reivindicar y dejarse sorprender por esos álbumes firmados por un artista al que el público rock, por motivos más que obvios, suele situar en algún lugar indeterminado de la música popular, a medio camino de las letrinas y el vertedero.

 

Eloy Pérez

4 Comments

  1. Ángel Merino

    Fantástico artículo, Eloy, que me ha hecho descubrir, efectivamente, una faceta de Juan Pardo desconocida y que, a veces también, me ha hecho reír a carcajadas. ¡Enhorabuena, sí señor!

  2. Vaya, muchas gracias Ángel, de verdad.

    Buena parte de la «culpa» de este texto la tiene Edu Izquierdo, quien a raíz de regalarme el My Guitar en vinilo me animó/chantajeó para escribir un artículo sobre esta etapa de Juan Pardo.

    Lo he estado moviendo entre amigos y más de uno y de dos se han llevado una grata sorpresa.

  3. Lo mismo digo, excelente artículo. Ni idea que Juan Pardo había tenido esta etapa. Una pena que no triunfara comercialmente y se abandonara a la cutrez que todos conocemos. Pero ahi había un artista con arrojo. Enhorabuena por esta reseña tan bien contada.

  4. Gracias por las versiones en inglés de Juan Pardo, lo de cutrez no lo veo, dinos hizo una carrera como cantante y compositor inigualable, otra cosa es q no guste el como canta en español.

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