El pasado 15 de julio, Ian Curtis hubiese cumplido 64 años. Su última grabación como alma de Joy Division, el inquietante, apasionante Closer, cumple cuarenta años, efemérides que Warner Music celebra con una reedición remasterizada del mismo —en vinilo transparente— para que las nuevas generaciones puedan disfrutarlo y asimilarlo como fue creado en su día, a 33 rpm. Al mismo tiempo, están ya disponibles los tres maxi-singles asociados al álbum póstumo del cantante y letrista de Manchester, que se quitó la vida acuciado por problemas personales y de salud, dejando atrás a su joven esposa y una hija de meses. Se trata de los históricos doce pulgadas «Transmission», «Atmosphere» y el universal «Love Will Tear Us Apart».
En retrospectiva, lo que en su día fue una tragedia que impregnaría el devenir de los nacientes años ochenta tanto como el original, dinámico, austero e inspirador sonido de Joy Division, es hoy doliente memoria de un luminoso futuro abortado antes de tiempo. ‘’Basta con imaginar lo que hubiésemos conseguido hacer después de Closer’’, sugiere Peter Hook, bajista de la banda y de los posteriores New Order, en una entrevista exclusiva a publicarse en el número de septiembre de Ruta 66. ‘’Es una pregunta, otra vez, maravillosa, asombrosa, pero también frustrante y depresiva. ¿A dónde hubiésemos llegado después de Closer? Porque no fue el típico segundo álbum difícil, sino un maravilloso segundo álbum’’.
‘’El destino se desveló, y vi cómo se alejaba’’, cantó Ian Curtis en «24 Hours», parte de un repertorio que hoy sigue abrasando como el hielo. «Isolation», «Colony», «A Means to an End», «Heart and Soul», «The Eternal» y el resto son ya patrimonio del mejor rock jamás concebido. La radiante luz que iluminó su concepción fue conquistada por la sombría realidad de un suicidio y, en consecuencia, Closer contiene ‘’la música más triste y hermosa jamás grabada’’. Paradójicamente, un chute de euforia para seguir viviendo.
Texto: Ignacio Julià
