En «El nacimiento de la tragedia» Nietzsche dice una cosa que explica muy bien qué es a fin de cuentas el rock and roll. Cito estas líneas al principio de mi libro de crónicas rockeras La fiebre conquistada (Milenio, 2014). El filósofo-poeta alemán habla allí del “grito estridente” de la naturaleza desmesurada.
En los últimos meses me ha dado por ver varios conciertos de Nirvana en Youtube. Hay uno de 1988 y el último que he visto es de 1993. Lo que más me ha llamado la atención son los gritos de Kurt Cobain. Un trío con una sola guitarra, y el ruido que hacían. Pero los gritos son de manual rockero. El grito de Kurt Cobain expresa la voluntad de vivir de la que siempre hablaba Nietzsche. ¿Por qué entonces se voló la tapa de los sesos Kurt Cobain?
Ya es sorprendente que un disco como Bleach vendiera millones de copias. Nirvana era un grupo que se veía a sí mismo como una banda de punk-rock más con ramalazos heavys, pero esa mezcla es precisamente lo que dieron en llamar grunge. Era un sonido original y Nirvana fueron sus profetas.
Pero nunca me gustó el sonido de Nevermind. Es un disco producido para vender, como así fue. Esto es contradictorio con la portada del disco. En el tercer álbum, In utero, Nirvana pretendió arreglar el desaguisado con una producción más natural pero ya era demasiado tarde.
Nos queda su música en directo y ese grito ancestral.
Remember the spirit!
Texto: Joaquín E. Brotons
