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¡Malditos seáis! Max Décharné

Músicos malditos. Músicos de culto. Músicos a los que sólo conocen cuatro gatos. La atracción por esos artistas cuyos innegables méritos artísticos no reciben la merecida respuesta del público siempre ha estado ahí. El gusto por escarbar en discografías subterráneas y descubrir pequeños tesoros semienterrados es inherente al aficionado al rock menos acomodado. Y no acomodarse es hablar de tipos como Max Décharné.

New Shade Of Black | Max DécharnéNeones parpadeando en el callejón

 

Décharné, originalmente y en francés, significa demacrado. Un adjetivo tal vez excesivo por cuanto sugiere causa de penuria y/o enfermedad, pero que tampoco le cae tan lejos al señor Maxim, tipo flaco, enjuto y elegante donde los haya. No nos engañe asimismo el apellido galo, puesto que hablamos de alguien más inglés que el pudín de ciruelas. Nacido en Oxfordshire, criado en Portsmouth y absorbido finalmente por la gran centrifugadora londinense, hablamos de uno de esos rockers siempre bien peinados, afiliado a la hermandad del traje oscuro y con el carisma clásico del dandy suburbial. Uno de los músicos más minusvalorados (¿qué pintaría aquí si no?) del rock británico de las últimas décadas, amén de actor ocasional, editor, periodista y autor de varios libros.

Sería con esta faceta, la de plumilla, con la que daría sus primeros pasos en la escena underground inglesa de mediados de los ochenta. Y lo haría cofundando en 1986 la editorial Malice Aforethought Press junto a Frank Key (locutor, ilustrador y uno de los popes de la literatura nonsense, fallecido a finales de 2019), vehículo a través del cual ambos publicarían numerosos cuadernos en ediciones limitadas, textos recopilados más tarde en libros como Beat Your Relatives To A Bloody Pulp (1989) o The Prisoner Of Brenda & Other Stories (1991).

Una asociación/amistad, la de ambos, que se mantendría también a lo largo de los años en el programa de radio Hooting Yard on the Air, escrito y presentado por Key.

 

Max Décharné en Amazon.es: Libros y Ebooks de Max DécharnéPero sería a principios de los noventa, en 1991 concretamente, cuando su carrera como músico -hasta entonces sin datos especialmente reseñables- daría un primer y firme paso reemplazando a Nick Combe como batería de Gallon Drunk. La banda de James Johnston llevaba ya desde 1988 presentando en sociedad, en varios siete pulgadas, su selvático concepto del garaje y el rockabilly, pero sería con la entrada de Max cuando la propuesta cristalizaría en un primer elepé. Aunque poco antes se había editado Tonite…The Singles Bar (1991), recopilando buena parte de esos primeros sencillos, la puesta de largo oficial de la banda llegaría con You, the Night…and the Music (1992), seguida un año más tarde por From The Heart of Town. Crónica oscura y arrítmica de un fin de siglo tan desorientado como decadente, la propuesta en absoluto complaciente de los londinenses no les impidió presentarse en plazas mayores (Hollywood Bowl, Madison Square Garden) en calidad de teloneros de un Morrissey siempre atento a los platos menos trillados. Pero la gira subsiguiente, ya fuera abriendo para otros nombres incipientes -caso de PJ Harvey- o ya como banda principal no impidió que Max decidiera presentar su renuncia. Gallon Drunk era y siempre sería, primordialmente, el vehículo de Johnston, y nuestro hombre buscaba un proyecto en el que tomar las riendas por entero.

 

Pero antes de conseguir su objetivo, y con creces, volvamos un poco atrás y encontrémoslo formando parte de un psicotrónico combo que atiende por The Earls of Suave, diciendo aquí estamos con «A Cheat», primer sencillo editado en 1992. Una viciosa versión del tema de Lee Hazlewood ideal para esa primera copa en el lupanar antes de ir por faena, que pareció quedarse en solo eso (más un puñado de bolos) hasta que año y pico después, a petición de Vinyl Japan, la panda se reúne en el estudio. Y menuda panda, oigan. Seis tipejos enfundados en lamé y goteantes de brillantina que, aparte de nuestro hombre (ahora en tareas de teclista), respondían por Bal Croce, Joe Whitney, Johnny Tub Johnson, Mark Hosking y Paul Dempsey, gente cuyas huellas pueden rastrearse en esa difusa escena que iba de The Sting-Rays, The Charity Case o Ug And The Cavemen hasta todo el entramado de bandas lideradas por Billy Childish. De un complot semejante solo podía salir una magnífica farra, y tal fue el resultado. Grabado en los Toe Rag Studios de Londres, The Basement Bar At The Heartbreak Hotel (1994) anuncia a las claras, desde su título y portada, lo que va a sonar al posarse la aguja. Esto es, diecisiete lingotazos de rockabilly lúbrico y grasiento, puro sonido trash lounge rebotando en las escupideras del peor antro de Las Vegas. Formado en buena parte por versiones («She’s My Witch», «Little Ole Wine Drinker Me», «A Fool Such As I», «Ring Of Fire», «Sea Of Love») más media docena de balas propias, sería este el único elepé que nos dejarían los condes de Suave, uno de esos discos que uno saca de la estantería de forma regular, ni que sea para no beber a solas.

The Patrick Hamilton Appreciation Society - Hamilton-esque books ...Un segundo single ese mismo año, con una versión del «In My Dreams» de Screamin’ Jay Hawkins, no incluida en el álbum, pondría punto final a la breve trayectoria de la banda. Max estaba ya subiendo al pescante, a por esas riendas que mencionábamos. Pero lo haría con el tiro ya escogido de antemano. De hecho, se puede considerar a The Earls of Suave una especie de laboratorio de pruebas del que surgiría la banda a comandar. Con él se llevaría a Whitney, Hosking, Dempsey y Johnson (este último reemplazado al cabo de poco y definitivamente por Huck Whitney) para dar forma a The Flaming Stars. Un nombre en el que llevará por fin la voz cantante, se encargará de las teclas y firmará la mayor parte del material, dando rienda suelta a su amor por la Velvet, Nick Cave, las Ronettes, Hank Williams o Tom Waits en una discografía cualitativamente impoluta, conscientemente mugrienta en lo lírico y lo musical. Atemperando -que no eliminando- el pulso rockabilly y añadiendo garaje 60’s, punk sin imperdibles y un discurso de crooner oscuro y marginal, el concepto de Flaming Stars vino a suponer una ficticia y actualizada banda sonora para esa filmografía noir de serie b que abarca varias décadas del siglo pasado. Canciones para escuchar mientras leemos noveluchas pulp plagadas de chantajes, asesinatos y sexploitation. Todo ello refrendado, formalmente, por una filosofía que rechaza la moderna pulcritud de los estudios, abrazando lo analógico como declaración de intenciones: “grabamos en cinta, principalmente en ocho pistas o, si tenemos el dinero, también en dieciséis (…) Nos encanta el sonido de los amplificadores, y si los pones al 10, comenzarán a zumbar y zumbar y hacer ruidos extraños. Intentamos captar esos ruidos en lugar de apagarlos porque una guitarra, por ejemplo, también es un instrumento primitivo, una pieza de madera con algo de cable. Nos veo, por mucho que me guste una banda como Kraftwerk, en la tradición de Phil Spector: pon un poco de reverberación y golpea lo más fuerte que puedas. Así se crearon los mejores discos punk y las mejores canciones de garaje de los sesenta”, declaraba en 2001.

Grabar a la antigua, grabar rápido (“así trabajaba la gente en los años cincuenta y sesenta, cuando a nadie se le pasaba por la cabeza ir al estudio durante dos meses”) y empaquetarlo todo en un envoltorio sugerente. Una filiación por lo vintage reflejada asimismo tanto en las portadas de la mayoría de sus trabajos (esas femmes fatales en ilustraciones de quiosco) como en la cantidad de singles y eps que pueblan su trayectoria. Sería con ese formato con el que debutarían, escupiendo nada menos que cuatro eps (Money To Burn, The Face On The Bar Room Floor, Downhill Without Brakes y Hospital, Heaven Or Hell) antes de entregar su primer larga duración, Songs From The Bar Room Floor (1996). Fieles a Vinyl Japan a lo largo de toda su carrera, no pasaría ni un año antes de un segundo álbum, Sell Your Soul To The Flaming Stars, editado al mismo tiempo que Bring Me The Rest Of Alfredo Garcia (Singles 1995-1996), recopilatorio de sus primeros sencillos.

 

Katja and Max Décharné, Plectrum magazine event, The Betse… | FlickrUna intensa actividad entre 1995 y 1997, tras la que Max se instala en Berlín, ciudad que conocía ya desde tiempo atrás, y base no oficial para la banda. Desde allí retoma su ocupación como periodista (llevaba ya tiempo escribiendo para Neon, decana de las revistas literarias británicas) empezando a escribir para Mojo y colaborando con otras publicaciones y periódicos como The Observer, The Spectator, The Guardian o el suplemento literario del Times. Una ocupación que no le hace descuidar a su banda, por supuesto. Pathway (1999) y A Walk On The Wired Side (2000) inciden en su áspera y romántica visión de ese rock que flota entre tugurios, callejones y mala catadura. El año del nuevo milenio trajo asimismo dos nuevas antologías: Tijuana Bible-Their Finest Collection y Ginmill Perfume-The Story So Far 1995-2000, ediciones para el público japonés y yanki respectivamente, una latitud esta última en que sus discos solo estaban disponibles hasta entonces de importación y, por ende, a precios de sablazo. Editado, por cierto, por el sello de Jello Biafra, Alternative Tentacles.

Max, por otro lado, siempre tuvo muy buena relación con John Peel (él fue precisamente la última persona que lo entrevistó antes de su deceso), y las distintas sesiones que grabaron para él -entre 1995 y 1999- se agruparon también ese mismo año 2000 en el doble CD The Six John Peel Sessions.

La primera década del nuevo milenio les mostró en un estado de forma extraordinario, publicando tres nuevos triunfos originales: Sunset & Void (2002), Named And Shamed (2004) y Born Under A Bad Neon Sign ‎(2006) más un doble de rarezas titulado London After Midnight (Singles, Rarities And Bar Room Floor-Fillers 1995-2005). Ahí lo dejan, de momento y hasta el día de hoy. En lo más alto del sótano en el que siempre se vieron obligados a moverse. No es su música plato de gusto para la plebe, sino que requiere de un esfuerzo adicional para apreciar la emoción en la belleza que subyace entre lo sórdido y lo esquinado. Esfuerzo que para el lector habitual de esta sección ya es costumbre.

 

¿Qué fue de Max a partir de entonces? Pues se sentó a continuar escribiendo, básicamente. Además de interesantísimas notas de álbum para innumerables (re)ediciones en CD de otros tantos artistas, a esas alturas ya había publicado tres notables obras de título más que explicativo: Straight From the Fridge, Dad: A Dictionary of Hipster Slang (2000), Hardboiled Hollywood- The Origins of the Great Crime Films (2003) y King’s Road: The Rise And Fall of the Hippest Street in the World (2005), a las que seguirían otras tres no menos doctas en sus campos respectivos: A Rocket in My Pocket: The Hipster’s Guide to Rockabilly Music (2010), Capital Crimes: Seven Centuries of London Life and Murder (2012) y Vulgar Tongues: An Alternative History of English Slang, (2016).

Así es Max Décharné. Un rocker culto y distinguido, un erudito sin ínfulas… un tipo único en definitiva. Nos dejamos en el tintero comentar sus colaboraciones (que van de Nikki Sudden a Holly Golightly) y sus pinitos en el cine de la mano de Alex Chandon, pero no vamos a olvidarnos de la más que agradable sorpresa con la que nos hemos topado en mayo de este mismo año. New Shade Of Black, editado solo digitalmente a través de su bandcamp, es -en sus propias palabras- un nuevo álbum lleno de viejos temas: “todas estas canciones fueron escritas en una grabadora de casete de cuatro pistas, a menudo a altas horas de la noche, donde sea que estuviese viviendo en ese momento”. Un trabajo de rescate sobre unas pistas de acompañamiento a las que ha añadido voces más adecuadas, alguna sobregrabación puntual, y a tirar millas. El resultado, compruébenlo ustedes mismos, es tan sugerente como cabría esperar de alguien como él. Un retorno menor, pero sin duda estimulante.

 

Eloy Pérez

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