Encuentros

Hanni El Kahtib, remontando el vuelo

Foto: Nick Walker

Podemos decir que Hanni El Khatib ha tenido varias vidas como artista. Está el Hanni El Khatib que existió antes de ser músico profesional, alma libre dedicada al skate, el rap y el punk en San Francisco. Existe un segundo capítulo en el que El Khatib se mudó a Los Ángeles para perseguir el sueño de ser músico a tiempo completo y casi de inmediato se vio abrazado por KCRW y de gira con Florence And The Machine. Su música de repente empezó a sonar en anuncios como el de Audi que se emitió en la Super Bowl.

En una tercera etapa se nos muestra como una máquina perfecta y engrasada de fabricar riffs con alma de blues y energía garaje y punk. Los cuatro aclamados discos publicados en Innovative Leisure lo llevan a girar por todo el planeta, a trabajar con Dan Auerbach o a colaborar con GZA y Freddie Gibbs para no olvidar sus orígenes. Pero como a infinidad de artistas, la vorágine de las interminables giras y la estresante obligación de llevar hasta el extremo el ciclo infinito de publicar-disco-salir-de-gira-y-vuelta-a-la-casilla-de-salida lo lleva a una crisis de identidad y una depresión que le obliga a parar en 2017.

Con la música temporalmente fuera de escena, El Khatib regresó a uno de sus primeros amores: el diseño. Se asocia con su viejo amigo Keith Hufnagel de HUF y funda Metropolitan, una popular marca del mundo skater que recientemente firmó una alianza con Adidas. A pesar del éxito en este ámbito el deseo de crear canciones vuelve lentamente y nuestro hombre empieza a trabajar con su íntimo amigo Leon Michels, afamado productor que tiene en su lista de colaboradores a gente del calibre de Lana Del Rey, Travis Scott, A$AP Rocky o Eminem. También alterna con otra leyenda contemporánea de la producción, Mark Ronson.

Foto: Dustin Askland

Y de esta manera surge Flight, quinta obra de estudio de un Hanni El Khatib que resurge de sus cenizas para mostrarnos que ese tortuoso viaje interior ha llegado a su fin y la lucha lo ha hecho más fuerte, menos obvio. Tras varias escuchas descubrimos un universo complejo denso y solemne por momentos, directo y espontáneo cuando es preciso. Es garaje, rock, hip-hop, soul… Es también blues, psicodelia y arte urbano, pero más que nada, Flight es una brillante recreación del restaurado mundo interior de un Hanni El Khatib que aprovecha la inspiración de ese espíritu adolescente que primero lo agitó para hacer canciones en presente y primera persona.

Aprovechando que en estos días extraños en que vivimos no nos cuesta localizar a los artistas en sus casas con tiempo para atendernos conectamos vía Zoom con Hanni en su casa de Los Angeles dónde está pasando el confinamiento con su pareja y su perro Harlo que protagoniza la portada del disco y que no duda en enfocar para darnos la bienvenida.

 

 

Te presento a Harlo, el protagonista verdadero del disco.

Tal vez debería entrevistarle a él…

Seguro que sacas un buen artículo… (Risas)

Bueno, hoy tenía previsto entrevistar al creador de Flight, un disco minimalista y complejo al mismo tiempo. Supongo que estás de acuerdo, ¿no?

Esa era la intención. Has captado la esencia. He trabajado todo el tiempo con la idea de mezclar todas esas texturas y estilos pero no a un nivel superior, sin grandes artificios. Ha sido más como un trabajo artesano, que surge de mí y no se expande mucho más allá de mi mundo. No es que haya cambiado radicalmente mi manera de trabajar, ya que mis discos siempre los he compuesto yo solo con el productor, nunca ha sido fruto de un trabajo con la banda. La diferencia principal es que lo he podido pensar y meditar mucho más. Me había tomado un descanso largo en lo que se refiere a la música y todo ha surgido paso a paso.

Supongo que la figura de Leon Michels ha sido importante en todo esto…

Sí, absolutamente. La verdad es que las primeras veces que entré en el estudio con Leon no tenía realmente la intención de grabar un disco. En 2017 tuve que parar porque estaba realmente ansioso y deprimido. Totalmente quemado de girar y componer sin un espacio adecuado de tiempo. Nunca he llegado a producir mierda, siempre he podido llegar a componer algo de lo que sentirme orgulloso incluso en esas condiciones, pero si hubiera seguido en ese estado seguramente no hubiera podido mantener el nivel. Sentía la música como un trabajo, había perdido ese componente excitante. Soy amigo de Leon hace muchísimos años pero nunca habíamos trabajado juntos y empezamos a hacer samplers como un juego.

Foto: Dustin Askland

En qué punto ya os encerráis en el estudio con la intención de grabar el disco? ¿Qué es lo que te empuja a ello?

Lo cierto es que la motivación me llega de manera gradual. Me siento bien sampleando con Leon y otro día me veo con Mark Ronson y también me siento genial y me voy animando. Lo cierto es que no me llego a encerrar en el estudio con Leon hasta muy al final. Vivimos en ciudades distintas y mi trabajo en un principio es muy individual. Le mando algunas pistas y el me las retorna con sus retoques y yo trabajo de nuevo encima de esa base. Nunca había trabajado así, se produce una dinámica muy distinta pero también muy interesante. Ese diálogo a distancia es muy pausado y meditado y cada vez crece con más rapidez, como una bola de nieve. El hecho de no tener la presión de estar pagando un estudio carísimo que te condiciona algunas decisiones y que todo fluya con naturalidad y humanidad hace que el resultado sea mucho mejor de lo que hubiera sido en otras condiciones.

¿Recuerdas cuando a principio de los 00’s mucha gente del sector afirmaba que la tecnología y las redes de comunicación iban a matar la música? No podían estar más equivocados…

¡Cierto! A día de hoy suena ridículo. Lo que realmente mató la tecnología fue su modelo de negocio, pero por otro lado ha permitido que cualquiera con talento y aptitudes pudiera desarrollar su pasión sin depender de nadie. En libertad. Es cómo me he sentido en todo el proceso de creación del disco. Libre. Realmente no importan las herramientas que uso para expresarme si llego a realizar lo que llevo dentro. Puedo usar micrófonos y amplificadores de los 70’s buscando un tipo de sonido y mezclarlos con una base programada de batería. Lo que realmente importa es el producto final y no las herramientas con las que se construye. Esa gente que critica la tecnología no es consciente que en los 60’s o los 70’s algunas de las grandes bandas de la historia usaron la tecnología punta del momento para evolucionar o plasmar sus ideas. ¿Quién cuestiona hoy el White Album de los Beatles?

Correcto, hay que ser abierto de mente y no encerrarse en una sola idea, eso puede hacerte más débil como arista. Por cierto, a pesar de tus experiencias negativas con esas giras interminables supongo que tienes ganas de tocar estas canciones en directo…

Sí, la verdad es que mucho! Tan sólo toqué cinco de ellas en la fiesta del décimo aniversario de la discográfica, pero con el confinamiento no he podido estrenar el disco. He grabado versiones en directo de algunos de los temas para probar, pero sí que tengo muchas ganas de reunir a mis amigos en un club, tocarlas y sentir el calor del directo. Como en mis tiempos de instituto cuando empezaba a hacer música.

En esa época escuchabas punk y hip hop, ¿no? Aunque siempre he pensado que eras un tipo muy ecléctico. Esa versión de Funkadelic en tu primer disco te delata…

(Se lleva el ordenador hacia su colección de discos mientras habla) Siempre he sido muy ecléctico, escuchaba Hip Hop un día y al siguiente grupos como (va sacando discos al azar) The Cramps, Ghostface, (sigue escogiendo discos al azar…) Portishead, Cold Blood que son una gran banda de los 60’s de San Francisco, Captain Beefheart, Rolling Stones, The Soft Machine… La mayoría de estos discos son de mi etapa de instituto, como puedes ver soy muy ecléctico…

Para acabar me gustaría que me hablases de tu relación con Dan Auerbach. Él produjo dos de tus discos y supongo que en su momento fue una gran influencia para ti. ¿Es así?

Absolutamente. Ha sido una gran influencia para mí, pero antes que eso ha sido un amigo. Una de mis reglas es que nunca trabajo con nadie que aparte de ser buen productor sea también un amigo. Nunca me ha atraído esa idea de contratar un gran productor y sin conocerle de nada ponerme en sus manos para que me guíe. Con Dan fue todo muy cálido. Me alojé en su casa en Nashville con su familia, me sentí muy cómodo y en un entorno idóneo para poder desarrollar emocionalmente y técnicamente mis composiciones. Dan y yo vemos la música desde una perspectiva similar y eso no quita que cuando estás en sus manos no lleve tu material hasta otro nivel. Es un tipo muy inteligente y sensible, ideal para ayudar a dar lo mejor de ti. Es y será a parte de un genio un gran amigo.

Texto: Rubén García Torras

 

 

 

 

 

 

 

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