Encuentros

Chencho Fernández, pasado de moda, todavía en boga

Eterna mosca de bar reconvertida en nuevo bardo de la «chanson andaluza», vuelve el músico sevillano con uno de los mejores discos de 2020 bajo el brazo. Aunque lleva demasiado tiempo en esto, todavía sigue componiendo con la urgencia de un adolescente en plena desfloración musical. De empezar abrazando la fugacidad indie al frente de Sick Buzos hasta acabar erigiéndose icono de la sevillanía rockera junto a Las Muñecas de la Calle Feria, Chencho Fernández ha tenido que lidiar durante años con una errática naturaleza creativa paradójicamente reforzada por su contrastada maestría a la hora de construir pequeñas obras maestras. Esta incontinencia artística unida a sus devaneos a la hora de concretar el talento en algo tangible han sido la cara y la cruz de uno de los mejores compositores del actual pop-rock nacional. Afortunadamente Dadá estuvo aquí (Fun Club Records, 2014), su debut en solitario, fue el brillante reinicio de una carrera que parecía condenada al chauvinismo callejero. Diseñado junto a miembros de All La Glory y al productor Jordi Gil y rescatado un año más tarde por Warner Records como proyección del viejo sueño de éxito multinacional, el disco empujó a Chencho a claudicar como monarca del aburrimiento rock mostrándose al público como un efervescente trasunto de bardo urbano con bastante proyección comercial.

Desde entonces han pasado seis años repletos de cambios, tentativas y continuos giros en el guión del particular biopic que Chencho Fernández lleva protagonizando desde que inició su carrera a mitad de los noventa, biografía sonora de alguien capaz de renacer cada domingo con un diente menos y con un puñado de canciones hincadas en el hígado. Él se sabe truhán y señor, por eso escribe como vive, en un constante sol y sombra repleto de discos de Dylan. Baladas de plata (Warner, 2020), su disco de regreso compuesto junto a un nutrido plantel de músicos, es la constatación de que el tipo tiene y retiene.

De nuevo con Jordi Gil a los mandos y con el arreglista Rafael Cañete como elemento vertebrador, lo nuevo de Chencho es una flamante colección de canciones cocinadas a fuego lento, un magnífico rosario de perlas sonoras con claras reminiscencias al primer Bowie, al Gainsbourg socarrón o al Lou Reed de Coney Island Baby. En sus propias palabras, un “je t’aime moi non plus suicida”.

Hola Chencho, ¿cómo estás?

Razonablemente contento con el trabajo realizado. En lo emocional algo proceloso, en lo pecuniario con el agua al cuello, pero en lo filosófico sereno y tenaz.

Pienso que Dadá estuvo aquí es un buen disco, pero Baladas de plata supone un salto hacia adelante en todos los sentidos: composición, producción, arreglos, concepto…

Ha sido muy arduo en todos los sentidos salvo en la composición, en la que cada vez me encuentro más cómodo y desenvuelto, aunque también autoexigente. El concepto también es algo que concibo con cierta facilidad. En la producción y los arreglos he tenido la inmensa fortuna de trabajar codo con codo con Jordi Gil en un contexto de diálogo, confianza y riesgo. En lo personal siempre me ha conllevado grandes dosis de determinación.

¿Eres consciente de que has facturado un disco demasiado elegante, maduro y rico en matices como para que encaje como un guante en el imaginario del nuevo pop, digamos independiente, nacional?

En todo el proceso que ha llevado a la consecución del álbum me he guiado fundamentalmente por mi instinto, aunque también me cuido mucho de no resultar demasiado críptico ni introspectivo. En ese sentido ha resultado ser un disco a la par accesible y honesto que encaja, sobre todo, con mis expectativas. La visión externa de alguien tan bregado como Jordi Gil también me ayuda mucho, pero en general, procuro verme reflejado como persona y como artista en las canciones.

Perteneces a una generación de músicos andaluces herederos de los tics clásicos del rock sevillano. Sevilla llevaba bastante tiempo solapada a la hora de hacerse visible al resto del país y sin embargo está sufriendo una nueva efervescencia que se está haciendo eco fuera, sobre todo con bandas y artistas con las que impera la fusión, los sonidos urbanos, el crossover flamenco y otros estilos. ¿Cómo te sientes dentro de este caldo de cultivo?

Me gusta mucho escuchar música tanto local, como nacional o extranjera, del pasado o del presente. En Sevilla hace muchos años que sigo con regocijo muchas y variadas propuestas que han conformado sucesivas escenas locales en las que siempre me he encontrado integrado por un lado y autoafirmado por otro. Creo que el vigor y la diversidad de la escena sevillana actual van a más y esto sólo puede resultar beneficioso para todos.

Baladas de plata es un título que desprende grandeza, pero una grandeza agridulce. De algún modo y buscando una metáfora, la plata está en segundo lugar respecto al oro.

Sí, es un título polivalente. Para empezar, y a colación de tu anterior pregunta, en Sevilla está la Torre del oro, celebérrima, ostentosa e institucionalizada en la que todo el mundo repara. Luego hay otra, la Torre de la plata, secreta y esquiva, a muy pocos metros de la otra. Es sólo uno más de los múltiples significados que he querido sugerir. Hay más: la épica del subcampeón, la feminidad de la plata-Luna-noche frente a la masculinidad del oro-Sol-día, las balas de plata contra el hombre lobo e incluso mis bodas de plata (más o menos) en esto de mi matrimonio con la música. También me río un poco de mí mismo, como si pretendiera hacer un recopilatorio de baladas a la antigua usanza. Hay un poema que he escrito al respecto por si alguien quisiera indagar más.

El disco es como un decálogo de tus vicios musicales.

Para mí es natural invocar a mis mentores y también me siento libre de ser yo mismo y de aprender de otras sensibilidades. Me hacen sentir que tengo una toma de tierra y que piso el camino de cierta tradición. El camino es anterior, pero mis pasos son nuevos.

Aunque las canciones tienen un brillo muy rockero incluso art pop, hay una apertura hacia la canción melódica y el folk clásico español. Veo detalles que recuerdan a Serrat, incluso hay temas como «Mi pequeña muerte en ti» que podría haber interpretado perfectamente un titán como Julio Iglesias.

He querido gravitar más sobre una órbita europea y latinoamericana, cercana a mi imaginario subconsciente y vital, pero sin dejar de lado mi afecto por sonidos del rock anglosajón. Es una forma de enriquecer mi repertorio y transitar una veta musical que estaba deseando desarrollar. Serrat, por ejemplo, es un artista importante en mi educación sentimental.

Hablando de truhanes y señores, tu fama de crápula te precede. De hecho, las letras evidencian una vida con más noches que el hombre lobo.

(Risas) Bueno, el origen autobiográfico siempre es para mí una fuente recurrente a la que acudir, aunque a veces confundo deliberadamente (o involuntariamente) la memoria y eso ya podría considerarlo ficción. Al fin y al cabo, realidad e imaginación no dejan de ser conceptos bastante resbaladizos. En cuanto a lo del mito noctámbulo, digamos que conozco al hombre lobo.

Este disco lo has compuesto y grabado sin tu banda habitual, All La Glory. ¿Me cuentas cómo ha sido la experiencia?

Han participado hasta 23 músicos, todos coordinados por el eje de la producción de Jordi, entre los cuales han estado también Juano, Isra y Pilar de All La Glory, y cuyo núcleo principal ha sido el formado por Sebastián Orellana e Iván Molina de La BIG Rabia, mi hermano Álvaro Suite, Javi Vega (Maga) y Álvaro Gandul. También ha sido fundamental la labor como arreglista de Rafael Cañete en algunos temas, como «Un Hit» o «Mi pequeña muerte en ti». Todos están debidamente acreditados en el libreto del álbum, canción por canción, precisamente para ensalzar su aportación y la diversidad de matices que han proporcionado. Creo que el resultado salta al oído.

 ¿Te ves en la piel del compositor que va tirando de nuevas colaboraciones para cada disco?

Sí, si ello fuera necesario o deseable. Tiene sus pros y sus contras, pero creo que los discos se pueden beneficiar de cierta savia nueva en cada entrega, aunque también me gustaría contar con cómplices más estables, sobre todo para tocar en directo.

Llevas muchos años en el tajo, ¿qué esperas de la industria a esta altura?

Espero que sea valiente y eficaz a la hora de dar cauce al arte transformador y humanista frente a la tentación del artificio, la futilidad y la autocomplacencia.

¿Y del público, qué esperas?

Del público espero que considere la música como un bien cultural, que la integre en su educación y que la use como vehículo para su expansión personal respetando y/o comprendiendo la labor de los artistas y la industria que se la proporcionan.

Con tus anteriores proyectos, especialmente con Sick Buzos, te ubicaba claramente en el rock más alternativo. Como Chencho la cosa se complica y te veo en un tránsito entre el underground y un mainstream de calidad y bien entendido.

Considero que mi música es potencialmente accesible para todo tipo de público, aunque también puede ser potencialmente personal e insobornable ante ciertas concesiones a una hipotética mayoría. Soy ambicioso y, a la vez, modesto, y hablo tanto a nivel de reconocimiento como a nivel de cristalización artística.

En Baladas de plata vuelves a tirar de situaciones y zonas comunes para los sevillanos y de ahí generas. ¿Crees que la gente de fuera de tu entorno es capaz de conectar con este costumbrismo tan localizado?

Sí, perfectamente. Creo que partiendo de lo particular se llega a lo universal y no tanto al contrario, pero no soy nada nacionalista ni localista. Soy más bien empírico.

Tu música es agridulce. Muy de perdedor. ¿Cuánto hay de victimismo y cuánto de cínica ironía en este sentimiento que imprimes a las letras y la música?

Desde que uno nace, es una pérdida tras otra, ¿no? Pero huyo del derrotismo y de la autocompasión. Hay un libro de Henri Roorda que me gusta particularmente. Se titula Mi suicidio y tiene como subtítulo “el pesimismo alegre”. A veces trato de ser optimista y solo consigo un gesto torcido en lugar de una sonrisa que también perdí en algún momento, pero no me considero un pesimista sino, en todo caso, un guerrero. Hay una guerra por esa sonrisa y yo me siento en el bando de los que luchamos por ella. La sonrisa perfecta, que decía Bukowski. La ironía, el humor, el cinismo diogenético o incluso el dadaísmo son armas imprescindibles con las que uno puede aprender a seguir adelante e incluso, por qué no, ganar.

En este rosario de nuevas composiciones, ¿cuánto hay de viejas renovadas, descartes y nuevas canciones?

Yo siempre estoy escribiendo. Al existir un contraste entre mi ritmo de composición y mi ritmo de publicación, siempre hay un número importante de canciones que se me quedan en el tintero y ocurre que soy muy fiel a las canciones, tanto en letra como en música, que considere relevantes y dignas de ser publicadas. Aún así suelo pulirlas y actualizarlas cuando entro en el estudio. «Calle Imagen» y «Salvador» son muy recientes, en cambio «En boga» o «La Fosa de Las Marianas» son readaptaciones (sólo la música, las letras son nuevas) de viejas canciones de los Buzos. «Suicidio en Hollywood» es un rescate directo de Las Muñecas, «La canción de Nadia», por ejemplo, la compuse hacia el final de la grabación de Baladas de plata, pero en mi caso, cada canción que considere adecuada, llegado el momento, puede alcanzar su oportunidad de ser grabada y publicada.

Tardaste décadas en sacar tu primer álbum y un lustro en editar su continuación. ¿Qué elementos imponen un calendario en tu ritmo creativo y de lanzamiento?

Como te decía, hasta ahora ha habido un trecho notable entre mi productividad y las canciones que finalmente han podido ser incluidas en los dos discos que llevo publicados. No es que no lo vea bien, puesto que a consecuencia de ello ha habido un proceso de depuración y selección por mi parte y por la de Jordi como productor. Quizás, y así lo deseo, en un futuro próximo consigamos una consonancia entre mi compañía, yo y, por qué no decirlo, mi público, de tal forma que ese trecho se reduzca o incluso desaparezca y podamos plantearnos lanzamientos que huelan a pintura aún fresca.

¿Podremos esperar un tercer disco dentro de dos años?

Por lo que a mí respecta sí, y puede que antes.

 

Texto: Emilio R. Cascajosa

 

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