Enfrentarse a nueva música de Phish es siempre relevante, aún cuando uno tiene la sensación de que una vez abierta la caja, lo que surge de ella le resulta demasiado familiar. Aquí es cuando colisionan dos términos, pues lo que llegó siendo relevante acabó siendo irrelevante. Seamos realistas, la musicalidad de la banda es abrumadora, algo que va más allá de cualquier lógica científica. Pero algunos de sus discos resultan, digámoslo así, complacientes.
Tocar bien, o hacerlo como lo hacen los cuatro Phish, es alto complicado. Componer grandes canciones siendo original, eso, va más allá de cualquier habilidad con el instrumento. Phish han conseguido unir esas ecuaciones en multitud de ocasiones, pero a veces se han quedado cortos de gasolina. Sigma Oasis queda en ese grupo de discos que funcionan pero no emocionan, en la senda de lo que ofrecían Farmhouse y The Story Of The Ghost. «Thread» tiene pasajes interesantes en sus más de once minutos de duración; el tema título reluce como sol de primavera; «Everything’s Right» camina en línea conocida, con ese aire positivo que caracterizan muchas de las melodías vocales de Trey Anastasio y una extensiva jam, que por contra, acaba por distorsionar el resultado final (el tema se va a los doce minutos).
Y «A life beyond the dream» es posiblemente el tema que se podrá recordar en el futuro. Big Boat, el disco anterior, tenía mucho de lo que aquí encontramos, pero había algo diferente en él, quizás porque quien se sentaba tras la mesa de los controles era el maestro Bob Ezrin. Aquí, sin embargo, la banda se ha auto producido y se ha instalado en la comodidad de la fluidez, de dejarse llevar por las canciones sin más pretensión que esa. La excelencia es marca de la casa, qué duda cabe. Pero estaría bien que retomasen la senda de Fuego, uno de los grandes discos de la pasada década, y volviesen a volar como ninguna otra banda lo ha hecho en las últimas décadas.
Texto: Sergio Martos
