Encuentros

J’aime, «que aburrimiento hacer siempre el mismo sonido»

 

Los que identifiquen a Jaime Cristóbal exclusivamente como miembro de Souvenir, el dúo de pop electrónico (y bastante más) con el que ha editado la mayor parte de su música, se habrá perdido la cara b de una carrera de lo más personal. Los lectores más avezados recordarán a The Brillantina’s, la banda de rock instrumental que formó con Jon Ulecia, Javier Noya y Roberto C. Meyer (que se transmutaban en The Glitter Souls, grupo en la estela del rock retorcido y literario llegado de Australia), y todavía antes el pop guitarrero de Ritual de lo Habitual. Ya como J’aime editó algunos singles hacia 2010-11, pero no ha sido hasta ahora mismo que los astros se han alineado para que aparezca Love & Squalor

La espera ha merecido la pena. Inspiradas en principio por una crisis en su larga relación con Patricia de la Fuente, las canciones de Love & Squalor (Jabalina Música) no tardaron en verse influidas por la muerte de su amigo Roberto C. Meyer. El estupendo resultado final de ese proceso es un disco rebosante de emoción contenida que compendia los estilos en los que Jaime ha trabajado a lo largo de todos estos años. El trayecto empieza solitario con «Lonewolf» y llega a un final feliz en «From Rhinestone to Limestone». En medio, unidos por la personalidad única de un auténtico devorador musical con un don para la melodía agridulce, suenan retazos de pop dramático arropado por cuerdas, instrumentales evocadores, pop exquisito de guitarras acústicas y eléctricas, country en francés con steel guitar, electro pop con clase o torch songs que encajarían en un disco de Dean & Britta.

Jaime es un artista elocuente. Para presentar Love & Squalor publicó en la web de su sello un esclarecedor texto que analiza influencias artísticas y vitales, y en esta entrevista intentamos ahondar algo más en ellas.

Antes de nada, ¿por qué ha tardado tanto en llegar un disco largo de J’aime? Es verdad que tendría que haber salido antes, pero fui padre y tuve que esperar. Mis expectativas eran diferentes, pero la realidad de la crianza me hizo aterrizar en una realidad que es inevitable, a menos que quieras sacrificar esa experiencia por seguir a toda costa, y me alegro de haberlo hecho así. Mi impresión previa era que las cosas podían continuar, quizá es lo que había visto a mi alrededor. Pero me sirvió mucho fijarme en artistas que admiro y que detuvieron su actividad siete, ocho años, por la misma razón, gente como Tracey Thorn o Roisin Murphy, casi siempre mujeres, por cierto.

No es normal que los autores de un disco dediquen un texto tan extenso a explicar no sólo las circunstancias que rodearon al disco, sino las referencias utilizadas. ¿Sentías que era necesario? Sí, me salió como algo no muy pensado, más instintivo. El concepto del disco lo tenía tan claro que no me parecía lógico no explicar las circunstancias de su génesis. Me parecía que le daría valor y significado. Es curioso, porque yo solía ser de la escuela de pensamiento de “qué bonito es que cada uno interprete a su manera”, pero extrañamente esto me encaja mucho más ahora. Las canciones pueden seguir significando cosas para cada persona, pero el haber sido claro y explicarlo me está trayendo muchas satisfacciones. En la masculinidad seguimos anclados en no hablar de nuestros sentimientos, no hablar claro -yo el primero- y me parece que eso incluye esta cosa de los músicos jugando a ser misteriosos. Sólo puedo decir que el hablar de lo que siente merece totalmente la pena.

Has estado escondido en multitud de proyectos. El más productivo ha sido Souvenir, bastante alejado en sonido a los demás y a este disco. ¿Crees que el Jaime Cristóbal de Souvenir ha perjudicado la repercusión de J’aime, que ha podido confundir a cierto público que no gusta demasiado del pop estiloso y electrónico? Una parte de mi yo del año 2001 quizá podría haber pensado así, siempre tuve ganas de hacer algo en solitario pero no había tiempo, margen… lo que pasa es que el Jaime de 2020 está contentísimo de haber esperado a 2010 y 11 para aquellos singles y a 2020 para este LP. A primeros de los dos mil habría iniciado mi carrera en solitario con mucha menos experiencia, poso o claridad sobre lo que quería hacer. Lo de confundir al público lo asumo y ni me lo planteo como problema… dentro de los propios Souvenir saltamos de estilo de forma bastante kamikaze, seguramente con poca visión comercial, pero… ¡qué aburrimiento hacer siempre el mismo sonido!

En concreto, pensaba en ese ambiente de romanticismo dramático, ese lado canalla de los dandies de callejón oscuro que podemos identificar con Josetxo Ezponda y similares, en el que también, y tan bien, te mueves.

¡Gracias! Sí, es posible que a quien me asocie a Souvenir le despiste lo que hago en solitario. Sólo puedo decir que mi filosofía, como con muchas de las otras cosas que hago (como mi podcast) es “haz tu movida y quien llegue a ella y le guste, pues bienvenido”… es casi infalible para tener seguidores fieles, aunque no sean masivos.

Hay dos polos temáticos en el disco, la relación con tu mujer y la muerte de Roberto C. Meyer. ¿Cómo acabaron encajando?

Extrañamente bien, porque en cierto aspecto -y en épocas muy felices de nuestras vidas- llegamos a ser una especie de ectoplasma de tres cabezas, a nivel vital y artístico… así que las crisis derivadas de mi vínculo con ellos dos parece que encajaron muy bien, la verdad. Hasta tenía canciones en las que hablaba en cierto modo de los dos, como ‘Real Change’.

A pesar de parecer un compendio de estilos muy propios de tu carrera, Love & Squalor no suena a cajón de sastre, tiene un sonido muy homogéneo, no hay canciones que suenen fuera de lugar. ¿Has trabajado cada canción por separado? ¿Tuviste siempre en mente un sonido que unificara el conjunto?

Me alegro de que te lo parezca. Aquí había canciones escritas o empezadas a finales de los 90, cosas de los años dos mil y -la mayoría- canciones compuestas ya con el disco en mente. Entonces, te diría que una vez fijada la premisa del disco, por su propio planteamiento de crónica en el tiempo, me vi con total licencia para coger esos pocos temas antiguos y renovarlos a nivel musical o de letras, para que tuvieran coherencia con las piezas más actuales. El hecho de que utilice distintos registros estilísticos es una inevitabilidad de mi propia forma de componer, lo hago con la esperanza de que todo tenga un poco mi impronta y que eso les dé unidad y sentido, y por los comentarios sobre este disco parece que lo he logrado.

Me encanta el verso que une a Vince Clarke con Gene Clark, tanto por lo que me toca personalmente, como por lo que expresa de libertad estilística y falta de prejuicios. No sé si es algo que echas en falta en el panorama musical y si te resulta fácil encontrar colaboradores de gustos tan amplios.

Ese verso ejemplifica muy bien ese enfoque heterodoxo del que charlábamos en la pregunta anterior… no es algo que eche de menos en la actualidad, pero sí cuando empecé. En aquellos años varios de mis grupos (The Glitter Souls, Souvenir) abogábamos por ese tipo de variedad bastante radical, y nos miraban rarísimo. Ahora por suerte eso está superado y que gente como Sharon Van Etten o Angel Olsen salten con total despreocupación de un disco de folk-americana a otro cargado de sintetizadores no sorprende a nadie. O que Iggy Pop grabe un álbum de clásicos de la música francesa y Cole Porter. Ha costado pero ya estamos ahí.

Hablando de colaboradores. Supongo que los llamas porque te gusta su trabajo y piensas que encajan en tu música pero, ¿acaban influyendo en el resultado final? ¿Llegan a cambiar algo que pensabas iba a sonar de otra manera?

Sí, cada uno a su manera. Alasdair quizá el que más, porque el sonido de un batería es el como el armazón de las canciones y lo que construyes encima se ve afectado directamente. De los ritmos que hice en las maquetas a cómo él les ha dado un aire propio, su groove particular, su estilo, hay un salto cualitativo de galaxias, él e Iñigo (coproductor) han hecho que el disco suene tan profesional y bonito. El resto de colaboradores también han dado su impronta, porque por muy exactas que des las indicaciones (y yo las doy mucho) siempre hay sorpresas o felices accidentes.

Hay de todas maneras combinaciones muy curiosas, como el country en francés de «Toutes Les Femmes et Aucune». Hablas de un momento muy especial durante la grabación de esa canción, pero el francés no es mi fuerte. ¿Algún significado especial en esa canción?

No es tanto el contenido de la letra en sí (una especie de retrato gainsbourguiano sobre una mujer de mil caras) como el hecho de que al hablar sobre Patricia y haberlo convertido en un dueto con ella cobró un significado muy especial, y el día de grabar la canción fue un momento de conexión muy bonito.

Hablemos de guitarras y guitarristas. Me encanta ese palabro que te has sacado de la manga, twangle. ¿De dónde sale tu estilo a la guitarra?

Me influye mucho gente como Hank Marvin o James Wilsey. La combinación de palanca de vibrato y reverb o eco me vuelve majareta, desde muy niño. Creo que la primera vez que oí ese sonido conscientemente fue con «Jóvenes» de Los Mustang, en una cinta en el coche de mi padre. Si le sumas otras influencias más “jangle”, desde los Byrds o Big Star al jangle pop de los 80, Go-Betweens incluidos, pues tendrías más o menos la formula.

Tras el arreón del primer indie, la balanza ha vuelto a caer del lado del castellano. Quizá ha habido muchos ejemplos de inglés deleznable en el pop nacional (no es tu caso), pero no me gusta ese medio vacío actual hacia el que canta en inglés. De todas maneras, ¿no crees que la conexión con el público sería mayor (y mejor), si cantaras en español? Más aún en un disco tan confesional como Love & Squalor.

Sï, es posible que fuera así si utilizase el castellano. Lo exploré en «Ciudad del mar» y me gustó, pero esto es lo que me sale, y tampoco me quiero resistir. Todo lo que se dice de que son lenguas diferentes es bastante cierto. En mi opinión, no tanto por la sonoridad sino por el silabismo, el inglés es una lengua de palabras muy cortas, de una o dos sílabas, y eso da muchísimo poder expresivo a cada verso, se puede condensar una buena frase o idea en mucho menos espacio. No me quiero poner muy filólogo con todo esto, pero es la lengua a cuyo estudio he dedicado mi vida y mi trabajo y es lo que más espontáneo me surge.

Tras escuchar el disco, me ha dado por repasar y recordar a artistas como Jon Ulecia o Ángel Kaplan, otros francotiradores exquisitos que pasan desapercibidos incluso en los ambientes independientes. Parece que ese mundo en teoría alternativo es cada vez más grande y al mismo tiempo menos abierto, y aparte de los triunfadores sólo queda sitio para refugiarse en miniescenas y minicarreras. ¿Cómo te afecta eso?

Lo has expresado perfectamente. El espacio que comentas, en el que cabrían Jon, Angel, o Roberto, los Tupper… es verdad que es una tierra de nadie muy solitaria: demasiado peculiares y personales para el aficionado medio del rock que necesita lugares comunes o géneros muy marcados, y demasiado rockeros para un público independiente y alternativo al que por principio se supondría interesado en este tipo de “raros” y diferentes. A mí supongo que me afecta echando la balanza hacia el ‘indie’ en el sentido de que estoy en un sello más de ese palo, y quizá añoro que me escuche gente del otro lado. Por suerte aquí estáis los del Ruta para ayudarme a corregir eso un poco, ja, ja, ja. Pero bueno, es la historia de mi vida, con Souvenir tampoco encajamos nunca en las estrechas chaquetas del indie patrio, que hiciéramos cosas como una versión de Wanda Jackson en clave de synthpop al parecer sonaba rarísimo. Pero era parecido con los Glitter Souls, tocando country o canciones de Silvie Vartan en el 92 en bares de rock en los que si te salías del garaje o los Stooges te abucheaban. Como te digo, nada nuevo para mí, y es que me gusta además.

 

Texto: Carlos Rego

 

 

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