No son los últimos años propicios para la edición de un doble álbum en vivo. Salvando los lanzamientos exclusivos, o no exclusivos, que coinciden con las dos ediciones anuales del Record Store Day, no son muchas las bandas o artistas que apuesten por poner en circulación un doble en directo. Debe ser cosa del pasado, de los setenta y en corto tanto por ciento, de los ochenta. Watermelon Slim, obviamente, es vieja escuela.
Y del mismo modo que tiene pendiente que sus trabajos aparezcan en vinilo —no le entra en la puñetera cabeza que tiene que hacerlo, pues su única razón para no llevarlo a cabo es que ninguno de sus familiares posee un tocadiscos—, su carrera pedía a gritos un álbum en directo. Eso sí, a su bola, pues no ha ido por el camino fácil, que hubiese sido el de recoger un directo con alguna de sus bandas regulares. No, Slim acopia dos conciertos, ambos de 2016, en los que se dedicó a viajar solo por su país, con el único acompañamiento de un lap-steel, un dobro y una armónica. One-band-man. Con un par. Lo grande de él es que entretiene y emociona. La dimensión de su música, el carisma vocal y ese don que él tiene, funciona en cualquier ramo. Por ello te lleva en volandas durante la hora y media de música, sea a través del viejo «Jimmy Bell», recordando a Kennedy en «Dark Genius», o rindiendo tributo a sus héroes con el imprescindible «Archetypal Blues». Dice que está preparando nuevo álbum. Sirva Traveling Man de gran aperitivo.
Texto: Sergio Martos
