Artículos

Nina Simone, “Los blancos tenían a Judy Garland, nosotros a Nina Simone” (Richard Pryor) / @EnRutaEnCasa

 

https://www.ruta66.es/tag/enrutaencasa/

Nina Simone (Tryon, Estados Unidos, 21-02-1933 – Carry-le-Rouet, Francia, 21-04-2003).

Nina Simone era una bestia que arrasaba escenarios, removía conciencias y esculpía canciones elaboradas con mimo y rabia. Rebotada de su América natal por los sempiternos problemas raciales, huyó lejos y aprovechó para conocer a fondo el viejo continente y al denostado pueblo africano. Aquí su historia.

Se conservaban pocos documentos visuales de Nina Simone. No abundaban mucho, pero ahora, con YouTube como fuente de contenidos, tenemos más imágenes a las que echar el guante. Hasta hace poco, sólo teníamos a buen recaudo dos actuaciones en DVD de la ampulosa artista afroamericana. Live at Montreaux 1976 es uno, demostración de las virtudes, los defectos y las manías de la diva. Lo que más llama la atención es lo extra musical; sus formas y un comportamiento extraño y distante, ese carácter impredecible. Retirada de los festivales desde 1968, volvía con el convencimiento que aquel era un público exquisito. Según ella, sí merecían esa comparecencia, aunque no la verían asomar ni por allí ni por ningún otro festival de jazz. Para aquella aparición, salió con un sencillo vestido negro.

Nina Simone sale a escena, hace una singular reverencia a un respetable entendido y respetuoso como hay pocos. Su mirada posterior intimida. Tras los aplausos se queda de pie, pensativa, fría, con ojos que atemorizan, causando respeto. Tras unos segundos de silencio incomodo, toma asiento en su piano. Comprueba el sonido, corrige la posición del micro y… Al fin sonríe. Una mueca irónica, pícara y desconfiada. Tras un “Little blue girl” certero muestra las dos caras de la moneda. Mientras bromea con su público, fulmina al operario que se ocupa de fijar el micro. Después, mientras explica una anécdota acerca de “Backlash blues”, sale otro valiente a escena a arreglar el desaguisado y se cae al suelo. Cuando esperas a que lo abronque, lo pisotee o lo humille, Nina Simone reacciona de manera diferente a como supones. Pega un brinco y después se muere de la risa. En un instante recupera el sitio para acabar la historia que estaba explicando. Situaciones al borde del delirio que explican el carácter difícil, retorcido y variable de la Simone. Era altiva y capaz de arrodillarse en señal de agradecimiento o bien, bailar mientras disecciona el siguiente corte. Se comportaba así soplaba el aire. En cambio, en Live at Ronnie´s Scott, concierto grabado a mediados de los ochenta, en un club pequeño, oscuro y lleno de humo, observamos el talante de una mujer aguerrida y concentrada que suda a borbotones; no da tregua a las canciones.

“Live”, el tercer video en discordia, son dos extractos de principios de los sesenta. Una filmación casera en un estudio de grabación ante la atenta mirada de unos fans devotos. Son veinte minutos y da un recital. Metida en faena, toca ignorando a la cámara, la única concesión la hace para presentar “Zungo”. Tres actuaciones distintas que ponen sobre el tapete a tres mujeres de diferente pelaje. La díscola y dispersa, aunque genial de Montreaux, la avezada y sufrida del Ronnie´s Scott, y la aplicada y profesional que vemos en blanco y negro. Años más tarde, se han producido varios documentales sobre su figura, el más inspirado es What happened, Miss Simone? de Liz Garbus. Una artista que a mediados de los ochenta, cuando su inspiración estaba por los suelos, consiguió un éxito inesperado por la inclusión de “My baby just take cares for me´ en un anuncio del perfume Channel 4. Todo resulta extraño en una carrera para nada convencional. La lógica brilla por su ausencia, su actividad estaba teñida de misterio. Resulta paradójico, que de su etapa más brillante, la que comprende sus siete discos para la Phillips, de 1964 a 1966, no se hayan proyectado actuaciones que imaginamos incendiarias. Por el desgarro con el que cantaba en aquel momento, su implicación con la comunidad negra mientras vivió en Estados Unidos y un repertorio que quitaba el hipo, argumentos sólidos y validos para mostrar al mundo su codicia artística.

Sus entrevistas seguían el mismo patrón que sus conciertos. Mujer impredecible, podías darte de bruces con una entrevistada graciosa, accesible e incluso seductora. Sin embargo, si el periodista de turno la cogía con el pie cambiado, esta le hundía el día. Borde y arisca, rozaba la insolencia. Una vez, Brantley Bardin le preguntó por un detalle de su autobiografía: “Si ya la has leído, ¿por qué me preguntas?”. En esa misma entrevista que concedió a la revista Detail a mediados de los noventa decía esto: “Que me comparen con Billie Holiday es un insulto, ella era una drogadicta. Lo hacían porque ambas éramos negras. Yo quería que me compararan con Maria Callas”. En otra entrevistaba remataba así: “Yo soy más del tipo de diva que era ella. Era temperamental, absolutamente única, estudió su música como nadie más de su generación. Podía establecer las normas y quebrarlas cuando le diera la gana y el mundo la iba a escuchar porque era la Callas”.

Toda esa veneración que sentía por la cantante de ópera, se convertía en una curiosa relación amor-odio con Lady Day. Amén de tocar una decena de sus canciones, subrayó que su forma de cantar le inspiró a interpretar su primer single, el estándar “I loves you porgy”. Lo dicho, Nina Simone era contradictoria por naturaleza. Julie Delpy la clava en la escena final de Antes del atardecer con “Just in time” de fondo. Con sus subidas de tono, imitando su manera altanera de mover el trasero o la forma en que cortaba una canción para empalmarla con otra. Su música te obliga a esbozar una sonrisa complice. Sus temas encajan en promociones, en trailers de cine y en anuncios televisivos, porque transmiten energía y te transporta a un mundo irreal. A Nina nunca nadie la pudo clasificar, en el fondo esa era su etiqueta: “Mi meta siempre ha sido estar fuera de cualquier categoría, esa es mi libertad´. Repudiaba el término jazz, para ella sólo tenía un significado: “Jazz es un termino de los blancos para definir la música negra. Yo hago música clásica negra”.

No tenía nada que ver con Sarah Vaughan o Ella Fitzgerald, ella era más camaleónica, sorprendía por su volubilidad, siempre tenía un as guardado en la manga. Reinterpretaba a su antojo canciones pop de The Beatles o Bee Gees y reubicaba el cancionero folk de Bob Dylan. Al rescindir su contrato con Phillips y firmar con RCA, se reinventa, empujada por el soul de la época, por el auge de Motown y de la Stax, varió su perorata. Eso sí, era imposible acertar su quiniela, dejaba la puerta abierta a posibles sobresaltos.

Nina Simone sings the blues fue el debut en su nueva casa, eludiendo los tópicos y siguiendo sus propias directrices. Interpretó con franqueza el blues, su voz de tesitura amplia le permitía destacar. En “Do I move you?” se hace muchas preguntas, pero no halla respuestas convincentes y en “In the dark” arrastra su voz junto a la armónica de Buddy Lucas. “Real real” parece un tema de la factoría de Phil Spector y “My man´s gone now” es una de las melodías más tristes que se recuerdan. Ese tema en concreto, lo cantó en una sola toma, con la sesión agonizando, una Nina exhausta sacó el nervio para reconstituir esa creación de George Gershwin. Las notas finales sacadas de su piano mientras se consume esa letanía, contrasta con el tono firme a lo Bessie Smith de “Backlash blues”. “I want a little sugar in my bowl” fue la canción que quedó para la posterioridad, es un disco que destaca por la fortaleza de su conjunto. Danny Davis, ejecutivo del sello por entonces, se ocupó de la producción del disco. Una decisión extraña, él venía de Nashville y no era algo habitual en una artista negra que se debatía entre el jazz y el soul. En la primera conversación que tuvo con Nina intentó dejar al señor en paños menores. Con su suficiencia a cuestas y un turbante blanco, entró en el despachó de aquél convencida y desafiante.

Nina: ¿Tú conoces mi música?

David: Sí, pero no tan bien como tú, Nina.

Nina: ¿Tú conoces a mi gente?

David: Si, ¡pero no tan bien como tú!

Nina: Bien, he escuchado algunas cosas bonitas sobre ti, pero tú eres blanco (sonríe). Pero mira, al final quizá podamos ser amigos.

Muestras posteriores como “Silk & soul”, “Naiff said” o “To love somebody” eran más complacientes, aunque uno de sus mayores aciertos fue adelantarse a Solomon Burke y Ray Charles con una demostración de poderío en “I wish I knew how it would be free” del pianista de jazz Billy Taylor. Pero aún así, y salvo excepciones, el músculo del contenido estaba en las letras, en el discurso. Hasta que llegó And piano, esa era otra historia. Obsesionada con ser una pianista de corte clásico, su amor por Bach y Maria Callas no tuvo la recompensa deseada: una carrera en esa onda. El desengaño fue total: ”Empecé muy pura e inocente, hasta el último momento pensé que me convertiría en una pianista de concierto. Me llevó tiempo aceptar que nunca iba a ocurrir cómo lo había soñado. Me costó entender que el mundo de la música clásica me había cerrado sus puertas para siempre”.

Con “And piano cumplió su sueño de dar todo el protagonismo a su compañero del alma. Las teclas interactúan con ella, trabaja con aplomo y libertad y su voz, suena sin complejos. Empujada por el propietario de un local en Atlantic City, al principio de su carrera se vio obligada a cantar o a pedir la cuenta. Decidió cambiar de nombre para que su madre no se enterara que tocaba en un club. Eunice Waymon pasó a llamarse Nina Simone, lo de Nina, porque un ex novio puertorriqueño le llamaba niña, y Simone, en homenaje a la actriz Simone Signoret. El cine mantuvo una buena relación con ella, sus canciones han sonado en un sinfín de películas. En Point of no return (aquí La asesina), un remake de Nikita de Luc Besson, hay media docena de canciones. De hecho, en Italia el título del film era Nina. En Stealing beauty de Bernardo Bertolucci compartía cartel con artistas jóvenes, en The Big Lebowski acertaban con “I got it bad and that ain´t good” e incluso la saga James Bond contó con “Sinnerman´.

Esta nativa de Carolina del Norte rompía reglas, con su estilo particular consiguió hitos insospechados. Presumió de ser la primera que conseguía el `Jazz Culture Award´ en 1966, un premio que antes habían recibido Jimmy Smith o Duke Ellington. Curiosamente, grabó un disco titulado Nina sings Ellington, jazz en estado puro con arreglos y big band de por medio. Años más tarde firmó With strings con peor resultado. Tiró mucho de estándar, The Amazing Nina Simone era un ejemplo, con piezas como “Blue prelude” o “Solitaire”, composiciones de gigantes como Rogers & Hammerstein o del tótem Benny Goodman. Sus primeros discos para Colpix, eran en su mayoría directos, con obras como At town hall, At Newport o At the Village Gate. Para este último contó con la presencia de Richard Pryor, por aquel entonces era aún un cómico en proyección.

En su libro I put a spell on you hay anécdota: “Él estaba muy nervioso, era como si tuviese la malaria. Le rodeé con mis brazos como si fuese un niño y le calmé”.    Se convirtió en portavoz de los afroamericanos, en situaciones límite y de alto riesgo se mantuvo firme en sus convicciones. Su discurso era claro y tajante: “Los blancos americanos se venderían a sí mismos, su alma, a sus hermanos y hermanas, incluso a sus madres por dinero”. Una vez decide abandonar Estados Unidos tras el asesinato de Martín Luther King y cantar en su entierro, no fue tratada con el respeto que merecía. Militó activamente en el Partido de las Panteras Negras, una acción muy mal vista por el entorno. Aunque al final, se sintió engañada por un partido en que había muchos cobardes. En los setenta, cuando veía que su luz se apagaba, tuvo serios problemas para volver a América, la acusaban de fraude fiscal y no cumplir con sus derechos de ciudadana al negarse en rotundo a aportar cantidad alguna en protesta por la guerra de Vietnam.

Emercency ward, su penúltima obra para RCA, era un alegato en vivo en contra de la guerra, dos temas de ese disco tenían la firma de George Harrison, “My sweet lord” con el poema de David Nelson “Today is a killer”, también la lectura de “Isn´t it a pitty”. Y en Here comes the sun cerraba con lo opuesto a lo que hizo Frank Sinatra con “My way”, una revisión ideal para bailarla hasta altas horas de la madrugada. En el ocaso de su carrera mientras enfilaba cuesta abajo, Nina Simone retorna a América. A través de un contacto que hizo en su primera etapa, grabó para CTI Baltimore, un disco deslavazado que sabía a poco, pero al que se le podía sacar jugo. Y un detalle valioso: esa hermosa fotografía de portada. En esa colección adaptaba “Father” de Judy Collins. Sentía cierta simpatía por esa hornada de cantautoras hippies encabezada por Joan Baez y Joan Armatrading. Le gustaba por su discurso crítico, pero le irritaba una cosa; se rendían a una industria con la que ella siempre había estado peleada. Nina tuvo auténticas batallas para obtener los royalties de sus canciones. No en vano, la gestión de su marido Andy Strout, de quien se divorció a principios de los setenta, fue nefasta.

Su mayor triunfo, a parte del nacimiento en 1962 de su hija Lisa Celeste, fue vivir una temporada en Liberia. Con muy pocos medios a su alcance fue un lugar en que se sintió libre. Hasta se dio la paradoja de no tener necesidad de cantar para sentirse aliviada. Lo que nadie le puede reprochar es su sana tendencia a escribir canciones de conciencia social, sobre todo los relacionados con la comunidad negra. La marcó a fuego que a los diez años, el día que daba su primer concierto en la biblioteca de la ciudad, sus padres fueran obligados a abandonar las primeras filas para que la ocuparan personas de raza blanca. Esa humillación pública la condujo a reclamar sus derechos.

Con temas denuncia como “Mississippi goddam!” en que relata el asesinato de cuatro niños negros en Birmingham y el del activista Medgar Evers en Misisipi. La primera vez que la tocó en el Carnegie Hall, los blancos pudientes reían al escuchar la introducción de Nina: “Este es un pueblo y un país lleno de mentiras, pero ya os daréis cuenta que igual que nosotros, también acabaréis muriendo”. La canción “Four women” tenía una doble lectura: era crítica con la realidad de la raza negra y además, era un himno eminentemente feminista. “Strange fruit” la cantó con el mismo pesar e intensidad de Billie Holiday. En ese sentido, “To be young, gifted and black” tenía unas connotaciones similares. Aretha Franklin dijo que la de Nina era la voz del movimiento negro.

La culminación a esa tarea fue conocer y cantar para Nelson Mandela en su 80 cumpleaños. Junto a otros invitados de renombre, Danny Glover, Stevie Wonder, Naomi Campbell y los hermanos Jackson, Jermaine y Michael. Hay una imagen del Rey del Pop cogiendo con ternura la mano de Nina Simone que ha quedado para la historia. Eso sí, ella le avisaba: “No dejes que te cambien. Eres negro y hermoso”. Tenía la idea que Quincy Jones había sido una mala influencia para él. A Nina le restaban cinco años de vida y su sueño se había hecho realidad. Ya podía morir tranquila. En el día de su muerte el gobierno sudafricano emitió este comunicado: “Nina Simone es una parte de nuestra historia. Luchó por la liberación de la gente negra. Hemos recibido con mucho dolor la noticia de su muerte”.

No se le conocen muchas imitadoras. Pocas se atrevían a eso. En tiempo, quizás Esther Phillips, y más tarde, destacó Erykah Badu. La molestaba que se la tomase a la ligera y no se prestase atención cuando tocaba. Ella no estaba allí como pasatiempo para nadie, no ocultaba su malestar si un asistente conversaba o hacía un comentario mientras actuaba. Era capaz de abandonar el recinto, montar el número o provocar un inquietante e incómodo silencio. Canceló una actuación en el Carnegie Hall porque al volver de la cena, uno de los guardias de seguridad no la había reconocido. Al día siguiente enloqueció levantando a los asistentes de sus asientos tras los quince minutos del tema “West wind” repitiendo `unify us, don´t divide us´.

Cuando se enojaba era terrible, hasta con sus íntimos. Lo explica el biógrafo David Nathan: “Una vez llegué tarde a una entrevista, pero ni el ramo de flores que la regalé mitigó su enfado. A los cinco minutos se le pasaba, pues no era rencorosa, incluso bromeaba con lo que había pasado mientras tú aún estabas temblando”. Puede que uno de los problemas de Nina fuese la indeterminación artística y que se granjeó mala fama, su relación con la prensa era prácticamente nula. Muchos de los aficionados que compraron tickets para sus conciertos se sintieron engañados. Sus frecuentes fugas del país y sus constantes desplantes, condicionaron su imagen pública. Hay gente que cree que es francesa, un error muy común. Sin embargo, y aunque durante un tiempo (ahora ya sí) su nombre no haya tenido la relevancia que merece, hay un núcleo que aprueba sus capacidades, su grandeza. Los músicos dan el visto bueno, la mayoría se deshace en elogios.

A pesar del tributo a Sarah Vaughan, Dianne Reeves reconoce que su secreto mejor guardado es Nina Simone. Al interpretar “Lilac wine” Jeff Buckley siempre le dedicaba unas palabras de afecto. Lauryn Hill se inspiró en ella para escribir “Ready or not” en el disco The Score con The Fugees: “You´re Al Capone, I´m Nina Simone”. Laura Nyro también tenía palabras de agradecimiento: “Cuando tenía quince años, recuerdo estar metida en el sonido de John Coltrane, en el de cantantes como Sarah Vaughan o Nina Simone. Siendo una mujer, toda la poesía que me llegó han convertido mis canciones en algo complejo y emocionalmente rico”. El hip-hop también le ha tendido la mano, la tenían mitificada aunque ella no conectara con ese sonido.

Talib Kweli hizo “Four women”, adaptando el discurso a la actualidad y así hablar de nuevas cuestiones como la mala influencia de Reagan, el problema con el crack y la cocaína, la destrucción que causa en el mundo una enfermedad como el sida. Las palabras de Meshell Ndegeocello, quien registró Pour une ame souveraine: a dedication to Nina Simone también calaban: “Nina fue una mensajera de nuestro corazón, de nuestra conciencia. Es imposible evaluar cuantas vidas tocó con “To be young, gifted and black”, un himno para los afroamericanos escrita en memoria de su amiga activista Lorraine Hansberry”.

Sus obras para Phillips son punto y aparte. Es su periodo más fértil, se gradúa con nota en todas las asignaturas, con esos siete discos alcanza cotas inimaginables para cualquier músico de la época. Tras colmar sus aspiraciones en la subsidiaria Colpix, y cumplir las metas y retos establecidos, había llegado la hora de dar un paso adelante. Con In concert, el único en vivo de la serie, recurre a un material atrevido. Antes que Ute Lemper o Marianne Faithfull desglosaran el cancionero cabaretero de Kurt Weill, ella hizo adaptación de “Pirate Jenny”. En general, hay una notable diferencia, las canciones tienen más cuerpo. En “Go limp”, una preciosa canción de nana, Nina muestra su cara más lúdica y comunicativa. En el álbum Broadway-blues-ballads, el conmovedor “Don´t let me be misunderstood” que popularizarían The Animals, tiene un ritmo más pausado.

Tras este aperitivo llegó I put a spell on you. Peter Gabriel dijo que junto al primero de The Beatles, estaba en una lista de sus discos favoritos de todos los tiempos. En una entrevista para Playboy, John Lennon admitió que el estribillo de “`Michelle” estaba inspirado en ese disco. Es su disco más equilibrado y homogéneo. “Ne me quitte pas” es otro de los reclamos de esta colección, coge el tema de Jacques Brel y lo parte en mil pedazos. Ya lo decía Abbey Lincoln: “para entender la música de los sesenta tienes que escuchar a aquella Nina Simone”. La poderosa “Feeling good” marca un punto de inflexión por su naturaleza. También hay fraseos a lo Ella Fitzgerald, un instrumental con la mente en Bach, gotas de rhythm & blues. Llegando al descuento, unas castañuelas se sacuden de encima un “Take care of business” festivo y folclórico. Con Wild is the wind llega la hora de reivindicar a las mujeres. “Four women”, canción prohibida en ciertos sectores por su mensaje feminista pone a cuatro mujeres en fila de a uno, las describe con frialdad y realism. Con High priestess of soul llega el cambio, el disco puente que la aleja del jazz y la acerca al soul. The Supremes y la Motown imponían una nueva ley de mercado.

En los ochenta, acuciada por sus serios problemas con el alcohol, quedó extenuada tras tanto concierto. Tampoco supo gestionar el repentino e inesperado éxito con el anuncio de Channel 4. Por ejemplo, en Boston su trompetista Freddie Hubbard tuvo que hacer dos sets completos ante el caprichoso retraso de la musa. Fodder in my wings, una obra grabada en enero de 1982 en París, traza la aventura que estaba viviendo por aquel entonces. Con influencia de la música africana, se adapta a un nuevo contexto. En los noventa, se refugió en su hermoso retiro al sur de Francia, en Bouc-Bel-air. Allí gozó de la serenidad que otorga la madurez. En ese periodo se dedicó a meditar y hacer balance a su vida. Además, donó dinero para los niños enfermos en Costa de Marfil. Pero claro, conociéndola, no todo fue paz y sosiego.

El episodio más delicado tuvo lugar en el verano de 1995. Tras avisar varias veces por la molestia de unos niños jugando en la piscina de una finca adosada a la suya, una Nina desquiciada se lía a tiros al más puro estilo Gary Cooper. De la multa no se libró, pero sí de la cárcel. El juez llegó a la conclusión que estaba incapacitada mentalmente. Meses antes obtuvo por vía judicial los másteres de más de medio centenar de canciones, un pequeño triunfo. No obstante, esa noticia no evitó más altercados. En Alemania suspende un concierto por una crisis nerviosa. Para celebrar la edición de A single woman marchó a Nueva Orleans para arroparse por la big band del pianista McCoy Tyner, uno de los integrantes de la banda de John Coltrane, artífices de A love supreme, el disco más influyente de la historia del jazz junto a Kind of blue de Miles Davis. Y a todo esto, la despedida con A single woman, ocho años después del anecdótico Nina´s back. ”Estoy muy filosófica, feliz de estar donde estoy. Ya no puedo cambiar el mundo, me conformo con esto. Me hago vieja y no tengo fuerzas para predicar y luchar como antes”.

Esta era la Nina Simone que lidiaba con el dolor, la misma que se había acomodado se prestaba a grabar el disco más honesto, elaborado y elegante de su incontestable carrera. Con unos arreglos medidos que marcan el compás y piezas que apelan a la nostalgia, caso de “Love´s been ggod to me” o “Papa, can you hear me?”. “A single woman” es una canción autobiográfica (`I am what I am´), otra mirada al pasado. Hay dos instantáneas que reinan en el libreto del disco. La de portada, es la estampa de una mujer herida y pensativa, te mira con condescendencia y esos ojos enormes que te atraviesan el pecho. Y en el interior tenemos el retrato de una dama que sonríe, convencida de que ha hecho lo que debía. Y que dejaba esta reflexión: “¿Sabes cuál es mi esperanza real? Espero que la música os haga amar un poco más, aunque cuando eso pase, volverá otra vez el negocio a manos de los políticos”. El malogrado y maldito Chris Whitley, con Hotel vast horizon, un disco de blues enfermo y baladas seductoras sobre perdedores, cantaba esto: “No puedo cantar como Nina Simone, pero tampoco puedo susurrar una condena”.

Texto: Toni Castarnado

Artículo publicado en el Nº 237, abril del 2007

Lee más artículos clásicos en: https://www.ruta66.es/tag/enrutaencasa/

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Contacto: jorge@ruta66.es
Suscripciones: suscripciones@ruta66.es
Consulta el apartado tienda

Síguenos en Twitter