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La censura en los discos del rock en el franquismo / #EnRutaEnCasa

El autor, Xavier Valiño, muestras sus codiciadas piezas (Foto: Óscar Corral)

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“Grupos USA drogadictos del lumpen: los HIP -hippies- cuya filosofía está basada en el sexo”

Sí, la portada de Sticky Fingers de los dedos grasientos saliendo de una lata de melaza es exclusiva de España y toda una pieza de coleccionista. En el resto del mundo los ‘dedos grasientos’ de los Stones se referían a algo bien distinto, la masturbación, envuelta su portada por la foto de unos ceñidos pantalones vaqueros diseñados por Andy Warhol a los que se le abría su cremallera para descubrir los calzoncillos de Joe D’Allessandro, actor fetiche de Warhol. ¿Y por qué fue así? Porque a los censores del régimen de Franco les pareció inapropiada la portada internacional. La censura que funcionó durante los 40 años del régimen franquista tuvo en el rock uno de sus objetos predilectos de actuación. Estas líneas son un resumen del libro La censura musical en el franquismo publicado en Editorial Milenio.

La censura, instaurada en principio de forma provisional ya en los primeros días de la Guerra Civil por el bando nacional, se aplicó durante 40 años inexorablemente a toda la cultura y a los medios de comunicación. En la literatura, el cine, el teatro o los medios, la censura fue especialmente severa hasta la Ley de Prensa e Imprenta de 1966, que, a pesar de intentar mantenerlos dentro de unos ciertos límites, acabó por convertirse en la medida más importante de los últimos años del franquismo en la liberalización del país, abriendo unos mínimos resquicios de apertura, tolerancia y pluralidad aprovechados para acelerar la descomposición del sistema.

Sin embargo, en el mundo del rock sucedió todo lo contrario, siendo la censura más rígida a principios de 1970. Comprensiblemente, todo tiene que ver con que a partir de 1957, con la llegada del microsurco y la -relativa- mejora de la situación económica de la sociedad española, los discos empezaron a ser más asequibles, con la lógica expansión en los siguientes años de los tocadiscos y de los vinilos. En ese momento, el franquismo se dio cuenta de la amenaza que representaba la música pop foránea, como incluso reconoció sin reparos en el preámbulo de una de las normas promulgadas que obligaba a programar el 75% de música española en las emisoras.

Así, a mediados de los años 60 se establece una doble vía de censura, a mayores de la autocensura que podrían imponerse los propios compositores o de la autocensura de la propia industria discográfica, que decidía arbitrariamente que muchos discos se quedaban sin editar en España. Por una parte, estaba la censura de la Dirección General de Radiodifusión y Televisión del Ministerio de Información y Turismo, calificando los discos como radiables o no radiables, aunque casi nunca se explicase por escrito cuáles eran los motivos. No era de extrañar que un disco grabado y publicado tras contar con su previa autorización fuera calificado como no radiable, lo que significaba prácticamente el final de su difusión pública y su suicidio comercial.

Con la expresiva denominación de Textos gramofónicos calificados como “no radiables” se prohibieron para su radiación pública desde el 16 de septiembre de 1960 hasta el 9 de octubre de 1977, de forma oficial y a través de los correspondientes listados, 4.343 canciones. Una vez censurados los discos, las listas con las canciones proscritas se enviaban multicopiadas a todas las emisoras del país. Ya en las emisoras, las formas que tenían cada una de evitar la difusión de esos discos eran de diversa índole, especialmente en Radio Nacional: desde escribir encima de la carátula del disco y en la etiqueta interior las palabras ‘no radiable’ o ‘prohibido’ hasta rallar el vinilo con un punzón, haciéndolo prácticamente inservible, o, también, pegándole encima cinta adhesiva.

La segunda vertiente de la censura en el rock se llevó a cabo en la Dirección General de Cultura Popular y Espectáculos -con distintas denominaciones durante los años- del mismo Ministerio, empleándose a fondo en supervisar los textos de las canciones y las carpetas de los discos. A partir de 1970, cuatro censores-lectores que por las mañanas censuraban libros se dedicaron, bajo contrato, a hacer lo propio por las tardes con los discos para tener unos ingresos extra, dejando por escrito sus curiosas anotaciones sobre sus razones para censurar una canción.

Tomemos, como ejemplo de innumerables casos, el de la canción “Good Vibrations” (“Buenas vibraciones”), el tema de The Beach Boys, cuando se presentó a consulta voluntaria formando parte de un disco predominantemente instrumental titulado Good Vibrations (Buenas vibraciones, 1971) del intérprete Hugo Montenegro. En ese álbum sólo había cuatro canciones cantadas, entre ellas este “Good Vibrations”, que fue censurada por su “sentido totalmente erótico, en el que se subliman las excitaciones sexuales”, según el censor.

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A este comentario se le añadía el siguiente: “Esta letra pertenece a los ambientes de los grupos USA drogadictos del lumpen: los HIP -hippies- cuya filosofía está basada en el sexo. La acción sexual según sus efectos determina la bondad o maldad de la acción. De ahí que esta subclase USA que está tratando de cambiar radicalmente la moralidad USA se haya convertido en una amenaza social. La letra habla de ‘Good Vibrations’ -buenas vibraciones- frente a ‘Bad Vibrations’ -malas vibraciones-, que equivale a los actos sexuales. Esta filosofía no es conocida por el público español pero aun y todo, si se tiene en cuenta que el disco es para la juventud y que está en un inglés que se entiende demasiado fácil la letra y que psicológicamente las ‘vibrations’ se asocian inmediatamente al orgasmo, creo que daría pie a muchísimos jóvenes a bailar por parecer graciosos en forma procaz. Considero, además, que su autorización daría pie a las revistas de tipo musical a ofrecer la letra en castellano. Por todo ello, considero que no debe autorizarse”.

La otra censura ejercida por la Dirección General de Cultura Popular y Espectáculos fue la de las portadas de los discos. Los censores se encargaban de visar las carpetas que se enviaban desde las discográficas para comprobar que no atentaban contra la moral y las buenas costumbres, la religión o el régimen político, los motivos principales de su prohibición. En los archivos en los que se custodian los partes de los censores de ambas Direcciones Generales -y, por lo tanto, de los que se puede extraer qué canciones fueron prohibidas o calificadas como no radiables-, no se conservan las portadas censuradas. Simplemente se custodian unas hojas de entrada de los discos, con un número que no corresponde con su depósito legal, sin título alguno, y sobre los que los censores anotaban su autorización o prohibición.

Muy probablemente, alguien se deshizo de esas portadas porque simplemente no entraban en las cajas comúnmente conocidas como AZs, al ser de un tamaño mayor. Así que todo lo que podemos es aventurar que una portada fue censurada porque es distinta a su edición internacional y porque contiene algo que probablemente a uno de aquellos censores de entonces le puede haber parecido reprochable.

En cuatro pueden resumirse los motivos de la prohibición de edición de las carpetas originales en España: su contenido moral, político, religioso o social, que los lectores entendían inapropiado. Se pueden contabilizar un centenar de carpetas modificadas por la acción de la censura, empezando por el ya citado y conocido caso de Sticky Fingers de los Rolling Stones, hasta las modelos del Country Life de Roxy Music, agrandadas para que no se vieran en ropa interior, pasando por discos de Los Brincos, New York Dolls, Leonard Cohen, Alice Cooper, John Lennon, Atomic Rooster, Elephant’s Band, Birth Control, Brian Eno, Veneno, Blue Mink, Jellybread, Frank Zappa, Eric Clapton, Caravan, Yes, The Velvet Underground, The Who…

Como ejemplos, la grandiosa tropelía acometida con el culo que aparecía en la portada del recopilatorio de bandas alemanas Mama Rock And The Sons Of Rock´N´Roll, convertido por obra y gracia de la censura en la parte trasera de un elefante, o el álbum Sabbath Bloody Sabbath de Black Sabbath, en el que la portada internacional con el gigantesco demonio y el número de Satanás bien visible, el 666, presidiendo una cama en la que se podía ver a varios hombres y mujeres desnudas, fue reemplaza por la fotografía de la contraportada del original, con un hombre que da la impresión de estar en su lecho de muerte y varias personas a su alrededor que parecen llorar su desaparición.

La censura de las carpetas de los vinilos no acaba en las portadas de los discos, sino que también afectaba a las contraportadas, carpetas interiores desplegables, posters o libretos interiores. Por ejemplo, el poster eliminado en el White Album de The Beatles, para no mostrar a Paul y John medio desnudos en fotos o dibujos, o los libretos de Red Rose Highway de Wings, cambiando unas fotos de modelos desnudas por otras repetidas del grupo. El más memorable es el libreto interior de Quadrophenia de The Who, en el que alguien tuvo que invertir muchas horas pintando bikinis y bragas a un montón de fotografías de chicas desnudas que aparecían colgadas en el dormitorio del protagonista.

En las contraportadas se eliminaron textos conflictivos, como el que aparecía en Radio Ethiopia de Patti Smith o el del álbum John Wesley Harding de Bob Dylan, que fue sustituido por una biografía más inocente. En la contraportada de Puente sobre aguas turbulentas de Simon & Garfunkel se intentó tapar de forma un tanto chapucera las palabras ‘making love’ (‘haciendo el amor’), mientras que en la de Below The Belt de Boxer la explícita imagen de la entrepierna de la chica quedó cubierta por un cinturón de boxeo; curioso en un disco que mostraba un par de pechos por primera vez en España en una portada, aunque así puede que pasase más desapercibido lo que de verdad había en la parte de atrás.

Otra forma muy socorrida de evitar problemas fue la de eliminar las carpetas desplegables o substituirlas por otras. Casi todos los discos de Ohio Players de mediados de los 70 sufrieron en España algún tipo de amputación en sus carpetas. Por supuesto, por aquí no vimos el coche-falo de For Ladies Only de Steppenwolf, las mujeres desnudas en un prado de The Black Man’s Burdon de War o el David Bowie semidesnudo en Aladdin Sane. Pero de ahí a pintarles tres calzoncillos grises casi inapreciables a los recatados desnudos en un pajar de los componentes de Grand Funk en la carpeta desplegable de We’re An American Band aún hay un trecho.

Algo similar ocurrió con las carpetas interiores desaparecidas en varios discos: el carnero en un caldero del Goats Head Soup de los Rolling Stones o las palabras tachadas en el Minstrel In The Gallery de Jethro Tull. También sufrieron amputaciones el troquelado de Two Sides Of The Moon de Keith Moon, la tierna foto de la líder de Mama Lion amamantando a un cachorro de león en Preserve Widlife -totalmente relacionada con su título (Preservemos la vida salvaje)- o la foto de la chica desnuda que podía verse a través de la cerradura del Thunderbox de Humble Pie, substituida por una ampliación de su cara.

Están, además, todos aquellos discos que aparecieron con canciones de menos porque era la única forma de poder editarlos tras la censura de alguno de sus temas. Entre ellos se cuentan The Beatles, Rolling Stones, Lou Reed, David Bowie, The Who, Jethro Tull, Frank Zappa, Jimi Hendrix, Leonard Cohen, Can, Bread, Donovan, Nilsson, Nazareth, Crosby, Stills, Nash & Young o hasta los inocuos The Osmonds. Quizá el caso más curioso sea el de Doctor Pop, a los que obligaron a retirar su single “Sofía” y cambiar el título y las menciones en la letra por “Lucía”, para evitar ofender a la futura Reina de España.

Queda para el final uno de los más memorables. Se trata del disco The Classic German Rock Scene de Embryo. El grupo, que había titulado una de sus canciones “Espangna si, Franco no” en su disco Rache, intentó hacer una gira por España en 1972. Aquí el título de esta canción quedó reducido por la censura en la contraportada a “Espangna si,” -así, con la coma, como dando a entender que al título le faltaba algo- en el recopilatorio de sus dos primeros álbumes bajo el título de The Classic German Rock Scene para poder publicarse, pero nadie, especialmente el censor, reparó en que en la carpeta interior se reproducía íntegramente el título completo, comentando, además, sus problemas con las autoridades españolas.

Al editarse de nuevo en España ya muerto Franco, el grupo, que se lo había tomado como hay que tomarse estas cosas, lo retituló “Espangna si, Franco finished” (“España sí, Franco acabado”). Y ésa es la frase que mejor puede concluir este repaso por la absurda censura en los vinilos de aquellos años: España sí, Franco acabado.

 

Texto: Xavier Valiño

Artículo publicado en el número 279 de febrero del 2011

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