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Kraftwerk, el pentágono eléctrico / #EnRutaEnCasa

 

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En 1967 hubo una ruptura con la estructura musical dominante impuesta por los Beatles y los Stones. La influencia del R&B que había dominado tantos años, se abandonó a favor de estructuras experimentales prestadas del free-jazz, de la música étnica y derivadas del consumo de drogas. En Inglaterra aparecieron Pink Floyd y Soft Machine; en la Costa Oeste Grateful Dead y Jefferson Airplane; y en Nueva York Velvet Underground. Esta escena musical se acompañó de la revolución sexual, la experimentación con las drogas y los nuevos movimientos emergentes como el feminista, el gay y los pacíficos. Musicalmente, a la Europa continental tardó mucho en tomarse en serio. A Francia y Alemania se las consideraba poco más que países generadores de bandas para abastecer el Festival de Eurovisión. Los sucesos de París en mayo de 1968 fueron el inicio para que salieran a la luz nuevas corrientes que finalmente consiguieron que se realizasen reformas sociales y políticas que Francia necesitaba.

El país más influenciado por los sucesos de París fue Alemania. A diferencia de Estados Unidos, aquí no había Guerra de Vietnam. La juventud alemana estaba muy afectada por la Guerra Fría, la tensión entre las dos Alemanias y fuertemente marcada por la sombra del nazismo y la Segunda Guerra Mundial. Esas ganas de romper con el pasado, y con la inercia de París, dio como resultado una vibrante una escena cultural que intentaba recuperar su identidad perdida. Artistas como Joseph Beuys, Gerhad Richter y Anselm Kiefer comenzaron a explorar. Un nuevo mundo se abrió para estudiantes de cine como Rainer Werner Fassbinder y Wim Wenders. Y también un puñado de estudiantes de música avant-garde se empezó a interesar en estos cambios. De todos los grupos que surgieron, hay tres que destacan especialmente por ser los más influyentes en la escena internacional: Can, Tangerine Dream y Kraftwerk; a los que habría que añadir Amon Düül II, Ash Ra Tempel, Guru Guru, Neu!, Faust y Cluster.

Analizamos los cinco discos definitivos de una banda, Kraftwerk, que marcó un tiempo y un lugar.

 

AUTOBAHN (Philips, 1974)

Tras un arranque discreto como Organisation y su único coyuntural álbum Tone Float (RCA, 1970), Florian Schneider y Ralf Hütter fundaron Kraftwerk. Después de una evolución desde un kraut amorfo y enervante, se llegó al cuarto álbum y se produjo el estallido. Autobahn es la obra cumbre de Kraftwerk y una de las banderas que orgullosamente enarbola el krautrock. Aquí cobra más que nunca la definición de disco trascendental. Es el disco que inventa el pop moderno electrónico. Un zarpazo al mundo del rock, cuyas guitarras dominaban dictatorialmente el espectro. Kraftwerk rompió las normas, sentó las bases y empujó para que el sintetizador ocupase un lugar relevante en la historia: en 1978, el Óscar a la mejor banda sonora se lo llevó el tema «Chase», composición de Giorgio Moroder y perteneciente a la película El Expreso De Medianoche. Por primera vez en la historia, una canción hecha exclusivamente con sintetizadores se llevaba el galardón ante el pasmo de John Williams y Ennio Morricone que competían con sus orquestaciones clásicas en Superman y Días De Cielo.

Con el elepé, Florian y Ralf reflejan la conexión existente entre la monotonía de las autopistas y la vida diaria. Técnicamente, parte del éxito estaba en el dominio de la tecnología puesto que lograron por primera vez enlazar las cajas de ritmos a los sintetizadores por medio de los secuenciadores. En Autobahn se lanzaron a explorar el potencial pop que tenían los sintetizadores. La portada yuxtapone los dos símbolos del éxito económico mundial de Alemania de la posguerra. En la parte izquierda, el Mercedes, símbolo del transporte de la clase rica. En la derecha, el Volkswagen Beetle, el transporte de las clases media y trabajadora. Divertida es la anécdota de la letra de «Autobahn». Donde cantan “wir fahr’n fahr’n fahr’n auf der autobahn”, la gente entendía (y cantaba) “fun fun fun auf der autobahn”. Por eso les llamaron los Beach Boys de Dusseldorf, por la semejanza con «I Get Around». Fue el último disco que hicieron con el mítico Konrad «Conny» Plank como productor y, también, el último que grabaron en sus estudios de Colonia. Con las ganancias de la gira crearon Kling Klang, su propio estudio de grabación. Ubicados en el número 16 de la calle Mintropstraße de Dusseldorf, en interminables jornadas laborables de ocho horas aquí gestarán todos los restantes elepés. Con la incorporación de Karl Bartos, a sumar a la Wolfgang Flür, la banda ganó estabilidad y es la formación clásica que grabará los siguientes cuatro de los cinco discos clásicos de su discografía.

 

RADIO-ACTIVITY (EMI, 1975)

Tras el éxito de Autobahn, firmaron con EMI y para el nuevo álbum decidieron que tenía que tener un concepto que hilara todas las canciones: Radio-Activity. Musicalmente, el elepé se construyó como un poema épico dedicado a la era de la electrónica y la energía nuclear. Regresaron a la fascinación industrial de los primeros discos. De las doce canciones, solo dos son pop: «Radioactivity» y «Antenna». Con la temática nuclear reflejaban la preocupación política del momento. Por aquel entonces estaba el auge del movimiento antinuclear al mismo tiempo que el Partido Verde iniciaba su fulgurante ascensión, y pusieron a Kraftwerk en la mirilla de sus denuncias alegando que estaban burlándose de la gente. Para colmo se hicieron unas fotos promocionales en una central nuclear en Holanda lo que desató la ira de los ecologistas. El disco cierra con el humorístico «Ohm Sweet Ohm», que además muestra toda la fuerza compositiva de Florian y Ralf. Un trabajado ejercicio de pop electrónico industrial. Es más denso (y desordenado) en comparación con el hipnótico Autobahn o el pop racionalizado de los posteriores álbumes, pero consiguieron que todo mundo se interesase por el sintetizador Moog. El cineasta Rainer Werner Fassbinder quedó tan impresionado con el disco que uso partes para las películas Ruleta China y Berlin Alexanderplatz.

 

TRANS-EUROPE EXPRESS (EMI, 1977)

Abandonaron la música experimental y se adentraron en áreas más melódicas. Fascinados por los medios de transporte, otro álbum conceptual, esta vez inspirado en un viaje en tren por Europa a través de la red ferroviaria internacional del mismo nombre. La presentación del disco se realizó en la parisina gare du Nord, desde donde partía el Orient Express. Está repleto de grandes canciones como esa utopía de una Europa sin fronteras («Europe Endless») hasta la más poderosamente memorable como «Trans-Europe Express». El repetitivo ritmo del sonido del tren da paso a la batería más funky hasta la fecha. Una deriva hacia la música bailable, la sintetización de los sonidos avant-garde con la música pop. La canción contiene la frase “station to station” en homenaje a los devaneos musicales de la banda con David Bowie que finalmente nunca se materializaron. La posterior influencia del disco es enorme. En los estertores del punk, una legión de bandas empezaron a desarrollar música industrial/noise como Throbbing Gristle y Cabaret Voltaire, a los que les siguieron D.A.F., Einstürzende Neubauten hasta llegar a los años noventa con Nitzer Ebb, Front 242, Nine Inch Nails y Laibach. Resultado: Uncut, Allmusic, Mojo o Rolling Stone coinciden en otorgarle la máxima puntuación posible.

 

THE MAN-MACHINE (EMI, 1978)

El punk dio paso a otra escena: la new wave, que incorporaba otros instrumentos como los teclados y el saxo, pero no el sintetizador. Kraftwerk, otra vez, se pusieron a la vanguardia del nuevo género utilizando éste. La portada es un homenaje a la obra de El Lissitzky, el artista ruso de la corriente de los constructivistas que predicaban el futurismo: los humanos buscaban la asimilación con los robots, las máquinas debían servir a los individuos. La combinación de ritmos electrónicos y precisas melodías simbolizaba la aproximación que buscan hacia sonidos limpios y eficientes. Es música menos germánica, más musical y espiritualmente europea. Tanto es así, que por primera vez se escuchó hablar de la sensualidad electrónica o del calor de las máquinas. En consonancia con el título del disco, Kraftwerk había perfeccionado la síntesis de inyectar sensibilidad mecánica a su equipo y extraer a cambio otra sensibilidad mecánica. The Man-Machine presentó al grupo habiendo completado la metamorfosis, tal como los conocemos hoy en día. Este elepé representa la «weltanschauung» (visión del mundo) que tiene Kraftwerk. La música les permite aparecer como ingenieros de sonido que trabajan en perfecta simbiosis con sus máquinas para el entretenimiento de las masas. En plena explosión punk, en contraste con dicho movimiento que estructuraba su sonido en las guitarras, dieron lugar a otra nueva generación de grupos, sobre todo en Inglaterra, que lo hacían con los teclados: Ultravox, Human League, OMD, Simple Minds, Soft Cell y Depeche Mode. The Man-Machine fue increíblemente otra vez por delante de su tiempo.

 

COMPUTER WORLD (EMI, 1981)

La publicación se demoró por las profundas modificaciones y restructuraciones que se realizaron en los estudios Kling Klang. Los ordenadores y los medios de comunicación estaban haciendo un mundo más pequeño y Computer World continúa la ambición del grupo de crear una música lo más universal posible. Fue una reflexión a la dependencia del ordenador. Denunciaban su fuerte influencia que incluso se dejaba notar en el lenguaje diario… ¡en 1981! Dentro de esa celebración de la microtecnología, esconde una advertencia sobre los peligros del mundo de la informática. Muchas canciones en realidad tienen un mensaje cautelar, advierten de la pérdida del individualismo a la que podría llegar. Lo clavaron. Así, es un álbum totalmente político. El tema «Computer World» denuncia a las máquinas, a la policía y a las instituciones financieras. El disco pretende transmite la idea de que el mundo actual tiene que comprender que ya no está formado por individuos libres, somos parte de un engranaje que son movidos por los ordenadores. Es un disco muy elaborado. Cada nota parece haber sido diseñado a la perfección, es un disco de orfebrería. El álbum preferido de Karl Bartos.

Texto: Manuel Beteta

Artículo publicado en el nº 305 de junio del 2013

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