Rutas Inéditas

¡Malditos Seáis! Simon Carmody

Músicos malditos. Músicos de culto. Músicos a los que sólo conocen cuatro gatos. La atracción por esos artistas cuyos innegables méritos artísticos no reciben la merecida respuesta del público siempre ha estado ahí. El gusto por escarbar en discografías subterráneas y descubrir pequeños tesoros semienterrados es inherente al aficionado al rock menos acomodado. Simon Carmody, vaya pasando.

 

Resultado de imagen de simon carmodyCuentos de la Horda Dorada

 

Hablar de Simon Carmody es hablar de una de las figuras más personales del rock irlandés de los ochenta y parte de los noventa, por más que las crónicas oficiales suelan acusar amnesia al respecto. Y hablar de él supone, asimismo, hablar obligatoriamente de The Golden Horde, la banda en la que ejerció de frontman y principal compositor. Talentoso y carismático, con una voz y sobre todo una imagen muy particulares, Carmody legó al frente de los Horde –y en algunos proyectos paralelos- una música por la que el tiempo, afortunadamente, no parece haber pasado. Situémonos empero, y como siempre, en tiempo y lugar.

Dublin, finales de 1981. Una embrionaria formación de lo que acabaría siendo la banda citada empieza a tomar forma hasta su presentación oficial en un concierto hoy legendario el 1 de enero de 1982, en el Hirchfield Centre de la capital, con nada menos que trece músicos en escena. Un número difícil de gestionar, que irían reduciendo con constantes idas y venidas de personal antes de establecerse finalmente como quinteto al año siguiente con Des O’Byrne a las seis cuerdas, Donal Murray a las cuatro, Peter O’Kennedy tras la batería, y con el propio Carmody secundado en voces de apoyo por Bernie Furlong. Resultado de imagen de simon carmodyLlaman a la puerta de Hotwire Records, sello recién fundado por Eamon Carr, antiguo batería de Horslips y preparan lo que será su presentación en vinilo, un EP de siete pulgadas con cuatro temas que rezuman grasiento rock’n’roll infectado de garaje sixties y punk de la (por entonces no tan) vieja escuela. Dig That Crazy Grave (1984) satisface a la prensa especializada al tiempo que les pone en la misma liga que The Stingrays, The Prisoners, The Milkshakes o los mismísimos Barracudas, bandas todas a las que telonearán en sus respectivas visitas a Dublin. Fogueándose en directo maquinan su siguiente paso, el cual llegará en 1985 en formato de mini LP también de la mano de Hotwire y producido -como el debut- por el amigo Eamon. Titulado The Chocolate Biscuit Conspiracy y firmado a medias –en una insólita entente- con el escritor, psicólogo, ocultista y experto sobre teorías de conspiración Robert Anton Wilson, las seis canciones del disco supondrían un exitoso experimento al mezclar la energía y las melodías de la banda con los textos y pasajes recitados –en un par de temas- a cargo del autor de la famosa trilogía The Illuminatus! La nota de prensa del sello en su momento define de forma inmejorable lo que uno encuentra en los surcos de este peculiar trabajo: “El concepto que hay detrás de este álbum resulta de combinar la obsesión de The Golden Horde por el surf y el bubblegum de los sesenta desde una óptica trash, con la actual conciencia psicodélica de Robert Anton Wilson”. Coincidencia absoluta al respecto cuando la aguja se pasea por encima de aciertos como «Black Flag», «Little UFO», «The Chocolate Biscuit» o «Young and Happy», este último extraído como single.

 

Aquí toca hacer un alto en el camino porque, aunque la banda sigue actuando sin descanso en su ciudad ya sea como nombre principal, ya sea subiendo el listón como teloneros (abren para The Pogues, Ramones, The Damned…), a finales de julio entraría en escena un viejo conocido de la banda. Remontémonos no obstante a su primer encuentro, justo un año antes:

en junio de 1984 Simon contactó con Nikki Sudden y Dave Kusworth, con quienes ya le unía una cierta amistad, para que se acercaran a Dublin con la intención de colaborar y grabar algunos temas juntos. Y pillarse unas buenas juergas, obvia decirlo. Los dos jacobitas aceptaron la invitación, pasando unos magníficos días en la Isla Esmeralda junto a Simon, Peter, Donal y Karl Stephenson, uno de los efímeros baterías en la primera formación del grupo. Ensayos, risas y whiskey que ahora, justo un año después, se repetirían pero con un resultado mucho más concreto. A la nueva llamada del cantante, Nikki tomaba de nuevo el ferry para encontrarse con su amigo. A instancias de Eamon Carr (o eso dicen, nadie lo recuerda con detalle), ambos deciden formar equipo con Johnny Fean, antiguo compañero de Carr en los Horslips, y grabar diez maravillosas canciones acústicas, cargadas de melancolía y corazones rotos. Repartiéndose composición y voces, los tres darían a luz un trabajo excepcional, uno de los mejores discos de culto de la década, bajo el título de The Last Bandits in The World. Pero Simon y Nikki, afinidad y amistades aparte, tenían cada uno sus proyectos, así que tras una última sesión para grabar un tema adicional –«Christmas Morning»- editado como single casi al tiempo que el elepé, vuelven cada uno a sus quehaceres.

Resultado de imagen de simon carmodyDe hecho apenas pasarían dos meses hasta que Simon y su banda se metieran de nuevo en el estudio junto a Carr para grabar tres nuevas canciones. A «Crash Pad Chick», «I Knew Sky» y «The Name On the Bullet Was Mine», (esta última una de los puntos altos de su repertorio) acabarían añadiendo las remezclas de otros tres temas ya aparecidos en su EP de debut, lanzando al mercado un nuevo mini LP titulado In Reality (1986). A la postre su último trabajo oficial hasta un lustro más tarde, a su edición le siguieron una serie de cambios: Sam Steiger entró como segundo guitarra, mientras que Donal Murray cedería su puesto a John Connor. Bernie también dejaría el grupo poco después, así que Simon se tomó otro respiro y, junto a Gavin Friday –algunos lo recordarán como cantante The Virgin Prunes- grabó una muy notable de «You Can’t Always Get What You Want», editada en siete y doce pulgadas por Baby Records en 1987.

Con la nueva formación en marcha, Los Horde pasan meses y meses encerrados en el estudio, en dos sesiones distintas. La primera, con Paul Thomas a los controles, y la segunda con Denny Cordell. El material registrado en ambas sigue archivado en algún almacén, inédito, a la espera de que alguien se anime a desempolvarlo. Por otro lado se dedican al directo, en un periodo –hasta finales de 1988 aproximadamente- en el cual no dejan a ninguna audiencia indiferente. Su show por aquel entonces incluía a las llamadas The Fabulous Charlottes, un par de gogós que bailaban metidas en jaulas, en ocasiones ataviadas solo con pintura corporal fosforescente. Pero excentricidades aparte, la base de sus espectáculos era el rock –sucio, emotivo, visceral- que escupían los amplis, de nuevo en muchas ocasiones abriendo -o compartiendo cartel- para gente como Zodiac Mindwarp, The Nomads o The Celibate Rifles. Entre bolo y bolo tienen tiempo también para varias sesiones para la BBC y la RTE, colaboraciones con gente como el pirado de Aidan Walsh, con The Stingrays (bajo el alias de Duane Ripley & His Go-Go Set) o incluso con Mick Blood de los australianos Lime Spiders; y casi como guinda, su aparición en el Eurorock Festival 88 celebrado en Groningen. Y digo casi porque si algún evento cierra esta etapa por todo lo alto fue el que se celebró el 11 de diciembre de 1988 en el Olympia Theatre de Dublin, en el que participaron junto a nada menos que The Waterboys, The Pogues, Hothouse Flowers, Mary Coughlan, Something Happens y The Dubliners. Un espectáculo a beneficio del hospital infantil de Temple Street que incluía cómicos, DJ’s y demás y que Simon y los suyos consiguieron, durante su set, convertir en un desmadre absoluto: el público saltaba y brincaba sobre las lujosas butacas, el stage-diving era constante…una pura fiesta. El final con los monitores, altavoces, pies de micro y guitarras destrozados y humeantes entre el escenario y las vallas provocó que el teatro les prohibiera volver por allí en la vida. Un veto que se saltarían dos años más tarde al actuar allí de nuevo como parte de una gira por el Reino Unido e Irlanda, esponsorizada por la cerveza Tennents, junto a The Honey Thieves y The Blue Angels. Lejos de hacerse perdonar, obtuvieron una nueva prohibición cuando durante su actuación el público arrancó las dos primeras filas de asientos. No debían ser muy rigurosos en sus archivos la gente del Olympia porque aunque parezca cachondeo, en febrero de 1992 varios miembros de la banda volvieron a subir a su escenario como invitados de An Emotional Fish, aunque en esta ocasión no me constan incidentes remarcables.

Resultado de imagen de simon carmody hordeFlashback a 1989. Simon y Nikki volvieron a encontrarse, pero esta vez por motivos menos lúdicos. En la Navidad de 1989 un conductor borracho mató a Karl Stephenson y sus amigos se reunieron para el funeral. De ahí surgió la idea de reactivar a los Last Bandits y grabar «The Angels Are Calling», canción compuesta por Sudden en memoria de Karl. En esta ocasión sin Fean, Simon y Nikki contaron con los Horde prácticamente al completo más Steve Wickham y Anthony Whistlewaite de The Waterboys. Editada como maxi con «The Dalkey Rake» en la cara B, pronto se convirtió en una pieza más que buscada por los coleccionistas de medio mundo. A día de hoy puede calificarse de prácticamente inencontrable.

Volvamos no obstante a Simon y sus muchachos, ese mismo año; si hasta entonces el grupo había rechazado ofertas de algunos sellos importantes negándose a las condiciones de estos –lo habitual: ablandar el sonido, sonar parecido a las bandas que triunfaban en los charts, etc.-, en esta ocasión dieron el sí a Mother Records, pasando a ser la primera referencia del sello propiedad de U2. Con ellos editarían casi de inmediato «100 Boys», y un tiempo más tarde «I Never Came Down», dos primeros singles que endurecían su sonido en la dirección Ramones / Dictators que llevaban tiempo enfocando en directo. Así, si no era extraño el nombre de Rey en los citados singles, tampoco lo fue el de Andy Shernoff para el resto del elepé homónimo que acabaría viendo la luz en 1991. Un impresionante trabajo cargado de riffs y melodías memorables, y que incluiría aparte de los dos sencillos ya editados otras gemas como «Paula», «House of Girls», «Endless Weekend», «Rorschach», «Hell» o muy especialmente ese magnético medio tiempo acústico –a dúo con Maria McKee- titulado «Friends in Time», el cual se convertiría en el mayor éxito de la banda en toda su trayectoria. Irónico, cuanto menos, en una carrera como la suya, pero indiscutiblemente merecido: la canción es una maravilla, por más que el paródico clip del tema sean unas risas. Y hablando de ironías, el trabajo consiguió el prestigioso Hot Press Award como mejor álbum del año empatado con…¡Achtung Baby, de U2!

A rebufo de la buena acogida del álbum, y mientras cumplen con los compromisos en directo, Simon y los muchachos empiezan a trabajar en las canciones a incluir en el siguiente elepé, un disco que desgraciadamente nunca llegaría. Parten peras amigablemente con Mother –tan amigos quedaron que fueron nada menos que teloneros de Bono & Co en el famoso Zoo Tv Tour- y establecen conversaciones con diversos sellos internacionales, aunque nada llega finalmente a buen puerto. La banda gira sin descanso, pero en febrero de 1994 la carrera de The Golden Horde llega a su fin. De lo que podría haber sido su historia a partir de entonces dan fe diversas demos agrupadas hoy en su bandcamp, junto a rarezas y directos de etapas anteriores. Bajo el epígrafe The Road Goes On Forever, los temas inéditos grabados entre 1992 y 1993 muestran a una banda pletórica, poniendo al día la psicodelia («Cigarettes & Sunshine», «Hopes of A Dream», «Book Of Everlasting Things»), rebozándose en pepinazos cargados de melodías («Say Hello to Mr Wilson», «Only Waiting») o simplemente con perfectas delicadezas pop del calibre de «Communion». Una auténtica lástima que no siguieran adelante. Y una lástima igualmente que Simon se apartara de la música, centrándose en la escritura de guiones para el cine. Bajo su nombre, tras la disolución de la banda, apenas encontramos un par de anecdóticos y olvidables cd singles -«Smile Baby Smile» y «Dark Girl»-, ambos en 1999, cuyo único interés sería la relectura del «Hanging Out The Banners» de Nikki Sudden en el segundo de ellos.

 

Eloy Pérez

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