Encuentros

Alvaro Suite, donde fuiste feliz, sí debes volver

Álvaro Suite debuta en solitario con La Xana (Spyro Music, 2020), regresando a ese lugar de su infancia y adolescencia donde se fraguó su amor incondicional por la música. Con más de un cuarto de siglo sobre las tablas y experiencia musical en primera línea, capitaneando diferentes proyectos y colaborando en muchos otros (de Suit a Los Labios o Los Santos Inocentes de Bunbury), Álvaro Suit decide dar el salto individual con La Xana, tejiendo un nuevo universo sonoro con recuerdos y vivencias que le han llevado a ser lo que es. Hoy se embarca en una gira por América. El pasado mes de febrero publicamos una entrevista en nuestra versión papel, pero la charla dio para mucho más, y aquí queremos reproducir la entrevista completa para poder conocer mejor a este interesante artista.

¿Por qué ahora? ¿Qué te llevó a elegir este momento para coger las riendas y cabalgar solo?

La posibilidad de hacerlo con tiempo y tranquilidad. Cuando terminamos gira con Enrique en el mes de julio del año recién pasado, nos despedimos por unos cuantos meses, que se suponía iban a ser de descanso, y yo he aprovechado todo ese tiempo para terminar de definir y empaquetar el disco y todo lo que lo rodea. Durante estos meses hasta hoy, he estado mezclando y masterizando el audio, definiendo el diseño tanto del vinilo como de las imágenes promocionales que rodean a La Xana, rodando videoclips, fabricando discos, entablando relaciones con sello, distribuidora, comunicación y booking, y lo más importante: montando lo que será mi nueva banda y el show para la gira. Así que era esencial que tuviera tiempo por delante. La otra razón de por qué lanzo ahora álbum en solitario, es porque venía acumulando un exceso de demos; llevo muchos años maquetando todo lo que se me ocurre, a veces para mí, otras veces para alguna de las bandas que he tenido, y a veces para Enrique o algunos amigos. Fue a raíz de terminar «Jaula de Oro» y «Loop Drama», cuando me planteé seleccionar de entre las demos las suficientes canciones como para encarar un álbum debut.

La Xana” es la casa de tu tío Javier (Campamento, Cádiz), donde pasabas durante tu juventud varios meses al año. Dices que ese fue el útero musical, tanto para ti, como para tu hermano Chencho… Háblanos, por favor, de ese lugar y de cómo ha influido en tu carrera posterior.

Es la zona del Campo de Gibraltar a la que hemos estado yendo desde niños a veranear. Mis abuelos vivían allí. En mi cabeza ronda desde siempre una imagen que sintetiza todo lo que he vivido allí y es muy similar a lo que se veía en Verano Azul y tiene banda sonora: «Mediterráneo» de Serrat. Es una zona que vive en mí de manera profunda y continua. En esa casa, que era de mi abuela, vive a día de hoy mi Tío Javier, que junto a mis padres y un par de amigos más, es uno de mis maestros musicales. Pero a finales de los años 80 y todos los 90, vivía junto a mi Tía Tamara y mis primos, en una casa a cinco minutos andando, La Xana. Estaba al final de un callejón que acababa con un frondoso follaje que marcaba el límite entre tierra y mar. Ese callejón tendrá unos 400 o 500 metros. Era encarar el callejón desde la carretera y ya se escuchaba, bien de volumen y nitidez, alguna canción de alguna banda o solista increíble.

Cada día era algo nuevo para mí. Entrabas en La Xana y podía estar sonando «Walking in your shadow» de Uriah Heep, «Si me dejas fuera» de Radio Futura, «Jumpin´Jack Flash» de los Stones o «Tu mirá» de Lole y Manuel, a un volumen brutal que atravesaba mi cuerpo como un destello cósmico, un atropello de camión a 300 kilómetros por hora, una hostia pulverizadora en la puta cara. Todo eso mientras la casa funcionaba con delirante normalidad: mi tía regando macetas o corriendo de un lado para otro, mi tío dibujando en la mesa, pegado a los bafles, o con los bonsáis y las tortugas en el jardín, y mis primos gateando por ahí a su bola. Lo más extraño de todo es que había una comunicación fluida y relajante entre todo ese jolgorio de los dioses; no se gritaba ni se bajaba en ningún momento el volumen. Fueron unos años definitivos y definitorios para mí. Aquellas visitas continuas a esa casa supusieron un universo musical ecléctico y anormal que invadió mi joven cerebro con melodías, ritmos y sonidos en mi infancia y adolescencia. Todo eso está en La Xana (Spyro Music, 2020)

Tendrás miles, pero ¿cuál es la primera anécdota musical que se te viene a la cabeza de aquellos años en “La Xana”?

Me acuerdo perfectamente de una vuelta a casa después de una juerga bárbara en el segundo o tercer verano que ya empecé a salir por la noche. Resulta que mi viejo y querido amigo Javi Vega, al que muchos conoceréis por Maga, Sr. Chinarro o The New Raemon, además de vivir en mí mismo barrio (Parque Rubén Darío), veraneaba en el pueblo de al lado. Un poco antes de llegar al callejón de la casa de mi tío, donde nos quedábamos a dormir, me di cuenta de que no tenía llaves. Eran como las 8:30/9 de la mañana y nos caíamos de sueño, así que decidimos esperar a que se levantara alguien en casa para abrirnos. Nos quedamos sobados en un matorral en frente de la casa, en medio del callejón, hasta que nos despertó un zapato acompañado de un temazo de la Creedence Clearwater Revival. Dentro mi tía nos había preparado un desayuno espectacular. La vida allí entonces era maravillosa.

Justo antes de montar Suite, en 2004, con la ayuda de Paco Loco, grabaste un disco en el que te hiciste cargo de todos los instrumentos. Ahora, en tu ópera prima como solista, has decidido rodearte de unos compañeros de viaje de altos vuelos… ¿Cómo ha sido esta elección de la tripulación?

Yo grabo mis maquetas tocando todo lo que necesito para crear el ambiente que me pide cada canción. Y en un principio me planteé que La Xana fuera como la continuación de ese disco que hice solo con Paco, grabando todo. Pero reculé a tiempo y decidí que con una buena selección de músicos me iba a quitar mucha responsabilidad de encima y podría concentrarme mejor en lo mío y en la producción del álbum. ¡Además de que tocan y suenan mucho mejor que yo! La suerte ha sido que aceptaran y que fuera muy fácil cuadrar agendas. Ramon Gacías vive en México, Robert “Revolbert” Gómez en Barcelona, y tanto Víctor Cabezuelo como Julián Maeso están en Madrid y todo el rato en movimiento y con serios compromisos profesionales y, aun así, pude contar con ellos 10 de los 15 días que me bajé al Puerto de Santa María a grabar. Una suerte que agradezco cada día. Con todos y cada uno de ellos tengo una conexión musical especial, que ha hecho que la comunicación en el estudio haya sido fácil y efectiva.

Una de las cosas que más me han sorprendido y gustado de La Xana, es ese justo punto medio que has conseguido entre el puro y genuino rock n roll y sonidos más frescos, entrelazando atmósferas psicodélicas y cierta aura electrónica envolvente… Háblanos sobre esta búsqueda y proceso. Los teclados de Julián Maeso y la mano del Rufus T Firefly Víctor Cabezuelo ha ayudado bastante en este aspecto, ¿verdad?

La línea de La Xana la marcaron «Loop Drama» y «Jaula de Oro», que fueron las dos canciones sobre las que giró el alumbramiento del álbum. Fueron esas dos las primeras que pasé a la carpeta “Disco Alvaro Suite”. Quería hacer un disco que se alejara de lo que ya había hecho con Suite y con Los Labios: rock de guitarras. Además, está el descanso mental que supone pensar en otros instrumentos después de más de 20 años dedicándome a uno solo. Digamos que estaba un poco cansado de ese instrumento, o al menos cansado de que fuera el centro de mis canciones. Puede también que de alguna manera me haya dejado influir inconscientemente por el revival que están teniendo los sintetizadores de un tiempo a esta parte. De alguna manera no pactada, casi todos estamos usando más teclados en nuestros discos.

También el hecho de haberme agenciado un piano puede que haya contribuido a otorgar a La Xana un ambiente menos guitarrero. Aun así, hay bastantes capas de guitarra, aunque muy procesadas. Por estas razones decidí que era buena idea trabajar con dos teclistas distintos. Víctor se ha hecho cargo de la parte más fantasía y Julián de la tecla amable. El trabajo de estos dos genios ha sido esencial para que La Xana sea mucho más de lo que tenía en mente antes de entrar a grabar. Hay varias líneas de teclado que se han quedado de mis demos, hay también líneas que han grabado Víctor y Julián que parten de la línea de las demos y llegan a otro lugar, pero es en las líneas que aportaron ellos de la nada en las que encuentro y agradezco su implicación; soy muy afortunado de haber recibido semejante flujo de creatividad y talento.

Siguiendo la línea anterior, podríamos subrayar que un factor definitorio de La Xana es que las guitarras, aún estando muy presentes y aseguradas con Revolbert y tus seis cuerdas, pasan a un segundo plano, ganando protagonismo la base rítmica y el vaivén de las olas sonoras que desatan los teclados y sintetizadores y, por encima de todo, tu voz surfeando, libre y segura…

¡Me gusta tela esa descripción, tío! Tengo poco más que añadir. Las guitarras las he tratado para crear frecuencias que se fundieran con los sintetizadores y enriquecieran ese fondo cósmico. Es extraño, porque ahora que lo pienso sí que hay tela de guitarras y sin embargo no es un disco que suene guitarrero. Estoy flipando un poco. Supongo que intuitivamente, y siempre a la orden de la canción, les he reservado un plano en las mezclas que no habían tenido en otros trabajos anteriores. Sea como sea, el resultado es el que buscaba, un disco que suena a Álvaro Suite.

Entre los surcos de las diez canciones que conforman este trabajo, rezuma una melancolía que se antoja redentora, retales vitales cargados de luminosidad, unidos con la propia y resplandeciente instrumentación… Claro ejemplo es la inicial «Loop Drama» o «La dama que amé», que, a pesar de añorar tiempos pasados, personas o amores que se fueron, esquiva toda tristeza y desprende luz de cada recuerdo que abrazas…

«Loop Drama» surgió de un jugueteo con un pedal diabólico que graba pequeños loops. Le estuve un rato dando vueltas a dos notas (F y G). Cuando le metí el bajo apareció la canción. La melodía vino sola. Y la letra, entonces en inglés, era una carta a David Bowie en la que le contaba cómo estaba el patio, un tiempo después de su mudanza al Olimpo. Y ya la adaptación al castellano corrió a cargo de Pablo Cerezal. En el caso de «La Dama que Amé», es una canción que viene acompañándome desde hace años y que nunca tuvo ni la estructura, ni la personalidad suficiente para pasar a la siguiente fase. Ha sido a raíz de «Loop Drama» y de «Jaula de Oro» que se ha contagiado de algo que sobrevuela La Xana, y ha encontrado su lugar. El texto es una interpretación libre y moderna de la leyenda artúrica La Dama de Shalott, obra del poeta inglés Alfred Tennyson. Para esta maravilla de reto conté con Chencho, que casualmente tiene el cuadro colgado en su salón. Ambas canciones son un ejemplo de canción melancólica que sugiere luz y esperanza. En La Xana he cuidado de no caer en la pena contando algo triste o profundo. Creo que lo he conseguido.

«Toda esa belleza», letra que firmas en solitario, con regusto a Antonio Vega y dueto de igual a igual con Coque Malla, es una de las indiscutibles joyas del disco. ¿Cuéntanos algo de la historia de esta composición?

Esta canción la escribí cuando murió Antonio Vega y ha ido mutando de sonoridad y estructura durante todos estos años hasta llegar a La Xana. En esta ocasión cuento con la fabulosa voz de Coque Malla, que aporta la textura y la melancolía que necesitaba para retroceder hasta aquellos años en los que Antonio era una estrella inalcanzable. Aún lo sigue siendo. Le estuve dando muchas vueltas a la instrumentación y a la interpretación para conseguir un sonido delicado pero pesado, como un gran piano de cristal.

Tiene que ser una suerte mutua que uno de tus ídolos sea tu hermano, ¿verdad? En este trabajo no podía faltar y firmáis juntos «La dama que amé» y la muy rockera y adictiva «Como la espuma». ¿Cómo es componer codo con codo con Chencho Fernández?

Mi hermano me ha enseñado prácticamente todo lo que sé y soy en la música; su aportación a mi universo musical es esencial para poder crear. Todo lo que hago lo hago pensando si le va a gustar a él. Me ha ayudado desde que agarré por primera vez la guitarra y el lápiz. Y con su propia carrera he ido aprendiendo a un par de pasos de distancia. Sus caídas han sido también mías. Y sus triunfos son para todo el universo. Es un talento inconmensurable el suyo. Trabajar con él es como tomarse una caña con él. Supongo, que es al abrigo de la soledad donde un creador se encuentra más cómodo y confiado de jugar al “prueba y error” que supone levantar una canción desde la nada. Pero con Chencho Fernández, mi hermano, mi amigo y mi ídolo, resulta fácil y divertido. Por cierto, vais a alucinar con el nuevo disco, que si no me equivoco debe de salir en breve…

Otros amigos y sevillanos ilustres que ponen su granito de arena en La Xana son Emilio Losada, escritor y líder de Termostato, y Juano Azagra, socio en La Válvula de Granada y frontman de All La Glory, además de Javi Vega (Maga), que te regala la emotiva «Parque Rubén Darío». Cuéntanos algo de ese parque y de la unión y respaldo de esos buenos amigos.

Parque Rubén Darío, en el barrio sevillano de Triana, ha sido el barrio donde me crie junto con algunos de los mejores amigos que he tenido en mi vida y que sigo viendo. Nos une algo especial que no he vuelto a encontrar en otros grupos de amigos, como si hubiéramos respirado un aire diferente al resto de los chavales de esa época. Fuera de ese barrio, en el barrio de en frente, ya nos reconocían como seres diferentes por la manera de relacionarnos entre nosotros. Los quiero profundamente y guardo recuerdos que son tesoros de incalculable valor sentimental. Podemos decir que ese barrio, su gente y mis recuerdos son uno de los pilares en los que se sostiene mi vida.

Algo así requería una letra a la altura. Yo, para este disco, me he visto impedido de hacer muchas de las letras por motivos de parálisis creativa, miedos y movidas raras… Cambiar de idioma poco antes de entrar a grabar, te descoloca mucho y no te permite crear la atmósfera que ayude a definir tu sonido propio. Así que he tirado de ayuda, como otros autores hicieran anteriormente, de grandes escritores. Javi Vega es uno de mis mejores y más antiguos amigos, vecino del barrio y compañero de mis primeras bandas durante 11 años, mi Paul McCartney de la juventud. Compartimos amor por la música y la manera de escucharla y crearla. Además, es un escritor de canciones soberbio. De cajón le correspondía esta letra. Y la ha clavado.

Juano y Emilio son grandes amigos de la ciudad y quería tenerlos para siempre conmigo. A Juano Azagra lo quiero mucho, como si fuera un hermano; no se puede ser más buena gente. Durante unos años, tuvimos un bar en Granada, La Válvula. Además, lo suyo cantando, tocando y escribiendo es cosa de grandes. En esta, nuestra revista de cabecera, ya habéis tenido oportunidad de reseñar varios trabajos de All la Glory. Y Emilio Losada es un escritor y músico de los que más vale permanecer apartado; un adorable hijo de perra al que queremos en mi familia por su peinado y su amor por Lou Reed.

Para quien no lo conozca, ¿cómo presentarías a Pablo Cerezal? Novelista madrileño que firma «Dices», «Loop drama» y «De cenizas».

Pablo es un escritor sublime y un gran amigo mío. Nos presentó ya hace años Emilio Losada, y desde entonces hemos ido alimentando una amistad muy auténtica y jugosa. Nos admiramos mutuamente y nuestros mensajes se asemejan en forma y contenido a las cartas que pudieran intercambiarse dos artistas siglos atrás; interesantes, cordiales y con cierto tinte de confesión. Ha escrito varios libros -en Latinoamérica lo conocen muy bien- y fue con su novela Los Cuadernos del Hafa, cuando caí rendido a su talento; es un viaje inolvidable que mezcla historias interesantes, paisajes únicos y mucho Rock n Roll. Cuando me planteé hacer el disco en castellano, no me lo pensé dos veces y acudí a él para que me echara una mano. Mi primer paso fue traducir mis propias letras de inglés a castellano, tratar de enfocar la historia que quiero contar, y luego dárselas para que tuvieran una lógica y un peso narrativo de calidad. Confiar en Pablo Cerezal ha sido uno de los aciertos de mi vida.

También tiene que ser muy especial cantar letras de tu padre, Vicente Fernández-Cortés Fonseca ¿verdad? ¿Cómo influyo él en tu carrera?

Mi padre es un poeta, un rebelde y un eterno beatnik penibético. Es la persona que me ayudó a entender, respetar y amar la Música por encima incluso de otros valores como la salud, el decoro o el trabajo. Me enseñó (y a mis hermanos Chencho y Miguel, también músico de categoría) a tocar la guitarra, cuando vio que solos no avanzábamos, pero esperó a que lo intentáramos. Las noches del 4C de la Torre 3 de Parque Rubén Darío, eran siempre con varios vecinos del edificio, Ballantines y Beefeater, ceniceros llenos hasta las trancas y mi madre cantando como una diosa al toque de mi padre, mientras se miraban con desafío y pasión. Una fiesta gitana de payos rockeros. Así dos o tres noches por semana. Mis padres siempre han sido cantarines, bailongueros, cercanos y muy buena gente. Las mañanas de los sábados con mi madre cantando sonriente, mientras desplegaba la plata para limpiarla con esa ceremonia larga y metódica, abriendo las cortinas y las puertas del balcón de par en par, para que entraran el sol sevillano y los sonidos del afilador, el de los higos y los gitanillos de la cabra, son, junto con los recuerdos de mis amigos, lo más hermoso que tengo. Sin mis padres yo estaría muerto.

¿Qué música se escuchaba en casa de tus padres? ¿Qué discos te marcaron de pequeño?

La música es un canal de comunicación entre nosotros desde que recuerdo. Siempre discos de Beatles, Kinks, Cat Stevens, David Bowie, Supertramp, y también Serrat, Brincos, Roberto Carlos o Armando Manzanero; siempre a su volumen adecuado y en un equipo de calidad. En mi casa se escucha de todo y todo bueno.

El primero de Elton John, un par de Supertramp, toda la discografía de The Beatles, la Creedence y los Stones, podrían ser los discos que marcaron mi infancia.

En mi juventud entró ya Chencho y con él los Flaming Groovies, MC5, los Ramones, Birthday Party y la Velvet. Soy un tipo afortunado de tener la familia y los amigos que tengo. Solo espero no decepcionarlos. Ni a ellos ni a los artistas a los que me encomiendo y de los que he aprendido.

Y durante el proceso de creación y grabación de La Xana, ¿qué discos / grupos has tenido de cabecera?

Con la aparición de plataformas digitales, en particular Spotify, he ido adquiriendo varias manías, entre ellas la de hacerme listas de reproducción según los eventos a los que me enfrente; ahí están las listas para viajar, las de Navidades, las de la playa, la de los niños y la de los cumpleaños de mis padres o hermanos. Total: listas para todo. Y evidentemente hubo una lista para La Xana, que sonó durante todos esos meses en los que estuve trabajando desde la organización de las maquetas, la preproducción, hasta hace pocas semanas, y en la que han convivido: Air, Arctic Monkeys, Blur, Jack White, Egon Soda, Ghostpoet, Viagra Boys, The Velvet Underground, The Raconteurs, Lou Reed, Iggy Pop, King Tuff, Beck, Aphex Twin, Radiohead, The Stone Roses, The Rolling Stones, The Beatles, Morphine, Suede, Sonic Youth, Nine Inch Nails, LCD Soundsystem o Television, todos coronados por John Lennon y David Bowie, que han sobrevolado todo el proceso cuidando de mí.

¿Qué bandas te han sorprendidos más últimamente? ¿nos recomendarías algunas?

Tengo que reconocer que, por más que lo intento, no consigo dedicarle el tiempo que creo que necesito para poder decir que investigo. No, no investigo nada; no tengo tiempo o no sé cómo hacerlo. Me van a disculpar los fatigas que cada día te vienen con tres nombres nuevos, de los que se saben toda su discografía y los nombres de los miembros fundadores y actuales (aunque la banda lleve dos años activa). Me interesan los nuevos nombres y disfruto mucho escuchando nuevos lanzamientos. Aunque soy de los que siguen encontrando matices sorprendentes y muy vanguardistas en discos de Fats Domino, MC5 o The Who. Esto se debe a que siempre fui muy tardío. He ido llegando diez años tarde a lo que me correspondía por edad. Y así, cuando aparecían Nirvana o los Pixies, yo estaba desgranando el primero de Cream y devorando la portada del «Physical Graffiti», y cuando llegaron los Strokes, yo empezaba con Nirvana y Pixies… Todo mal y todo bien. También reconozco que últimamente parece que el Rock n Roll está un poco dejado, y lo digo yo, que estoy presentando el disco menos Rock n Roll que pueda haber imaginado jamás. Así que no soy el más indicado para recomendar o dar lecciones.

Si miramos por el retrovisor y volvemos a El tiempo de las cerezas (2006), ¿qué recuerdos se te vienen a la cabeza? ¿cómo ha influido en tu carrera formar parte de esa gira y ser desde entonces miembro importante de Los Santos Inocentes?

Robert Castellanos y yo, al igual que el resto de los miembros de Suite, conocimos a Enrique Bunbury y a Jose Girl en un bolo en El Puerto de Santa María. Nos hicimos amigos. Al poco me llamó para unas grabaciones sueltas. Pocos meses después me ofreció hacer esa gira con Nacho Vegas. Por esa época, yo llevaba ya varios años tratando de asomar el cuello en una zona de la industria que no fueran los camerinos o las noches de cocaína y tontería. Estaba hasta las pelotas de tratar con gentuza que sonreía con los dientes sucios y la boca vacía, pero que manejaban lo que yo soñaba que podría ser mi carrera y por lo que curraba como un cabrón. Básicamente había petado y había decidido tirar la toalla; seguir currando en el bar donde estaba, que lo cobraba de puta madre, y dejar los fines de semana para tocar o grabar, sin más pretensión que pasar el tiempo. La industria de mierda de entonces me había ganado la mano… Pero no la partida. Entonces aparecieron Enrique Bunbury y Nacho Royo (el mánager), con toda su maquinaria y una forma de trabajar basada en el talento, la inteligencia, la honestidad, el compromiso, la palabra, el esfuerzo y la pasta gansa, entre otras virtudes.

Y todo eso desde una atalaya magnífica y propia ganada a pulso con trabajo y valor. Encontré mi lugar en la vida y en la industria. Un huérfano adoptado por la familia que siempre quise tener. Enrique y esta familia me han ofrecido estabilidad, cordura, un hogar, una profesión y un futuro honesto y seguro. Vamos por 14 años juntos en los que hemos dado varias veces la vuelta al mundo, hemos tocado para cientos de miles de personas, hemos vivido miles de historias; nos hemos hecho mayores juntos, y ahora que somos mayores, disfrutamos como niños de una carrera sólida, honesta y única. Los Santos Inocentes son la mejor banda que conozco a día de hoy. Trabajamos de una manera intuitiva y nos conocemos como pocas bandas se conocen. Ahí están los discos que hemos hecho hasta ahora (y los que quedan por venir), en los que se puede escuchar a una banda en continua evolución, sin dejarse atrás ni un ápice de credibilidad o saber hacer.

Volviendo a La Xana, ¿cómo se presenta la gira del álbum?

Hace pocos días anunciamos la primera parte de La Xana Tour 2020. Unas pocas ciudades de momento para presentarme como solista, presentar también las canciones del álbum y algunas nuevas que publicaré antes de acabe el año, y a mi nueva banda.

Llevamos unas 16 canciones, lo que se traduce en casi hora y media, en la que se alternan momentos de calma y galope, con algunas descargas eléctricas y pasajes ambientales de destellos a párpado cerrado. Me da pánico que mis shows sean aburridos o que suenen mal. Por eso llevo meses hilando fino para que el trabajo y el cariño volcados en el álbum no se arruinen a la hora de presentarlo en directo; hay mucho curro en todo lo relacionado con la música y la escenografía. Que tanto un sordo como un ciego quieran volver a mis conciertos; ese es el rollo.

¿Qué le dices al público que espera verte pronto en directo defendiendo y disfrutando de esta nueva etapa?

A mi público le pido que venga a verme sin esperar ver lo que ha visto de mí hasta ahora. Que venga a disfrutar de un espectáculo bien hecho. Y que lo haga en masa; sin pensárselo dos veces.

Llevo unos meses trabajando con mi banda y mi equipo técnico para que mis shows estén a la altura. Hoy día hay mucha calidad en los directos. De hecho, las bandas nunca han sonado mejor que desde hace unos años a esta parte.

Esta vez he querido contar con amigos con los que no había tocado antes -con alguna excepción- y con un equipo técnico nuevo para mí. A algunos los conoceréis por otros trabajos anteriores. Mi nueva banda la forman: Antonio Lomas a la batería, Javier Mora al bajo, Jesús Bascón y Guille JM a los teclados, y mi inseparable Robert “Revolbert” Gómez a la guitarra. Estoy muy contento con el trabajo que llevamos hecho ya, y convencido de que vamos a hacer cosas muy interesantes en el futuro. Estoy volviendo a disfrutar de tocar mis canciones después de varios años de desidia e incuria. Y todo se lo debo a esta maravillosa troupe con la que pretendo salir de viaje.

 

Texto: David Pérez

Fotos: Jose Girl

 

 

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