Discomático

Hank Williams – Pictures from Life’s Other Side / Only Mother Best (BMG Rights)

Cuando en algún instante de la madrugada del Año Nuevo de 1953, en algún punto desconocido de la oscura carretera que une Mount Hope y Oak Hill en Virginia, el alma de Hank Williams abandonó su cuerpo, aún no había cumplido los 30. Sin embargo, ya había pasado a la historia como uno de los grandes iconos de la música country, si no el que más. Su trágica muerte reducía una obra compleja, llena de tristeza y melancolía, de alegría juvenil, pasión religiosa e ironía rural, al estereotipo del artista torturado.

El presente recopilatorio amplía el campo de batalla y nos presenta a un Williams ecléctico, en plenitud de facultades, sacando lustre a un repertorio propio y ajeno delante del micrófono de los estudios de WSM en Nashville a lo largo de todo 1951, apenas un año antes de su muerte. El mismo año en que la gira patrocinada por el suplemento vitamínico Hadacol le lanzó al estrellato nacional. También, el año del accidente de caza que agudizó sus dolores de espalda y le llevaría a mezclar alcohol, anfetamina y calmantes para reducir el dolor. El inicio de una espiral descendente que le llevaría a ser expulsado del Grand Ole Opry por sus borracheras y repetidas ausencias y que solo concluiría con su prematura muerte.

En 1951, no obstante, Hank Williams tenía una imagen lo suficientemente familiar como para que la marca de harinas Mother’s Best decidiese que era la voz indicada para promocionar su producto cada mañana. ¿Cuál debía ser el impacto en miles de hogares de Nashville cuando, puntualmente, cada día a las siete y cuarto, mientras el sol daba los buenos días, la voz de Williams cantando «Lovesick Blues», «I’m So Lonesome I Could Cry» o «If I Didn’t Love You» emanaba de la radio? ¿Comprendía el oyente casual, la mayoría amas de casa que acababan de levantarse para preparar el desayuno de sus familias, que esos breves programas de 15 minutos por los que Williams apenas ganaba 100 dólares —la mayor parte de ellos destinados a pagar a sus músicos— terminarían convirtiéndose en una un tesoro perdido, casi un milagro (si se han conservado es porque, debido a su apretada agenda, los programas estaban pregrabados)?

Pictures from Life’s Other Side recoge en seis discos 144 cortes de aquellos programas de radio, pero su interés no es únicamente musical —los programas ya fueron publicados en 2010 como The Complete Mother’s Best Recordings, una prohibitiva edición en forma de vieja radio—, sino también físico, testamentario, gracia al libro de fotos anotado por el biógrafo Colin Escott.

El que no pueda permitirse el lujoso pack puede optar por la versión reducida, un triple vinilo que bajo el nombre de Only Mother’s Best supone un atajo hacia lo mejor de dichas grabaciones, centrándose ante todo en el material ajeno. A su manera, es su American Recordings (o, mejor aún, aquel Personal File que recogía grabaciones de Johnny Cash de entre 1973 y 1982), su Good As I Been to You/World Gone Wrong. 37 canciones en las que Williams, junto a Don Helms (steel guitar), Jerry Rivers (violín), Sammy Pruett (guitarra), Howard Watts (bajo) y Louie Buck (voces), recuperaba éxitos recientes de otros artistas, himnos religiosos con siglos de antigüedad y viejos favoritos.

Es una magnífica ruta de entrada a la música de Williams más allá de sus célebres éxitos, que muestra no solo la amplitud de su repertorio y predilecciones, sino su capacidad para conferir humor, ardor y emoción a cualquier tema que pasase por las cuerdas vocales del de Alabama. Que ya era un artista anacrónico en su época; como la Carter Family o Woody Guthrie décadas antes, Hank Williams miraba a la posteridad invocando una América eterna e inmutable, campesina, religiosa y trágica, luminosa y ominosa, contradictoria y destinada a desaparecer.

«Paseaba un día por un solitario cementerio cuando me pareció oír una voz que decía “yo una vez viví como tú, caminé como tú, pero la tierra pronto me reclamó”» canta en «Lonely Tombs (Oh Those Tombs)», dando voz a ese hombre muerto que pronto sería él. Pero en la voz de Williams, incluso un fantasma suena vitalista, irónico y melancólico al mismo tiempo. Tal era la capacidad del gran icono del country para evocar emociones, pintar paisajes sonoros con parquedad honky-tonk, albergar multitudes.

Texto: Héctor G. Barnés

Foto: Colin Scott

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