Noche de punk irlandés en el Rocksound por cortesía de Finny McConnell y los suyos, una de las referencias del género desde hace mucho. Treinta años, en realidad, aniversario que conmemoran en esta gira. Digamos ya de entrada que la noche se saldó con buena nota, pese a que el concierto tardó un poco en arrancar y coger ritmo. Normal, por otra parte, cuando aterrizas en la sala pasadas las ocho para un bolo previsto para hora y media después (timing que por supuesto no se respetó). Montar escenario, prueba de sonido visto y no visto y a ver qué sale.
En la puerta ya me comentó un responsable que el amigo Finny era majo pero “un poco disperso”, algo que trasladó a las tablas en los primeros temas, llegando a putearse con alguno de sus músicos y a pegarles la bronca entre tema y tema. Fuera lo que fuera que le disgustaba, parece que se solventó y, sin ser el alma de la fiesta (ese papel lo cumple con creces el bajista, Sean Ryan) acabó por comandar a la banda con oficio.
Desgranando una buena retahíla de clásicos en su repertorio («Shakespeare Road», «Drunken Lazy Bastard», «One Last Shot» …) y revisitando el «Dirty Old Town» de Ewan MacColl en versión Pogues, los canadienses volvieron a demostrar que en su particular fórmula dentro del celtic punk, lo segundo prima sobre lo primero. Ya lo demuestran en muchos de sus trabajos en estudio, pero en directo el ramalazo punk a través de un sonido agresivo -en ocasiones hasta un poco embarullado- resulta más que evidente. Y de agradecer, añadiremos.
Y puede que esa cierta “dispersión” que comentábamos sea la que les ha impedido -al menos por estos lares- lograr que su magnífico cancionero haya trepado hasta las posiciones en las que juegan nombres mucho más consolidados, y con mucha mayor respuesta del público (unos setenta y pico seríamos la otra noche) como Flogging Molly o Dropkick Murphys.
En cualquier caso la velada se disfrutó bailando, bebiendo y con algún que otro ligero pogo en los bises, más en versión tentetieso que en modalidad patada/codazo. Algo que, a estas alturas, también es de agradecer.
Eloy Pérez
