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Los Deltonos – Sala Shoko (Madrid)

Ir a ver a Los Deltonos es una apuesta segura. Si además la sala acompaña, un goce (la última vez que los vi fue en la Sala Penélope, en La noche Americana organizada por Manolo Fernández, y fue un desastre a nivel técnico). La formación actual de Los Deltonos se presentó con el añadido de Íñigo Bregel (Los Estanques), ya que el concierto estaba siendo grabado para futuros proyectos, según anunciaron.

Atacan puntuales al personal con “Gasolina” bajo la calavera de Saluda al campeón presidiendo el escenario. Sin tregua y como un bulldozer “Taquicardia” y “Que podríamos hacer”, la batería de Javi Arias golpea grande y con fuerza. Suenan arrolladores y engrasados y es al acabar este tercer tema cuando Hendrik Röver se dirige a su público por primera vez: Siempre hubo profetas falsos un tal Jesucristo o C. Tangana, sirve para introducir “Elvis”. No hay títere con cabeza, sin artificios y con letras que comenzaron siendo una canción de broma y acabaron convertidas en realidad, “Águilas”, la primera canción de su último largo se hace esperar hasta esta quinta canción, para continuar con un poco de tirruca en “Sur” y dar una tregua con la afinación pertinente, recordando los cántabros su procedencia: Desde Muriedas, Los Deltonos. Acto seguido se lanzan con “Fuego”, quien da título al último álbum y a la gira, “Vergüenza” y “Cazador”. Tocan con una inercia envidiable, el ritmo que marca el bajo de Pablo_Z lleva a la banda sin esfuerzo, cada uno de los cuatro en su sitio, mientras el público pide más, hasta llegar a “Discotheque Breakdown”, con un final instrumental donde dejarse llevar. Un tema que suena a declaración de intenciones (la sala Shoko es una discoteca en las noches madrileñas). A estas alturas, las florituras de Fernando Macaya han hecho las delicias del personal. Y así sucede y cierra este primer bloque “Correcto”, antes de la entrada de Íñigo Bregel.

Con el quinteto en el escenario, se suceden temas como “Segunda vez”, “Milagritos” (aquí es cierto que se echan en falta los vientos) y una versión rocosa de “Colisión”, convertida en un blues denso y oscuro. Cierran este bloque “No por nada”, “Doctor” y “Salud!”, haciendo un repaso a su etapa más reciente, y despidiendo del escenario al teclista. Retoma el cuarteto el ritmo en un último conjunto de canciones, antes de los bises, con “Listo”, “(Soy un) Hombre enfermo”, “Repartiendo” y cerrando con “Mirar atrás”. La distintas etapas del grupo no se diferencian con un set list bien elegido y un sonido compacto, además de grasiento, que concede versiones alternativas a las grabaciones de estudio en algunos de los temas.

No se harían de rogar con los bises, un único bloque con cinco canciones que abrirían con “Horizonte eléctrico” para seguir con “Brindemos”, donde nos acodamos de los amigos ausentes, Cuerda y Kirk Douglas. Hay semanas en los conciertos que podrían ser obituarios. Ya en la recta final “No, señor” y “Feliz” presagiaban el final de una noche de rock ‘n’ blues que se cerraría con “Hard luck blues”.

El recorrido por todas las etapas es patente, aunque con la cantidad de buenas canciones que tienen, siempre se va a hacer corto el concierto. Son las 23:10 de la noche, algo más de dos horas de concierto, pero como bien dice la letra venir <<es lo que había que hacer>>.

Texto: David Vázquez

 

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