Encuentros

Monster Magnet, ¡celebrando Powertrip en 2020!

Era 1998 y la mayoría de bandas insignia y referenciales de los noventa, o bien se habían separado, o bien se encontraban regocijándose en la mediocridad. El sonido llamado ‘americana’ era de lo poco que aportaba cierta creatividad, pero el rock necesitaba de un sonido rompedor, algo excitante que empuñase a los chavales a formar una banda. Monster Magnet venían de crear una carrera a contracorriente, y cada disco había sido más importante que el anterior: Spine Of God, Superjudge, el totémico Dopes To Infinity… Pero nadie esperaba el puñetazo sonoro que supuso Powertrip. A pocos días que lo recreen en su integridad en una nueva gira (ver fechas en el cartel al final de la entrevista), hablamos con el mismísimo Dave Wyndorf.

Esa especie de apología al infierno condensado en Space Rock, punk de alto octanaje y poderosos estribillos, acabó por convertirse en el disco de cabecera de un buen puñado de rockheads y la banda consiguió su primer disco de oro en una época, en que el arte en el rock empezaba a verse desplazado de las listas de éxitos. Powertrip fue el último disco que consiguió aunar tres factores idiosincrásicos y triunfar: creatividad, expansión de la mente y guitarras altas. Space Lord, hijo de puta. Lo que llegó después es una historia diferente. Pero hubo un tiempo en el que Monster Magnet parecían dispuestos a encabezar la siguiente revolución del rock. No fue así y poco importa cuando su líder, Dave Wyndorf, siguió adelante y logró igualar gestas pasadas con discos también imprescindibles como 4-Way Diablo o Last Patrol. Al final, venció el poder de la música. Pero lo que nos ocupa ahora es la celebración de Powertrip, que sonará en su integridad en la inminente gira española. Cita indispensable y catártica.

Dave, ¿sigues viviendo en New Jersey?

Sí, en Red Bank, a dos manzanos de donde me crié. Nunca me he movido.

Estuve ahí hace unos años y me pareció un encanto de ciudad.

Es una ciudad acogedora que se alza desde la época de la revolución americana. Hoy día es un sitio tranquilo y seguro, más que hace tres décadas. Es la típica ciudad americana con una calle principal, rodeada de campos de maíz y embarcaderos.

La proximidad con New York City la hace más especial.

Exacto. Era perfecta para mí cuando era un chaval. Podías coger un tren y en pocos minutos tenías enfrente a David Bowie y Alice Cooper. Mi ritual era siempre el mismo: esperaba a que mis padres pensasen que estaba en la cama, abría la ventana y echaba a correr calle abajo. Vi todo cuanto pude: New York Dolls, Hawkwind, Black Sabbath, Roxy Music, los primeros UFO… Solo desearía haber sido un poco más viejo de lo que soy para haber podido ver a artistas que estaban en lo alto a finales de los sesenta.

Bueno, viste cosas alucinantes. Supongo que el sonido de algunas de esas bandas fue el canon que revisitaste para crear Monster Magnet.

Sí, es el material que me golpeó siendo un crio: Sabbath, Hawkwind, Stooges, MC5… Ese es mi blues. Cada vez que empuño una guitarra y empiezo a tocar, suena a algo que podría tocar Dave Brock. Me hace feliz de inmediato.

Vais a traer Powertrip a los escenarios de nuestro país. ¿Por qué?

Porque alguien lo sugirió. Hicimos el tour de Mindfucker y quería seguir tocando, pero supusimos que no habría tanta demanda después de un año presentando el álbum. Así que surgió la idea de celebrar Powertrip y dije: «¿Por qué no?». No es algo nuevo, ya habíamos hecho lo propio con Dopes To Infinity y Spine Of God.

Es el disco más célebre de la banda. ¿Qué lo hace diferente?

Tuvimos un éxito con él, es la gran diferencia con el resto de discos. Amo la idea de tocarlo en su integridad porque algunas canciones han estado aparcadas durante años. Algunas nunca han sido interpretadas en vivo. En cualquier caso, me traslada a la época en que escribí ese material. Y mira, aún siendo consciente de las mismas influencias, intento darle algo diferente a cada álbum. Esas canciones están más orientadas, más comprimidas. La retrospectiva es que los acordes eran furiosos. Había una cierta sensibilidad pop, en el hecho de que había estribillos cantables. Y tengo que reconocer una cosa, el tipo de la compañía que me hizo replantear mi forma de escribir canciones, acertó. A ver cómo canto el material después de tantos años.

Compusiste las canciones en Las Vegas, en una estancia de varios días.

En efecto, porque Las vegas es el peor y el mejor lugar del mundo, al mismo tiempo. Todo es plastificado, loco y enfermo, y se mueve alrededor del dinero. Pero es atrayente. Cuando estaba escribiendo el material, andaba enfadado con la compañía discográfica porque no hacían nada por vender discos de la banda. «Vuestro trabajo es hacernos ganar dinero, mi trabajo es hacer la mejor música posible», les gritaba. Pero me decían que no era tan fácil. Así que me fui e hice las canciones más sarcásticas que pude. Todo lo que tuviese que ver con el álbum era una apología al poder del dinero, desde la temática a la cubierta. Era un cínico. Por ello elegí Las Vegas. Quizás también pensando en el romanticismo poético que rodea al origen de la ciudad. Y funcionó. Me fundí en ella. Las Vegas no duerme, así que salía de mi habitación por la noche, volvía a las seis de la mañana, dormía y escribía una canción diaria.

Hay algo icónico en las canciones de ese álbum. Así que quizás esa furia, esa ironía, funcionó como mensaje. Recuerdo ir a bares y discotecas al tiempo de su salida, y la gente coreaba las frases de algunas canciones con una ira desatada. El sonido de ese disco era sexy y peligroso, justo lo que le pides a un álbum de rock transcendental.

Me encanta eso que dices. Y tiene sentido. En Dopes… me obsesioné con hacer el disco más bello y natural posible. Algo emocional, como un viaje en el tiempo. No entendía por qué lo que se conocía como space rock era solo para los colgados en el tiempo. En Powertrip, sin embargo, grité las canciones. Todas las canciones emitían «yeah» u onomatopeyas. Es un canto a la desesperación, el disco de un tipo enfadado, mientras que Dopes… era un trippy sideral, un disco de relajación. Me volví muy cínico por la desilusión con la industria discográfica. Ambos son discos de los que estoy orgulloso, y son diferentes el uno del otro, pero hay un hilo conductor. No soy tan bueno como para despegarme de cierto sonido. Sé mis limitaciones como escritor.

Mencionas el space rock como género perdido en el tiempo. Desde luego, erais los únicos en reivindicar el legado de Hawkwind y Gong.

Me irritaba enormemente el desprecio que se mostraba por ese sonido. Pensaba que tenía que haber algún modo de llevar adelante ese legado, cargar con él y llevar la tradición adelante. Space rock, la psicodelia, el krautrock… Ayudé a poner un granito de arena en la revitalización de esas raíces. Quiero pensarlo así, al menos.

Monster Magnet parecían estar al margen de todo lo que se oía a finales de los ochenta y principios de la siguiente década.

Absolutamente. Solo escuchaba garage de los sesenta y música clásica. No estaba al tanto de lo que ocurría. Entonces descubrí el catalogo de Sub Pop y me enganché a The U-Men y Screaming Trees. Luego seguí con Butthole Surfers, Soundgarden… Y mis oídos se fueron ahí. Me obsesioné con esos sonidos. Fue entonces cuando me dije a mí mismo que si había un sitio para estos tíos, quizás, también existía un hueco para lo mío. Sentía que el rock volvía a ser peligroso, que los malos estaban de vuelta. Como en los principios del heavy metal.

Sin lugar a dudas, es la última gran generación de rock americano. Me refiero a nivel de cambiar las normas, crear escuela, ser relevante y dejar una huella.

Fue el último gran movimiento, y odio decirlo. El mundo ya no es el mismo, la gente está descentrada. Solo has de ver lo que sucede a tu alrededor; el rock ya no sirve para ser un portavoz del pueblo. Ya no es un manifiesto cultural.

Es el tiempo propicio para la creación de himnos imperecederos, pero no surge esa generación, esa escena que diga: «Ahora es nuestro tiempo y lo vais a sufrir».

Hablo de eso con mis amigos todo el tiempo. No llego a entender porqué la cultura no responde de un modo artístico, con todo lo que está sucediendo globalmente. En los sesenta hubo una revolución; podíamos sentir que el mundo se estaba volviendo loco: América en Vietnam, la guerra fría que amenazaba Europa, la dictadura española… La cultura filtró y creó una de las escenas más excitantes de todos los tiempos. ¿Por qué no responde la cultura actual con arte? Todo es muy democrático. La gente se responde una a otra, desde el sillón de casa. Deberíamos estar en la calle gritando, pidiendo explicaciones por todo. Pero el sistema nos ha vuelto idiotas, y nos fuerza a que presionemos desde la seguridad de casa. Internet ha hecho que alguien de Somalia pueda estar en contacto con alguien en Alaska, pero al mismo tiempo nos ha distanciado. Esto nos llevaría a las bandas de los sesenta y los setenta. Ya estoy hablando otra vez como un hombre viejo.

Volviendo a la era de Powertrip, estuvisteis abriendo para todo tipo de bandas y artistas establecidos: Van Halen, Aerosmith, Hole, Rob Zombie, Metallica…

Fue todo un viaje. Pero no fue fácil. Yo no era muy consciente del tipo de audiencias al que me enfrentaba, como la de Van Halen, y en muchas noches no funcionaba. Ahora, con la perspectiva del tiempo, viajaría atrás e intentaría cambiar algunas cosas. Pero entonces era en plan, «Esto es lo que es Monster Magnet y si no os gusta lo siento». Podía ver las caras en la gente: «¿de qué cojones va esto? ¿Por qué este tipo está gritando ‘aleluya’ como si estuviese poseído?». Bueno, puedo decir que fue un buen entrenamiento. La audiencia de Aerosmith fue mucho más receptiva que la de Van Halen, parecían más relajado con el asunto. Con Marilyn Manson fue genial, porque su audiencia estaba repleta de freaks. Pero siempre era una prueba, porque nunca eran nuestros fans. Tocamos enfrente de personas de todas las edades: desde los veinte a los cincuenta y siempre se preguntaban por qué el cantante gritaba todo el tiempo.

¿Qué paso después del éxito de Powertrip? Todo parecía venido a que la banda fuese muy famosa.

A&M, nuestra compañía, fue vendida a Interscope y todo el mundo se volvió loco. Literalmente, Interscope, solo tenía interés por bandas de nu metal, como Limp Bizkit, y nos dejaron arrinconados. Éramos gallina vieja para ellos. Monster Magnet dejó de ser excitante para los nuevos empresarios de la discográfica y dejaron de invertir dinero en la banda. Recuerdo hablar de esto con Manson y los dos estábamos de acuerdo. Era justo antes de que saliese God Says No a la venta. Me dije a mi mismo que el mundo de las majors se había acabado. A partir de entonces, solo pensé en como sobrevivir. No quería ser uno de esos músicos que se endeudan con la compañía por el resto de su vida. Lo único que quería era hacer música y ser aceptado por lo que soy.

¿Alguna vez pensaste que Monster Magnet duraría más de treinta años?

No, pero es lo que siempre he deseado. Al principio pensé que la banda aguantaría tres años. Pero cuando pasó esa fase de medité y me dije: «Esto es lo que vas a hacer el resto de tu vida». Ya no me imagino haciendo otra cosa, fichando en un trabajo cualquiera. Y tengo mucho material en mi cabeza, ideas que salen todo el tiempo. En cierto modo, soy afortunado. No hago mucho dinero pero tampoco gasto demasiado. Cuando huelo un desastre me doy la vuelta. Haré lo que sea por la música, pero bajo mis leyes.

¿Invitarás a Ed Mundell en algún tramo de la gira?

Sería genial, pero Ed vive en California, casi retirado de la música. La banda que hay ahora es la más longeva que haya habido nunca en Monster Magnet. Suena de fabula.

Texto: Sergio Martos

Fotos directo: Sergi Fornols

 

 

 

 

 

 

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