Discos de la década

Uno de los discos de la década para…Eloy Pérez: Two Cow Garage

Resultado de imagen de Two Cow Garage - The Death Of The Self Preservation Society"Hemos pedido a nuestros redactores y redactoras que elijan un disco que para ellos haya sido especial de la mal llamada década 2010-2019 (sí, sabemos que lo correcto sería decenio). No hemos querido fustigarlos obligándolos a escoger su disco de la década, pero sí al menos uno de ellos y que nos lo reseñen. Semanalmente, durante todo este año que sí da fin a la década, iremos desgranando esos álbumes que componen para el staff de Ruta 66 la fotografía de diez años que ya son historia. Eloy Pérez se queda con Two Cow Garage.

Two Cow Garage – The Death Of The Self Preservation Society (2013)

 

Hay discos en los que todas las virtudes de una banda convergen de forma simultánea, dando forma a una obra que sublima el talento y logros de la misma. En ocasiones -muchas- es el primero, otras el segundo o tercero; en el caso que nos ocupa, el sexto nada menos. Los de Columbus llevaban desde principios de la década anterior conformando una discografía en trayectoria claramente ascendente, con los dos discos inmediatamente anteriores a este –Speaking In Cursive (2009) y Sweet Saint Me (2010)- pronosticando ya de algún modo lo que estaba por llegar.

 

Dos años y pico se pasaron entre gira y grabación para finalmente entregar no solo el mejor álbum de su carrera, sino uno de los mejores discos de la década sin discusión. Micah Schnabel, capitán de la nave desde sus inicios, dio un extraordinario do de pecho a través de un trabajo intenso, casi desgarrador en lo musical, y de un poético cinismo en lo lírico, armas de las que ya se había servido en el pasado, pero nunca con la visceralidad aquí vertida.

 

Desde el feedback que abre «The Little Prince and Johnny Toxic» hasta la canción que cierra el disco y lo titula, los tres músicos (Schnabel a la voz y guitarra, el fiel Shane Sweeney a las cuatro cuerdas y el batería David Murphy) escupen un rock preñado de punk, country y blues saturado e hiriente -la producción, voluntariamente espartana, acaba por convertirse en el cuarto miembro de la banda- para vestir unas historias cargadas de rabia, humor negro, desencanto y redención. «Geri», «Stars and Gutters», «My Friend Adam» o «Hey Cinderella», por citar algunos de los temas más inmediatos, se convierten en clásicos instantáneos a la primera escucha. La clase de canciones que se filtran por los tímpanos no solo al cerebro sino a las entrañas, (re)moviendo cosas que uno creía olvidadas o adormecidas. Y puntuando acertadamente esa serie de navajazos, tres temas firmados por Sweeney aportan cierta calma disfrazada de chulería de barrio (o viceversa), recesos necesarios para afrontar la siguiente andanada.

 

The Death Of The Self Preservation Society (precioso título, por otra parte) resulta en definitiva una pequeña ópera eléctrica, de aliento sutilmente conceptual, que nos habla de la vida adulta y sus trabas y trampas con una lucidez asombrosa. Uno de esos discos que pueden salvarte en un momento difícil, o hundirte como un lastre del que paradójicamente no quieres desprenderte.

 

La pregunta a estas alturas pues sería… ¿por qué sigue siendo este disco -y por extensión esta banda- un secreto para tantos aficionados? No se me ocurre ningún fan de Social Distortion, Drive-By Truckers o Rancid, nombrando algunas de las más obvias, que no fuera a disfrutar como loco con esta magnífica colección de canciones. Quien ya lo haga, me dará la razón. Quien no, sigue estando a tiempo.

 

 

Eloy Pérez

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