Discos de la década

Uno de los discos de la década para…Sergio Martos: The Pretty Things

Resultado de imagen de The Sweet Pretty Things (are in bed now, of course...)"Hemos pedido a nuestros redactores y redactoras que elijan un disco que para ellos haya sido especial de la mal llamada década 2010-2019 (sí, sabemos que lo correcto sería decenio). No hemos querido fustigarlos obligándolos a escoger su disco de la década, pero sí al menos uno de ellos y que nos lo reseñen. Semanalmente, durante todo este año que sí da fin a la década, iremos desgranando esos álbumes que componen para el staff de Ruta 66 la fotografía de diez años que ya son historia. Continuamos recogiendo esos discos. Sergio Martos elige a The Pretty Things.

The Pretty Things – The Sweet Pretty Things (are in bed now, of course…) (2015)

 

Una cosa buena trajo la crisis de la industria discográfica: el retorno a la esencia en las grabaciones de la mayoría de artistas que habían dado comienzo a su carrera en la década de los sesenta. Sin la presión de tener que vender un producto a un público, en su mayoría blanquito y desconectado del underground, hubo artistas de ‘altos vuelos’ que entregaron sus mejores trabajos en décadas. Me vienen a la cabeza ahora los ejemplos de Tom Jones o Elton John, con Praise & Blame y The Union respectivamente. Discos honestos, en los que primaba el corazón y el talento por encima de cualquier otra motivación. En un plano más cercano en lo personal, Ian Hunter ha vivido, en este nuevo milenio, un resurgir artístico que se debe, primero, a la esencia de las composiciones, pero también, a las producciones desnudas y casi carentes de presupuesto que se empezaron a manejar cuando las ‘mayors’ se fueron al traste.

 

Los Pretty Things llevaban años en la cuarta o quinta fila de popularidad cuando publicaron el sublime álbum al que nos referimos en esta columna. Pero ellos, como cualquiera, también publicaron discos que se vendían a un sonido o una época, por aquello de «intentarlo de nuevo». Todavía estoy intentando entender qué carajos les pasó por la cabeza cuando hicieron … Rage Before Beauty a finales de los noventa.  Las canciones les hacía pasar por una banda irreconocible, el sonido era nefasto y la tocada era esencialmente mediocre. Fue con Balboa Island en 2007 que volvieron a sonar relevantes, mejorando cualquier cosa que los Stones, los Who o cualquier Beatle, hubiesen publicado en los últimos diez años. Y definitivamente, con The Sweet Pretty Things… lograron lo imposible, pues facturar uno de tus mejores trabajos cuando llevas más de cincuenta años de carrera a tus espaldas, y tus giras se conocen por recorrer bares y salas de aforo limitado, pues vamos, más que un logro es un milagro.

 

Puede que la entrada de dos jóvenes con las ideas muy claras, como el bajista George Woosey y el baterista Jack Greenwood, fuese el impulso definitivo. Pero no era eso todo. Cuando entrevisté a Phil May en vísperas de la grabación me comentó que la banda estaba grabando con aparatos que se rompían todo el tiempo de tan viejos que eran, pero era esencial hacerlo así para poder captar la esencia de las canciones en las que estaban trabajando. El cualquier caso, el sonido que consiguieron era crudo, directo y lleno de vida. Pero sin canciones no haces nada y el álbum estaba repleto de grandiosas composiciones: «The same sun», «Dark days», «And I do», «Dirty song», «Hell, here and nowhere»… Hasta la frivolidad de incluir dos temas instrumentales (perdón, uno de ellos acuñaba una especie de canto gregoriano al estilo de los Yardbirds en «Still I’m sad») era un acierto para el devenir del álbum. Y claro, dos covers que rayaban a la altura del modelo original: «You took me by surprise» de los Seeds de Sky Saxon y el propio «Turn my head». Nunca más volvieron a grabar un álbum, pese a la promesa de que lo harían. Los Pretty Things ya no existen y dejaron huérfanos a un puñado de fans que les seguían años tras año, gira tras gira. Pero algunos vivimos sus llegadas como si fuese lo último que hacíamos. The Sweet Pretty Things… fue un capitulo emocionante, que se coló ahí, entre las bacanales de shows memorables. Les dignificó cuando no necesitaban demostrar nada. Pero lo agradecemos eternamente.

 

Sergio Martos

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