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Pixies – La Riviera (Madrid)

 

No importa las veces que hayamos asistido a algún show de los cuatro de Boston a lo largo de estos quince años que hace que retomaron su actividad. Ni siquiera importa (claro que importa, pero ya me entienden) la ausencia de la irremplazable Kim Deal al bajo y la voz, desempeño bien cubierto por Paz Lenchantin, también sea dicho. Incluso que los tres discos de su nueva etapa sean netamente inferiores tanto en inspiración como en calidad respecto a sus obras cumbre.

La importancia de todo ello la podemos considerar en cierto modo relativa. Porque Charles “Black Francis” Thompson mantiene el nivel de fiereza y versatilidad vocales en muy buena forma. Porque David Lovering es un batería maravilloso. Porque Joey Santiago es uno de los mejores y más creativos arreglistas a las seis cuerdas de la historia del rock contemporáneo. Y sobretodo porque, sumado a ello, claro está, su repertorio es tan excelso que pueden hacer un concierto de más dos horas manteniendo el corazón del respetable en un puño. Y eso es lo que nos regalaron.

Más de cuarenta canciones sin apenas descanso, improvisadas en cuanto a la elección y ordenación en vivo por el mismo Francis, quien indica a sus compañeros qué canción toca acometer cada vez según le pida el cuerpo. Y así, desfilaron «Cactus», «Bone Machine», «Gouge Away», «Planet Of Sound», etcétera. Apenas ofrecieron tregua cuando se acercaban a las nuevas canciones, para las que hubo bastante espacio.

Canciones como «This Is My Fate» o «Silver Bullet» que, la verdad, no están nada mal. No tienen el recorrido ni la asociación biográfica para con el personal de las de Doolittle o Surfer Rosa, pero es material digno. De acuerdo, es cierto que quizás pecan de “adultas”. De ser más planas, adoleciendo de la frescura única de las viejas canciones. Pero a lo que vamos. Disfrutamos y nos desgañitamos. Ellos también. Así que si siguen en este estado de forma, cada oportunidad de verles es imperdible. Porque no habrá otros iguales o, siquiera, a leguas de distancia en lo que a grandeza idiosincrásica y calidad musical se refiere. Así de simple.

 

Texto: Daniel González

Foto: Salomé Sagüillo

 

 

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