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Raimundo Amador – Teatro Cervantes (Málaga)

El Terral pedía playa a gritos y el atardecer presagiaba, dentro y fuera del Cervantes, una mágica noche de verano robada al otoño. ¿Por qué Raimundo Amador no toca más en directo? ¿Por qué no encabeza los mejores festivales de blues y flamenco de media Europa y más allá cada año? Quiero creer que es una decisión personal y no es cosa de los programadores, porque otra explicación no encuentro… Se nos fue Jimi Hendrix, Paco de Lucía y BB King, entre otras leyendas, y cada vez es más complicado ver a Jeff Beck en directo y casi imposible a Eric Clapton ¡Aprovechemos a Raimundo! Quizás sea el único guitarrista actual que podría tocar con los ojos cerrados (y con alma, no sólo maestría) junto al repoker anteriormente nombrado.

Y si el calor aún araña el aire de la tarde en la calle, Raimundo y su banda (su hijo a la batería y percusiones), tardan un parpadeo en poner al rojo vivo el Teatro con «Candela» y ese “puchero de habichuelas” humeante y preparado «Pa mojar».

Se le ve contento y el duende le rezuma por los poros. Sesenta años cumplidos hace pocos meses y con un nuevo disco a punto de ver la luz (casi diez años después de su anterior “Medio hombre, medio guitarra”), tendrían que volver a subirlo a la cresta de una ola que sólo pueden coger unos pocos privilegiados. Sigue regalándonos piezas emblemáticas, como esa versión libre y rebosante de vitalidad de «Ya se acabó», un «The thrill is gone» que, allí donde esté, le arranca una sonrisa de admiración a su querido BB King, con el que compartió tablas en más de una ocasión.

Siembra un campo de ojos brillosos en el patio de butacas y demás niveles, tras un «Hoy no estoy pa nadie» que reconfirma que hoy está a corazón abierto para todos y, entre tragos de felicidad, se vaciará sobre el escenario hasta que el cuerpo aguante. Le siguen dos indispensables de Pata Negra, «Camarón» y un «Yo me quedo en Sevilla» dedicada a su Antonia (que lo jalea con alegría desde uno de los palcos), ambas cantadas por una Rosario Heredia pletórica, que vuelve a demostrar que también le sobra pellizco y poderío con unas bulerías por soleares, con Raimundo pasándose al bajo y tocándolo como si fuera su propio respirar.

Mississippi y Guadalquivir se funden en el «Blues de la frontera», y Toñi Amador (nieta de Raimundo) le inyecta soul a la velada en una muy digna versión en castellano del «Shape of my heart» de Sting y en una menos conseguida, pero a pleno pulmón «Back to black», que si nos sirve para imaginarnos el dueto perfecto que podrían haber firmado Raimundo y Amy Winehouse.

Seguimos bebiéndonos la noche y aparece Stevie Wonder aliándose con Jeff Beck, el homenaje al omnipresente Ray Heredia, un flamenco-funky en el que se abraza Marcus Miller y Miles Davis o un «Voodoo Chile» en la que Raimundo exprime y le da vida propia a su guitarra morada, haciendo que se le salten las lágrimas de felicidad a Hendrix y al Gran Poder al mismo tiempo.

No queremos que se acabe, pero el broche de oro lo ponen con una jam rebosante de psicodelia y arte, con “El lago” de Triana y un final con acústica desenchufada por Fiestas.

Larga vida a Raimundo y ojalá que sus seis cuerdas suenen en directo más a menudo.

Texto y fotos: David Pérez Marín

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