Discomático

Amyl and the Sniffers – Amyl and the Sniffers (Rough Trade-Popstock!)

Resultado de imagen de Amyl and the Sniffers - Amyl and the SniffersDespués de que, en 2018, Damaged Goods uniera sus dos EPs para lanzarlos juntos, Amyl And The Sniffers, los roqueros australianos en claro ascenso, han saltado a Rough Trade para su álbum de debut. Todavía está lleno del vigor beligerante del punk-rock y se dispara a lo largo de riffs y ritmos que te atrapan y te sacuden con una fuerza brutal, pero, sin duda, es un gran paso adelante para el grupo. Han descartado la espontaneidad de las letras anteriores para crear unas mucho más elaboradas, y aquel sonido tosco que caracterizaba aquellas primeras grabaciones, en favor de uno más denso y muscular, aunque, a la vez, más pulido. Pero luego, está esa voz. Chilla y corta como un cuchillo, y te arrastra al universo de su dueña, Amy Taylor. Un universo de descontento social y de desenfreno, propios de una juventud con poco o nada que perder.

Empiezan con «Starfire 500», con una intro prolongada del mejor blues-rock duro, estilo que marcó el sonido de una de sus influencias, AC/DC. Esto se aprecia claramente en la manera en la que el punteo sale con rapidez; dedos que vuelan bajo los que el ritmo no afloja ni un momento. Tiene menos de punk de postal y más de futuras estrellas de rock. Podemos imaginar esta canción como la perfecta para llenar una sala de expectación ante la salida a escena de Amy. Un crescendo de pura energía. Desafortunadamente, en el disco pierde parte de ese impacto, como si tuviésemos que esperar demasiado para empezar la revuelta. Menos mal que cuando llega, llega dando puñetazos. Quizás deberían haber recortado un minuto y medio para salir juntos como una pandilla peligrosa, disparando todos a una. Es una pequeña provocación, aún más marcada por ser al principio del disco, pero después, el álbum aumenta hasta alcanzar un gran efecto.

«Gacked on Anger» rebosa rabia e impotencia frente al sistema establecido. Hay quienes dicen que el grupo, al igual que otros parecidos, se apropia de la cultura de la clase obrera para vender una imagen falsa, pero con Amyl And The Sniffers somos testigos del crecimiento de cuatro jóvenes que, sin la vía de escape que les ofrece la música, seguirían, con suerte, trabajando en fábricas para ganar un sueldo mínimo. No es un escape egoísta el que buscan, si no uno en solidaridad con los demás. Como ellos mismos dicen, no pueden ayudar con dinero, pero sí a liberar tu espíritu. Es un tema que une al grupo y a su público. Amy canta para todos en este tema.

Esta tendencia solidaria y de liberación es propia de la subcultura australiana de los sharpies desarrollada durante los años sesenta y setenta. Hartos de ser ignorados, los sharpies, inspirados por los rockers, se enfrentaron contra los mods y contra una sociedad que renegaba de ellos. Amyl And The Sniffers sigue la estela de la música de esa época, con grupos como Coloured Balls o The Angels, y gran parte del disco expresa una furia vertiginosa. Los ritmos de canciones como «Cup of Destiny», «GFY» o «Punishya» se propagan como un martillo neumático que inducen a una marea de euforia. Es el sonido de un grupo alzándose contra el sistema, pero pasándoselo bomba a la vez. Como dijo un sharpie original, aquella época era como una inhalación de electricidad, una sensación de libertad total.

Aunque queda claro que manejan su rabia con gran efecto, el grupo sabe perfectamente cómo aplicar un toque más ligero para acabar con canciones que se diferencian de las más rabiosas. Sin perder el poder, el ritmo lento de «Got You», construido sobre una línea de bajo que proporciona un respiro del asalto auditivo de la guitarra, reduce el ritmo frenético del disco, lo que ocurre también en «Shake Ya», con un riff de guitarra sumamente simple. Angel destaca incluso más con su tacto pop-punk. Solo la mordacidad de la entonación de Amy da un toque más salvaje, pero estas canciones realmente marcan la diferencia en el álbum y evitan un disco unidimensional.

Gracias al tiempo del que han dispuesto para producir el álbum, bajo la mano de Ross Orton —productor de discos de Arctic Monkeys, The Fall o Gang Of Four—, la banda ha perfeccionado y agudizado el ataque de sus EPs anteriores. Las canciones están llenas de confianza, son ráfagas de punk-rock repletas de adrenalina y corazón. Como siempre, cuando un grupo secreto llega a un público más grande, hay quien se queja del cambio en el sonido, pero rechazar este disco por eso, solo serviría para perderse una joya bestial con once pistas de punk-rock, llenas de escupitajos y pasión. Una juerga inolvidable.

 

NATHAN WHITTLE

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