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Festival Euroyeyé – Gijón

 

Daddy Long Legs

 

El verano gijonés –poblado y nutrido– apenas necesita avales para encontrar una entidad propia. Trasiego constante de foráneos y locales por el paseo de San Lorenzo, sidrerías en estado de ebullición donde siempre hay una botella para escanciar y se mantienen enconadas discusiones sobre si los calamares que se sirven son o no de potera. En este ecosistema autosuficiente parece irrelevante que un grupo de émulos y entusiastas de los 60 se reúnan con periodicidad anual –en este 2019 se conmemoraba el 25 aniversario– para lucir sus mejores galas; asistir a directos de bandas que han seguido la senda de los sonidos añorados; bailar espásticos y hasta la extenuación redondos de siete pulgadas a cuarenta y cinco revoluciones por minuto; o recorrer el entorno en scooter mientras Don Pelayo desde su atalaya en la Plaza del Marqués lamenta no tener un pedrusco a mano para lanzar directo al casco de uno de esos excéntricos y anómalos visitantes que harán suyo el fin de semana.

Todo esto alberga las consabidas dificultades para plantear un evento humilde y honesto, ajustado a precio y preocupado por las diversas manifestaciones culturales –con independencia del formato– que rodean a la cultura sixties. Además la aparición de un nuevo festival en la villa no ha ensombrecido al Euroyeyé pero de alguna manera ha solapado las fechas ya propias de una constante en la localidad.

El jueves la Plaza Mayor de Gijón asistía al directo de la británica Gizelle Smith. Conexión sanguínea con la música aparte a través de su padre Joe Smith, guitarrista de los Four Tops, nadie puede negar que la carrera de la de Manchester no se haya forjado desde la base. Trompetista y cantante, se fogueó en la escena hasta dar con los Mighty Mocambos y su posterior carrera en solitario. Ruthless Day (2018) es la primera larga duración bajo su propia onomástica. Desde el comienzo dejó alardes de una poderosa voz –siempre respaldada por sus dos coristas– que oscilaba de la rabia de Working Woman a la cristalina emoción de Twelve. Sonidos funk remozados –a veces por exceso– que dejaron una actuación correcta y culminada por una paroxística presentación de la banda que ocupó un tiempo en el que se hubieran agradecido algún par más de cortes.

Gizelle Smith

De la plaza al Teatro Albéniz, ubicación definida para el resto de noches del Yeyé y garante de un gran sonido que mejoraba notablemente con la concurrencia de público. Era el turno para el que quizás fuese el concierto triunfador de esta edición: el de los neoyorquinos Daddy Long Legs. Adalides de un blues que no se alarga más de lo necesario y que corta de golpe la respiración. Da igual que seas mod o un protozoo, las piernas son elemento necesario para aguantar el embate de estos predicadores. Con todo lo expuesto no es difícil imaginar la forma en que pusieron patas arriba la sala, dando a probar a la audiencia su Pink Limonade en un infinito círculo de ganadores. Un concierto memorable en el que también practicaron su particular y celebrado homenaje a Link Wray con Fire and Brimstone. Pura catarsis que cedió la antorcha a los posteriores allnighters para verse inmersos en la difícil tarea de mantener la llama.

El viernes con la sala todavía por carburar llegó el tiempo de Los Estanques. Sin lugar a dudas la apuesta más personal del festival capaz de desafiar los conceptos estilísticos de buena parte del aforo allí reunido. Desde la psicodelia al jazz más ácrata –si se admite esta definición para tal estilo– desfilaron por el Albéniz las canciones de sus tres álbumes. De su disco más reciente –publicado este 2019– y homónimo se escuchó la contundencia rayana al stoner de ¡Joder! o los vaivenes en la teatral y a veces operística voz de Íñigo Bregel –atravesada por distintos registros– en Clamando al Error. También piezas de anteriores largos como Percal o la sutil Efeméride.

Después el local ganó en parroquianos para escuchar el clasicismo rythm and blues de los vitorianos The Allnighters. Los vascos, presentes en la primera edición del festival gijonés, marcaron un hito en el panorama soul ibérico hasta su disolución a finales de los 90. Hace unos años regresaron con un disco producido en la factoría Circo Perrotti a los mandos de Jorge Explosión, Everything Is Changing. Hace unos años volvieron a los escenarios y de ahí a esta ilustre edición del Euroyeyé en la que rindieron cuentas del sonido negro más elegante y refinado sin pasar por alto la crudeza de los pioneros. Bailes sinuosos que después verían su continuidad en base a los redondos de los pinchadiscos que cerraron la noche.

Llegó la noche del sábado a merced de su contrapartida diurna en forma de alldayer en el que se pudieron celebrar todas las ediciones cosechadas con la actuación de Los Platillos Volantes. Ya en el Albéniz dos propuestas contundentes sellarían el apartado de directos en este Euroyeyé 2019. En primer lugar los zaragozanos Volcanes –en cuyas filas milita el corazón de Los Bengala–, rescoldos de The Faith Keepers –y que actuaran en el festival hace algo más de una década, como se encargó de recordar Borja Téllez–. Poco a poco se fueron ganando el calor de la parroquia a base de un soul nervudo con aproximaciones al paisaje musical del cine exploitation de los 70. Aderezos de saxo, percusión o flauta travesera para ofrecer un concierto acidulado con garra y mucho músculo. Tras una hora cronometrada de actuación emigrarían al otro festival para tocar bajo la denominación de Los Bengala.

La traca final vino de la mano de otro combo de relumbrón como Los Malinches. Imbuidos de los sonidos latinoamericanos de los 60 a caballo entre el garaje y la guajira, desde Los Yorks a Los Destellos. Pronto se dejó notar la onda expansiva de un sonido configurado hasta el último detalle y sin ningún cabo suelto. No quedó más remedio que degustar cada ráfaga de farfisa en rolas sin fisuras como Sicodélico, recoger la necesidad de convertirse en Vagabundo o deleitarse en la melodía vocal perfecta de Un Buen Momento. Con toda probabilidad la medalla de plata de esta edición –si se permite la expresión– de un festival que surgió hace ya 25 años entre el marasmo y el erial para mantenerse ajeno a modas pero con la pasión de los comienzos.

Para concluir y entre las diversas muestras culturales que envuelven al evento hay que destacar la producción del fanzine In Crowd. Aproximación a una subcultura escurridiza a cargo del Colectivo Bruxista. Una pequeña referencia con el afán de glosar las diferentes aristas que esculpen la escena mod, con un repaso por los principales eventos realizados en España y un bloque final destinado a conocer las inquietudes de los y las jóvenes vinculados al movimiento desde diferentes perfiles y que pide paso para conservar la fe, o mejor dicho, para esparcirla.

Texto y fotos: Alex Jiménez

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