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Monkey Weekend – Puerto de Santa María (Cádiz)

 

Flamin’ Groovies

Dos muertes célebres tuvieron lugar el viernes 14 de junio en el Castillo de San Marcos. La muerte de éxito del Monkey Weekend, con el cartel de “Sold Out” en las dos jornadas, y la lenta muerte de unos Flamin’ Groovies, con poco nervio y menos emoción. La primera la celebramos y la segunda la padecimos.

Pasadas las 21:30, el castillo fue tomado sin hacer uso de las armas, al reclamo de Cyril Henrygarwick Jordan y los suyos. Fue una María Guadaña bien arropada quien abrió con solvencia, intensidad y teatralidad la 3ª edición del Monkey Weekend. Para cuando acabó su concierto, el recinto ya estaba lleno de fans de Flamin’ Groovies, expectantes; pero la expectación se nos vino a los pies con un “Shake some action” (¿pero esto no era “FLAMIN’ GROOVIES Performing Teenage Head”?) inicial, un “Shake some action” con una bajada de azúcar. Sin fuerza, sin velocidad y sin ganas, y con un Cyril Jordan a medio camino entre Austin Powers y el jefe infiltrado.

Al menos el bolo fue de menos a más (otra cosa hubiera sido imposible) y la última canción, “Slow Death”, sonó como a todos nos hubiera gustado que sonaran las anteriores. Los Derby Motoreta’s Burrito Kachimba lo tenían fácil para levantar al personal, aunque a los sevillanos a estas alturas no les haga falta que se la pongan botando en el área. Así que, en estado de gracia como están, sacaron su locomotora psychoandaluza  y sacudieron los muros de un castillo acostumbrado a celebrar bodas y convenciones.

Los Hermanos Cubero

El sábado a las 13 en la Bodega Osborne abrían los Hermanos Cubero. Desprovistos de artificios, con la honestidad y la pasión por bandera, redujeron la inmensidad de la bodega a un espacio musical pequeño y acogedor, donde sólo cabía el folclore, la mandolina de Roberto, la guitarra (y la demoledora sonrisa) de Quique y su mezcla de country, jota, bluegrass… (¿Nuestros Louvin Brothers?). Y su sentido del humor.

El mérito de los chicos de La Mota, conseguido a base de esfuerzo y experiencia, es convertir la ciudad donde instalen su producto en un parque temático (iba a decir rockero, pero eso ya queda antiguo) musical, cuyo engranaje funciona a la perfección. El sábado hubo para todos: salas atestadas para ver a Jose Domingo al lado del río, Los Estanques en Milwaukee o Riverboy dándonos su ración de acid-folk, pistas de baile a las nueve de la noche como la sala Gold con Bronquio, a quien se le van quedando pequeños los retos o devaneos hipnóticos en palacios decadentes: Los Rosarios en la Casa Monkey.

Riverboy

El karaoke loco de Los Jaguares reclama ya un local más amplio (o un local, al menos), ya que también murió de éxito. L’Exoticghost convirtieron la ribera del marisco en Waikiki y justo al lado Lucro casi echa abajo la terraza del bar Santa María. El clímax a nivel de convocatoria se produjo en la Plaza del Castillo para el homenaje a Camarón. Con sus claros y sus oscuros, sirvió para provocar el enésimo acercamiento entre el rock y el flamenco, para comprobar que a los rockeros sevillanos y granadinos aún les falta duende bailando, y para reclamar “Volando Voy” como himno nacional. La U.R.S.S. en pleno ascenso  nos dieron una buena ración de punk, siniestrismo y pogo, en la oscuridad de la Sala Kastillo, después de que Vancouvers ratificaran que han vuelto para pasarlo bien y dejaran que el pop intenso de Exnovios se adueñara del escenario.

Texto: Juan Carlos León

Fotos: David Pérez Marín

 

 

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