Hay quien podría tener la osadía de considerar largo este disco. Lo es. Es largo. Pero es muy bueno. Y no le sobra nada. Probablemente, estos tres chavalotes de Nashville podrían haber optado para este, su segundo trabajo, por prescindir, por ejemplo, de las versiones. Sería una opción para acortar su minutaje o el número de canciones, quince. Pero no una buena elección. Porque entonces nos perderíamos sus revisiones de Black Sabbath («Changes»), Townes Van Zandt («The Catfish Song»), Merle Haggard («Are the Good Times Really Over (I Wish a Buck Was Still Silver)»), Gregg Allman («Whipping Post»), Wayne Mills («One of These Days») o Tom Petty («Southern Accents»). Y eso sería un desastre, viendo los excelentes resultados. Además, encajan perfectamente en el conjunto del álbum con temas como «Blind Lover» o «Anna Lee». Riffs sureños, mucho soul, algo de honky-tonk. Esa es la receta. A ratos sonando a Steve Earle, y a ratos a Lynyrd Skynyrd. Superando ampliamente lo apuntado por su predecesor, para demostrar que en segundo disco puede superar sin problemas un debut. Dudo mucho que este año podamos disfrutar de muchos discos de este calibre en su género. Ahí lo dejo.
EDUARDO IZQUIERDO
