Con la reedición de Time and Place, su único larga duración, salió a la luz uno de los secretos mejor guardados por la sagrada guardia de las catacumbas de la música afroamericana. En aquel disco se advertía un artista tremendamente inspirado, que bebía de las aguas del soul sureño más clásico vía James Carr o Greater Davis pero a la vez se arrebujaba con la vanguardia musical del soul-rock gaseado por envites de fuzz incendiado y baterías espasmódicas que retumbaban en las atarazanas de la psicodelia. Ahora Light in the Attic recopila toda la obra anterior a Time and Place. Una precuela que hibernaba en el páramo de la desmemoria, desperdigada en oscuros singles publicados en minúsculos sellos. En él se puede saborear el arte que surge de la más hiriente de las honestidades. Al escuchar algunas piezas como «Diana (From N.Y.C.) » o «Bad Girl» hay deleite asegurado con un cantante que clama ser oído y que expía todo su dolor a través de su voz. En estas canciones la mística de la tristeza, el desamor y la pérdida, al contrario de lo que podríamos esperar, producen un embriagador efecto sanador.
ANDREU CUNILL CLARES
