Encuentros

Mikel Erentxun, «No hay edad para hacer buena música»

 

Mikel Erentxun vuelve a llamar la atención de los medios tanto por su nuevo trabajo, El último vuelo del hombre bala (Warner, 2019), como por su inaudita capacidad para hacer que “suba el pan” cada vez que concede una entrevista. Él, que trata de esquivar las redes sociales y vivir “en la oscuridad”, se ha hecho viral a su pesar después de que su amigo Borja Sémper decidiera utilizar uno de sus temas como parte de su campaña electoral. Él, que ya daba por perdida la batalla de aparecer en según qué medios, se encuentra ahora con una repercusión que no había visto “en casi veinte años”. Y es que este vasco de corazón ha dado el todo por el todo en el último de los discos de su trilogía autobiográfica -precedida por los discos Corazones (Warner, 2015) y El hombre sin sombra (Grabaciones Accidentales, 2017), regresando al lugar en el que más cómodo se siente. Un lugar en el que, sin embargo, todavía nadie le pregunta por sus letras.

He leído que escribes tus discos en cuadernos.

Cada moleskine con una tapa de diferente color, y cada cuaderno es un disco.

¿Tachas mucho?

Mogollón. De hecho, yo nunca he escrito las letras. Siempre me ha costado una barbaridad escribir. Y además, siempre he estado rodeado de grandísimos letristas. Diego Vasallo, con Duncan Dhu, y luego Rafael Berrio…

De repente la entrevista se para. Susana Díaz aparece para saludarle. “Bueno, me marcho a seguir con la campaña”, nos dice. Y Mikel se lleva las manos a la cabeza. “Me he levantado con la bragueta abierta. Dios mío, qué horror”.

Los cuadernos. Estábamos con los cuadernos.

Cuando me decidí en esta trilogía, que es la que estoy yo cerrando ahora, a hacer yo las letras, me compré una moleskine. Y esa moleskine se han convertido como en seis o así. Empiezo una línea, la acabo, la tacho. Tres líneas. Dejo tres hojas en blanco. Todo el rato voy yendo y viniendo. Tachando, recortando… hasta que, cuando la tengo, ya la paso a limpio. Entonces, tengo unos cuadernos guapísimos, todos tachados y subrayados y cambio de color y flecha pá aquí y flecha pá allá…

Es casi como escribir un diario.

Es un diario de a bordo, efectivamente. Yo creo que, cuando grabé el primer disco, hace ya van a ser seis años, no nació con la idea de convertirse en una trilogía. No era el primer disco de nada, era solo un disco. Pero sí que era un disco muy especial, porque, como te he dicho antes, era la primera vez que yo escribía todo. Y no es que escribiera todo, es que hablaba de mí. Era una autobiografía, escrito todo en primera persona. También era el primer disco que hacía con Paco Loco, era la primera vez que tocaba yo todos los instrumentos… es decir, había muchas cosas que luego repetí en el disco siguiente, en El hombre sin sombra. Fue al hacer este disco cuando empecé a ver que eran dos discos muy hermanados y que se podía hacer una trilogía. Y efectivamente, el nexo común de los tres discos es que los tres hablan de mí.

Son como diarios de a bordo en donde yo suelto todos mis sapos y culebras, y los temores que me agobian o me inquietan. Me ahorro en psicologos y me gusta. Me gusta desnudarme en mis canciones y contar todo lo que me pasa. Me viene muy bien. Muchas veces lo hago hasta con cierto humor. Incluso en este último disco, que el tema central es el paso del tiempo, que lo llevo fatal. Y me han dicho que eso se llama “cronofobia”, que yo no había oído hablar nunca de ese término. Si lo llego a saber, lo hubiera metido en alguna canción. Pues a eso muchas veces me acerco como te estoy hablando a ti ahora, con una sonrisa. Uno saca lo que tiene dentro y se ríe de sí mismo. Se lleva mejor.

¿Te gusta lo que se refleja ese espejo en el que se han convertido tus canciones?

Me gusta, me gusta mucho. Y además me gusta que es un poco como una línea de la vida. Cojo mis tres últimos discos, los escucho o leo las letras y veo lo que ha pasado en mi vida en seis años. Es como el instagram, estas cosas que son como pequeñas capturas de tu vida y… sí. No ha sido fácil, ¿eh? El disco anterior giraba en torno a una época muy crítica de mi vida, sentimentalmente hablando, y afortunadamente es una crisis superada y bien superada, pero claro, no lo pasé bien cuando escribí ese disco. Sin embargo, este último me ha salido el más positivo y optimista de los tres porque lo he escrito ya en un buen momento, con crisis amorosa y cardíaca (que fue la primera) superada también. El disco habla del paso del tiempo, pero sobre todo de esas segundas oportunidades que te da la vida y que hay que saber agarrar a tiempo. Esto desde el punto de vista del contenido lírico. Musicalmente, le dije a Paco (Loco), “vamos a hacer algo diametralmente opuesto a lo anterior”. Y Paco, que es el rey de sacarme de mi zona de confort, cosa que me encanta que haga, pues se lo llevó al pie de la letra, y hemos conseguido por primera vez en veintiocho discos que no haya una sola guitarra acústica. Que será probablemente el sello de identidad más característico de mi música. Las guitarras acústicas y las escobillas. Aquí no hay nada de eso, por primera vez. Y todo eso es gracias a Paco.

Mientras lo escuchaba, pensaba “esta canción me recuerda a tal grupo. Y luego decía… “¿No será que tal grupo se parece a Mikel Erentxun”?

Hombre, eso sería muy bonito. Yo no creo en la creación absoluta sin referencias. Antes pensaba que solo los genios podían hacer eso, pero es que ya ni eso. Porque hace poco leí un disco de los Beatles, que analiza canción por canción, y ahí salen los autores (John Lennon y Paul McCartney, que son como mis grandes ídolos), diciendo que cuando escribían sus canciones decían “aquí quisimos hacer como Chuck Berry en no sé dónde”. Ellos construyen las canciones igual que lo hago yo. Y yo pensaba que ellos eran los únicos capaces de crear algo absoluto. Entonces, esto viene a cuento de que yo creo con referencias. Una cosa es utilizar referencias y otra cosa es copiar y quedarte siempre en ese calco. Eso, no. Pero tomar influencias cuando tienes una idea de una canción…

También es una forma de entenderte con el productor, ¿no?

Ahí es donde llegaba. Yo me presenté a Paco Loco hace seis años con mi mochila llena de mis grandes influencias: Bob Dylan (principalmente el último disco) y Beatles (en el primero). Y Paco me dijo “ aquí todo lo que suene a Beatles y, sobre todo, a Bob Dylan… vamos a poner a un detector anti-Bob Dylan para no repetirnos”. Y entonces aparecieron unas nuevas influencias, que las metió él en el saco. Que son, principalmente, la Velvet Underground, Lou Reed el de Berlín (el más desconocido, yo me quedé en Transformer y he descubierto Berlín). Y de ahí hemos sacado muchas ideas, sobre todo de los coros. De meter los coros así como muy atmosféricos en ambientes turbios. A Paco no le gusta demasiado mentar influencias. Siempre dice “suenan a ti”.

Había pensado mencionarte algunos nombres actuales que se me han venido a la memoria al escuchar estas canciones. Por ejemplo, Supersubmarina.

Sí, claro que los conozco. Me gustan mucho.

¿Y Pablo und Destruktion?

No, eso no.

“Gigante” me ha recordado un poco a él.

Esa es una canción así como muy épica, en orígen. Y Paco dijo “tenemos que hacerla pequeñita. Tenemos que quitarle todo el punto del mechero”, como él dice. Por los estribillos estos en los que toda la gente saca el mechero, ¿no? Entonces decidimos bajarla varios tonos. A mí me gusta mucho Johnny Cash, es uno de mis grandes referentes. Y Paco me decía “pues vamos a hacerla como Johnny Cash, como el que te gusta” (a él no le gusta Johnny Cash). Vamos a cantar en plan desnudo y crudo, ¿no?

¿Te atreverías a hacer lo que hizo Cash, ya de mayor?, ¿un disco con canciones de los jóvenes?

Yo quiero hacerme mayor para hacer eso. Es mi sueño en la vida. De hecho, lo he querido hacer, pero veo que no tengo edad. Antes de esta trilogía grabé un disco que se llama 24 golpes, y ese disco llevaba de regalo otro disco grabado en mi casa que se llamaba Eléctrica PKWY, que pretendía ser eso. Pero claro, ese disco no lo puedes hacer con 48 años. Lo tienes que hacer con setenta años y con una vida por detrás y, a ser posible, como la suya. Ése es el disco que necesita Miguel Ríos. O Sabina. Hacer un disco de guitarra y voz.

¿Te atreves a reivindicar a Joaquín Sabina, después de haber sido considerado como uno de los compositores más machistas que existen? (Risas)

Primero, pienso que estamos exagerando un poco lo políticamente correcto. Estamos llegando a unos límites… que no puedes decir nada. Si yo digo ahora “esta taza, qué fea es”, me van a denunciar los fabricantes de tazas (risas). El ejemplo perfecto sería aquella concursante de uno de estos programas horribles, Operación Triunfo, que no quería cantar un tema de Mecano por tener la palabra “mariconez”. ¡Venga ya! No puedes analizar una canción que se escribió hace treinta años, en otro contexto…

Bueno, puedes cambiarla por otra palabra.

Sí, puedes. Pero si el autor no quiere…No sé. Me parece absurdo todo. Que ella quiera cambiar la canción, que él no quiera cambiarla…en fin. Sabina, sus letras… yo creo que es bastante ingenioso. No lo he analizado lo suficiente como para saber si es machista o no es machista. A mí Sabina me gusta como intérprete, sobre todo, más que como autor.

Si te llamaran de tribunal de alguno de estos programas de la tele, ¿no irías?

No, no, no. En fin, no puedes decir nunca “de este agua no beberé”. No me interesan esos programas donde la música se banaliza a esos extremos, y donde a uno le enseñan a imitar a otra gente… no sé, no los veo.

¿Y si tocaran alguna tuya? Es probable.

Que yo sepa, no han tocado nunca. Y mira que ha habido ya ediciones de OT. ¿Sabes lo que pasa? Generalmente buscan canciones donde se potencia la gimnasia vocal, que a mí es algo que me mata. Y claro, mis canciones no son aptas, porque son muy planas. Yo soy un cantante muy limitado, y generalmente estos buscan canciones donde se puedan venir muy arriba. Pero bueno, tampoco los critico. El mundo es libre y cada uno hace lo que quiera.

¿Tampoco te gustaría que te preguntaran cuánto dinero tienes en el banco?

Bueno, si te refieres a la Resistencia, es un programa que está ahí, entre los posibles. Ahora mismo no me lo he planteado, pero si efectivamente lo hago, pues le responderé alguna mentira, claro.

¿No querrías decirlo?

No, no. Aparte, ahora en serio, no sé lo que tengo. Tendría que mirarlo. Aparte, que tengo en diferentes sitios… no sé. También te pregunta cuántas veces has follado, ¿no? No sé, probablemente no vaya a ese programa y no tenga que pasar por ese trago (risas).

Bueno, ya tienes tres discos que explican más o menos esa pregunta, ¿no?

Sí, sí… pero es que la música en la televisión española ocupa un lugar muy pequeñito. Hay muy pocos programas. Últimamente ha salido el de Maika Makowski, “La Hora Musa”, y luego el programa de Ariel Rot, “Un País para escucharlo”. Yo no pude participar porque estuve grabando el disco, pero estuve el otro día con Ariel y me dijo que se está barruntando la posibilidad de hacer una segunda edición que pasaría por Donosti. Y, si pasa por Donosti, me imagino que lo haré seguro. Ya dije una vez que no, no lo voy a decir dos.

Con tantos años en la música, a ti que te gusta decir cosas contundentes en las entrevistas, ¿cómo ves el panorama?, ¿tú creías que las cosas iban a estar así cuando empezaste?

No. Mi resumen es que estamos bastante peor. Pero no quiero que suene a “cualquier tiempo pasado fue mejor” y esas cosas. Sobre todo yo, viniendo de los 80, hay que andar con pies de plomo, porque parece que los que estuvimos en los 80, todo lo que ha venido después es peor. Y tampoco es eso. Pero sí entiendo que ahora mismo (no te hablo de la calidad de los músicos, que la hay muy buena), hablando de medios… la cantidad de revistas musicales que han desaparecido en este país, de programas de televisión… es decir, la industria de la música ahora mismo, y es un dato objetivo, es bastante peor de lo que era antes. Lo cual no va en detrimento en la calidad de la música. De hecho, creo que hay bandas muy interesantes. Lo que ocurre es que ahora mismo, lo que está muy arriba, me interesa muy poco. Toda la música urbana, llámese trap o llámese reguetón o llámese lo que quieras, no me dice nada.

Igual ahora que estás saliendo de la zona de confort, igual cualquier día haces una colaboración con un trapero.

No lo veo. Y eso que lo tengo en casa, porque tengo hijos pequeños y hay muchas cosas que suenan en casa que no puedo con ellas. Pero no las veo a criticar. En los años 50 quemaban los discos de Elvis. Porque parecia que aquello era el demonio. A mí el demonio me puede parecer ahora el reguetón, pero, por la misma razón, no lo voy a criticar. Simplemente no me interesa, porque no me transmite nada. Y ahí sí que tienes unas letras machistas que te cagas.

Bueno, reguetón y rock clásico… están ahí ahí.

Sí, desde luego el rock clásico no se libra. Mira a Springteen, tiene unas letras… Es la historia de la música.

Tú siempre has evitado la controversia. Tus letras siempre han sido demasiado metafóricas.

Bueno, en este disco me he mojado un poquito más. En “Animales heridos” y “En la vereda”, he metido un poco el dedo en la llaga.

Y, aun así, te han llamado facha.

Super facha. Porque le dejé a un amigo cantar un cacho de una canción mía para un vídeo suyo de la campaña municipal. Por eso, ahora soy facha. En fin.

No habrán escuchado los nuevos temas.

Me parece que en este país no se presta demasiada atención a las letras. No se atiende realmente a lo que estás diciendo. De hecho, el primer single, “La vereda”, es una crítica a las radios convencionales y comerciales, y está sonando en todos los sitios, y nadie dice nada. Pero siempre hay lugar. Personalmente, ahora estoy muy contento del lugar que estoy ocupando en la música. Me ha costado mucho. En 2007 cerré una etapa y abrí otra, ha sido un camino de más de diez años, pero me ha situado donde yo quería y estoy recibiendo un reconocimiento que antes no tenía. Esta es mi primera entrevista en el Ruta66 veintimuchos años. Cuando yo empecé con Duncan Dhu, salíamos en el Ruta. Ha habido una laguna de muchos años en los que me han ignorado, a lo mejor con razón. Pero ahora, de repente, hago esta entrevista que me llena de alegría y que me hace una ilusión que te caga, porque es una de las pocas revistas cuyo contenido comparto y leo. Estoy sonando en emisoras donde antes no sonaba, estoy yendo a festivales donde no iba…

¿A qué crees que se debe el cambio?

Pues quiero pensar que es por el trabajo, no hay otra. Pero yo estoy encantado. Creo que he llegado a un punto en el que me siento muy cómodo, en el que hay cuerda para rato, y en el que no me siento como una caricatura ni siento que estoy haciendo nada ridículo. Yo no quería ser un tío de cincuenta y pico años cantando “Esos ojos negros”. Yo no quiero hacer un concierto en el que todo el repertorio se base en las canciones de hace veinte o treinta años, por mucho que yo sea consciente de que es lo que quiere oír mucha gente. No creo en las falsas nostalgias ni creo que sea bueno para un artista, o un creativo en general, mirar hacia atrás. Lo más saludable siempre es mirar para alante. No hay edad para hacer buena música.

Texto: Elena Rosillo

 

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Contacto: jorge@ruta66.es
Suscripciones: suscripciones@ruta66.es
Consulta el apartado tienda

Síguenos en Twitter