Discomático

Zebra Hunt – Trade Desire (Tenorio Cotobade)

A los Zebra Hunt parece no gustarles las novedades, se intuye gente de costumbres. Transcurrieron dos años entre su primer y su segundo disco, aquellos City Lights (2015) e In Phrases (2017) y vuelven a mantener ese mismo paréntesis antes de lanzar este Trade Desire que, por supuesto, sigue de la mano del tan delicado como poco prolífico sello Tenorio Cotobade. Su sonido continúa también fiel a sí mismo, anclado a su característica fórmula jangle pop sin que parezca haber vestigios para intentar moverse de ahí. De hecho, aunque se reafirman tanto como se acomodan, lo cierto es que, cada vez más empastados como bloque, facturan un disco redondo y dotado de una agradable y envolvente amabilidad.

Probablemente el único inconveniente que pueda ponérsele sea ése, que no hay riesgo, que suena demasiado similar a sus precedentes, que les sale así de fácil, con sus voces agudas y sus guitarras sin distorsión emitiendo acordes como bendecidos por Roger McGuinn. Y como aderezo, leves coqueteos post-punk y ese cierto toque elegante que sus canciones parecen poseer siempre. Ni más ni menos para un disco que, concebido después de su gira española de 2017, se compone tan sólo de ocho cortes y no alcanza la media hora de duración pero en el que las canciones se deslizan con comodidad, fluyendo entre el repiqueteo de las guitarras y dibujando una extraña melancolía alegre. Que los de Seattle beben de The Feelies o de los primeros REM sigue quedando patente en cortes como el single See Through You, en las guitarras burbujeantes de Don’t Give Up o en la preciosa Two States, una pura delicadeza con cierto toque folk en el rasgado de las guitarras, como si un tema acústico se viese de repente electrificado y de cuyos versos emana además el título del disco. Pero, también como sus referentes, aportan alguna pincelada de agresividad contenida, con los coros gritados y los punteos acelerados de Control, el estribillo de Houses Burning o esa línea de bajo con la que arranca Coral Scenery. Curiosamente, destaca la estupenda versión del Second One To Know de The Fresh & Onlys, que suena aquí más limpia, más detallista que la original y de la que heredan ese teclado magistral que domina el segundo plano. Para cerrar, la letanía de Don’t Say Anything, que culmina con un largo desarrollo instrumental y pone fin a un disco que sí, suena como sus precedentes, pero benditas sean esas guitarras juguetonas. Pura adicción.

Texto: Miguel Sáez Martín

 

 

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