Presentarse con un aspecto tan peculiar como el exhibido por este debutante norteamericano, pertrechado con un sombrero de cowboy y antifaz de flecos, esconde la clara pretensión de anticipar la particularidad que acompaña a su discurso musical. Pocas cosas pueden resultar más osadas, y complicadas, que trasladar los sonidos tradicionales estadounidenses a un escenario marcado por la diversidad y la falta absoluta de ataduras. Un siempre difícil equilibrio por el que precisamente apuesta un trabajo que su inmediata inmersión en un desértico y oscuro western («Dead of Night») no le impide serpentear entre un pop-rock de melódica angustia («Turn to Hate») que devendrá en el ampuloso dramatismo de «Hope to Die», proyectándonos la figura de un Morrissey ataviado de hechuras vaqueras. No menos llamativo resulta el viaje capaz de conducirle desde un in crescendo de tensión eléctrica («Buffalo Run») a coronarse parapetado en la mejor versión de Elvis Presley («Roses Are Falling»). Todos disfraces que posibilitan dar salida a una forma de interpretar tan particular como camaleónica, asumiendo un riesgo que tiene como recompensa un sorprendente y desinhibido álbum.
KEPA ARBIZU