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Punk in Drublic – Poble Espanyol (Barcelona)

Que una iniciativa como la de Punk in Drublic es necesaria, nadie lo pone en duda. Sólo hay que ver la respuesta de los medios, del público. Aunque la fecha de Barcelona estuviese regada por el agua, nada impidió el éxito de una propuesta que congrega a una audiencia que en gran medida, vivió los noventa con verdadero fervor. Con seis bandas por delante, The Bombpops y Less Than Jake fueron una anécdota a pie de página. Con Mad Caddies y una propuesta cada vez más sólida, y acato seguido, Lag Wagon que a pesar del gran cancionero con el que cuentan, en directo falta algo que no acertamos a identificar. Puede que sea la determinación, o simplemente, su techo está ahí. Igualmente, con canciones como “Violins”, “Sleep” o “Making friends” hay que darles el aprobado.

A quienes a estas alturas no hay que pedirles explicaciones es a Bad Religion, están por encima del bien y del mal. Hagan lo que hagan, ni van a sumar ni a restar nada a su historia, a sus méritos. Su hoja está escrita desde hace mucho, ahora queda saborear lo conseguido con la certeza de que el respeto que te has ganado, no se va a borrar nunca. Ya sea grabando los discos que te apetece o saliendo a girar cuando el asunto se pone a favor. Y participar de esta caravana ambulante era un estimulo, es un reconocimiento a su labor. Bad Religion no han corrido nunca muchos riesgos, bastaba con ser los mismos de siempre y no meter muchos gazapos. Sobre el escenario son cercanos, pero sin la necesidad de ser y mostrarse como tus mejores amigos. Ellos salen y tocan, sin escatimar en esfuerzos, no escaquean un segundo.

En una hora de concierto les da tiempo a tantear épocas y confirmar que hay canciones nuevas que no desentonan con los clásicos, caso de “My sanity”. En Bad Religion todos están en su sitio, nadie se sale de la norma, no obstante quien se mantiene más firme es Greg Graffin. Tiene mejor imagen ahora que hace veinte años, su voz sigue intacta y las poses son las mismas que las de antes, pero igual que el punk del que hace bandera no envejece, él tampoco. Encadenar en orden alterno “Generator”, “21st century (digital boy)”, “American Jesus” o “Punk-rock song” (siempre acaban con esta para un set list que varían cada noche), está al alcance de muy pocos. Son un clásico del rock (en general), y eso es algo que se llevan a la tumba.

En cambio, a NOFX nunca se les ha tomado tan en serio. No porque los críticos (no tanto el público) les haya cogido ojeriza, pero la actitud, en los directos, en las entrevistas, siempre ha rozado lo cómico, lo inexplicable. Una pena, pues cuando se ponen a tocar, la maquinaria de los californianos es imbatible. Si bien, esa rémora no ha hecho mella en un público que les adora, les hace gracia las bromas de Fat Mike, ideólogo de este Punk in Drublic. Y aunque no lo admita nunca, al carismático jefe de esta cuadrilla le han debido advertir que a poco que se tomara más en serio sus conciertos, se ganaría el respeto que le hemos ninguneado.

Canciones las tiene, capacidad para modificar en cada actuación, riqueza de estilo y un sonido que les define, cuando muchos de sus coetáneos suenan calcados entre sí. A ver, él sigue hablando más de la cuenta, pero es verdad que no tanto como antes, mantienen el ritmo y una vez se meten en faena, son un rodillo. Su vertiente reggae y ska les permite equilibrar la balanza y huir de la monotonía, hasta que llega “Don´t call me white”, un himno que cantamos a pulmón abierto en 2019 y dentro de treinta años, cuando les expliquemos a los jóvenes del futuro, qué era aquello del punk.

Texto: Toni Castarnado

Fotos: Sergi Fornols

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