Encuentros

Echo & The Bunnymen, como el gato que vuelve del frío

 

La derrota infligida por el Liverpool al Barcelona en Anfield nos anima a —nobleza obliga— rescatar esta entrevista con un famoso hincha del equipo inglés. Ian McCulloch seguro estará en las gradas durante la final de la Champions en Madrid. En esta entrevista de 2005 todavía no había digerido el triunfo de su equipo en la Champions.

Nos visitarán en verano: 10 de julio, Jardins del Reial Viveros, Valencia; 11 Claustre de Sant Domingo, Pollença, Valencia; y 12 Pirineos Sur, Sallent de Gallego, Huesca.

‘’Nunca he estado en Siberia’’, bromea Ian McCulloch en relación al título de su nuevo álbum al frente de los hombresconejito. ‘’¡Pero si he estado en Iberia!’’, aclara. Efectivamente, en múltiples ocasiones desde 1984. En la ultima, el pasado mayo [2005], ya glosaba las presuntas maravillas del recién completado disco. Hoy podemos sacar nuestras propias conclusiones.

Viene Ian McCulloch excitadísimo por la reciente victoria de su equipo del alma en la Supercopa (nos encontramos en un hotel próximo al recinto del Primavera Sound, donde actúan los Bunnymen). Mantiene una semana después la resaca de aquella noche triunfal para un equipo y una afición apartados durante años de la competición europea. Algo parecido les ocurre a Echo & The Bunnymen y su nuevo álbum Siberia. De tanto repetir que es lo mejor que han hecho nunca, de tan satisfechos que parecen ante la criatura, podrían acabar convenciendo a la crítica de que en realidad estamos ante un nuevo Ocean Rain (1984).

No es el caso, francamente. Se agradece la producción de Hugh Jones —que ya trabajó en su segundo álbum Heaven Up Here (1981)— apuntalando y mejorando una colección de canciones delectable más que superlativa. Nada nuevo para quienes les siguen desde su retorno en dignísimas grabaciones como What Are You Going to Do with Your Life? (1999) o Flowers (2001). Aunque, reconozcámoslo, tal vez en Siberia el valor de aquellos discos —la solvencia del dúo formado por el letrista/vocalista McCulloch y el guitarrista/arquitecto Will Sergeant, que no pretenden ser lo que ya no son y en consecuencia suenan sinceros y propios, más presentes que nostálgicos— resuene con mayor fuerza y claridad. Como en el hipnotizante single «Stormy Weather», la fácil deriva existencial de «Everything Kills You», el astroso rock «Scissors in the Sand» o ese gran final en la aspérrima balada «What If We Are?». El oyente, como siempre, tendrá la última palabra.

Foto: Benet Román

Dicen que el reciente divorcio de su compañera de siempre —y problemas ¿solventados? con el consumo de cocaína— han tenido mucho que ver en la limpia, vibrante honestidad de estas canciones, pero comprensiblemente McCulloch no quiere hablar de ello. Prefiere seguir en las anécdotas sobre la final de su vida, a riesgo de perder la voz para el inminente concierto. Como cuando bromea con el hecho de que han coincidido con Rafa Benítez, entrenador del Liverpool, en el vuelo hacia Barcelona. ‘’¡Y volaba con Easy Jet!’’, se maravilla incrédulo. Si han coincidido con él, también los Bunnymen vuelan en tarifa económica. Y no pasa nada: saben llevarlo con elegancia.

La historia del rock demuestra que las reuniones casi nunca funcionan. ¿Por qué lo ha hecho la vuestra?

Un motivo sería que nunca hicimos grandes sumas de dinero. Me explico: en los ochenta ganamos mucho, pero lo gastamos comprando de todo. Así que esa no fue la razón, pues no íbamos a ganar montones de pasta. Básicamente ocurrió que Will y yo habíamos coincidido en un proyecto llamado Electrafixion, y comprobamos que todavía existía química entre nosotros. Nos dimos cuenta de que, si existía esa química, era estúpido no usar el nombre Echo & The Bunnymen, pues precisamente ese nombre ayuda a crear un cierto tipo de canción y ambiente. Es como llevar la camiseta roja del Liverpool: si estás en Echo & The Bunnymen has de llevarlo con orgullo. De ningún modo nos hubiéramos metido en esto, Will y yo, si pensáramos que no tiene el nivel que tenía entonces. Los tiempos cambian y quizá podríamos decir que 1983-1984 fue el mejor momento del grupo, pero eso no significa necesariamente que la música fuera mejor. Creo que el nuevo álbum Siberia sorprenderá a mucha gente: podría ser el mejor álbum que hemos hecho hasta la fecha. A Will y a mi así nos lo parece, lo mismo le ocurre al productor Hugh Jones. El título mismo ya evoca un exilio. Y una canción, «In the Margins», especifica esa marginalidad, ese destierro. Somos como el gato que vuelve del frío.

Un título que sin duda recuerda a los Bunnymen de Porcupine (1983), esa gelidez cortante de aquella portada y de la música que contenía.

Un título majestuoso, en efecto. Y la música, bueno, podría datar de 1984, aunque por otro lado no me parece que Ocean Rain suene a disco de los ochenta del modo que lo hacen uno de Human League o uno de New Order. Siberia suena tan atemporal como Ocean Rain, suena como si lo hubiera grabado la misma banda. Creo que suena más a la secuela natural de Ocean Rain que cualquier otro disco que hayamos hecho.

De hecho, desde vuestro regreso, se han borrado los años de separación y los proyectos fallidos, es como si nunca os hubierais separado.

No sé muy bien porque es así. Seguramente porque verdaderamente creemos en la banda. Estar en Echo & The Bunnymen es para mí el máximo orgullo, lo mismo para Will. Y por eso estamos a la altura. Necesitábamos esa separación, yo estaba hecho un asco, con una gran depresión, muchos asuntos personales que resolver. Al separarnos y hacer unos cuantos discos en solitario aprendí la artesanía de la canción, que es algo que traje de vuelta a la banda, ahora compongo canciones mejor acabadas.

Has seguido haciendo discos en solitario…

Sí, antes de este nuevo álbum publiqué Slideling (2003), que también me gusta mucho. Esa forma de trabajar las canciones se nota en lo nuevo de los Bunnymen. Para mí hacer un álbum de los Bunnymen es como jugar con el Liverpool, mientras que uno en solitario sería como jugar en la selección inglesa; es importante pero no es lo mismo, son dos cosas distintas. En Liverpool seguimos los partidos de nuestro equipo con total entusiasmo, aunque jueguen mal, pero no nos implicamos en la selección inglesa como lo hace un brasileño o un italiano. Cuando canto con los Bunnymen soy el delantero, mientras que en mis discos tengo que ser portero, defensa, mediocampista y marcar goles.

Eres un vocalista distinguido, ¿quienes fueron tus maestros?

Ejemplo: una canción de Stevie Wonder que escuchaba siendo niño, «Yester-me Yester-you Yesterday». Creo que es una de las más grandes tomas vocales. Y una de las más hermosas canciones; la letra, la música, la voz. Cualquiera que ame el canto debería escucharla, por las cosas que hace, cómo desafía la gravedad, cómo canta. Todavía me fascina escucharla.

Últimamente nos invaden las bandas que regurgitan los ochenta, solo que la mayoría no habían nacido cuando surgieron los nombres a los que imitan. ¿Quizá oyeron los discos de sus hermanos mayores o de sus padres?

Siempre hay críos que quieren ser más enrollados que los demás y rebuscan en el pasado para dar con algo especial. En América, algunas emisoras siguen programando continuamente esas canciones. «Lips like Sugar» fue votada mejor canción en una de esas emisoras; New Order también estaban en lo alto de la lista. Me recuerda a cuando yo escuchaba a los Velvet, aunque solo hubieran pasado unos pocos años desde su disolución, el mismo sentimiento de estar descubriendo algo que tus amigos desconocen. Es lo que nos ocurre a los Bunnymen, solo que ahora todo está disponible. Cuando en mi época encontrabas un disco de Velvet Underground, o uno de Stooges, descubrías una rareza. Me siento afortunado de haber vivido esa época, ahora te lo bajas de Internet y ya está. Recuerdo que tomaba el autobús al centro de la ciudad con mis cinco libras, que en aquella época daban para dos elepés; tenías que ser muy selectivo, buscar un bootleg o algo así. Pero creo que en cualquier época es excitante descubrir discos cuando se tienen trece años.

¿Conoces el álbum tributo a Echo & The Bunnymen hecho en España (Play the Game, Lunar Discos)?

No, no sabía nada, pero es otra señal. No importa si esas versiones son buenas o malas, es importante para nosotros saber que hay gente ahí fuera que nos considera una influencia. Me han dicho que en América un tipo ha grabado Crocodiles (1980) al completo y aparentemente suena igual. Esas cosas son las que te hacen sentir como Velvet Underground o The Doors. También hay discos tributo a los Smiths. Son la clase de bandas que a lo largo de los años mantienen un extraño contingente de seguidores. Un tributo como el que mencionas nos hace más contemporáneos, y creo que definitivamente lo somos. Es bueno que todo esto ocurra cuando se publica Siberia, porque es el disco donde se comprueba que en lo nuestro no tenemos competidores, ni imitadores que valgan. Lo escucho y veo que es como todos nuestros discos en uno, suena atemporal.

¿Qué canción resaltarías a nivel personal?

Hay una canción, «Parthenon Drive», que me recuerda a «It Was a Very Good Year» de Sinatra. Mi voz se quebró grabándola, la perdí durante dos semanas tras la grabación. Suena rota y exhausta, pero encajaba en la canción y la dejamos tal cual en el álbum. Es mi interpretación más cruda: no sabía hasta donde llegaría mi voz, pero seguí adelante y funcionó. La letra es muy triste, triste pero serena.

Y ya sin más demora, cuéntame cómo te sentiste al ganar tu equipo la Supercopa.

Aparte del nacimiento de mis hijas, ha sido el momento más feliz de mi vida. Fue muy fuerte ver que el destino se ponía de parte del Liverpool, no pude contener las lágrimas. Normalmente ves el partido con los colegas, bebiendo y riendo, pero aquel día lloré. El equipo había pasado una mala racha, por una serie de fallos adjudicables a varias personas. Estar fuera de Europa seis años nos hundió, en esa competición es donde se aprende la grandeza. Éramos un equipo humillado, aunque la gente nos siguiera queriendo, por eso significó tanto ganar. Ver la escena de cantos y saltos en el vestuario fue algo inigualable; Steven Gerrard se convirtió en ese increíble héroe de la noche a la mañana. Fue tan emocionante. Esa copa es nuestra para siempre. Luchar con tanto coraje ante un equipo como el Milán, que juega el mejor fútbol, y no solo tener la pelota sino marcar un gol… ¿Qué voy a contarte?

 

Texto: Ignacio Julià. Publicado en Ruta 66 nº 221, noviembre de 2005.

 

 

 

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