No es tarea fácil referirse a Los Deltonos intentando aportar algo nuevo y regateando la elogiosa redundancia. Una carrera ejemplar, de distintivas etapas, y el merecido status alcanzado de ser como mínimo una de las mejores bandas de rock en castellano, resultan un currículum forjado a prueba de frases hechas o reiterativos parabienes. No obstante, el mayor tesoro con el que probablemente cuente el grupo sea precisamente ese, la imposibilidad de esgrimir nada que ensucie el impoluto relato de su existencia. Una biografía a la que por el contrario no dejan de sumarse encomiables episodios. El último de ellos, aparentemente continuista con su predecesor a la hora de mantener el marcado crepitar de guitarras, aparece a su vez adornado de una serie de variantes que llegan a constituirse como un catálogo de las capacidades que alumbran a estos cántabros. Un inicio con flamígeros sonidos entre el boogie y el hard-rock, que no esconden los dardos lanzados al renacer del ‘’espíritu nacional’’ («Águila»), irán haciendo espacio, entre elegantes americanismos («Correcto») y vigorosa electricidad («Escabeche»), a toda una gama de envites estilísticos. Un muestrario donde no falta la cosmovisión bluesera a lo North Mississippi Allstars («Vergüenza»), el power-pop de calado melódico («Ahora») y por encima de todo un sorpresivo y sugerente coqueteo con el funky-jazz en «Limpio», demostración palmaria de que la llama creativa de esta formación parece infinita.
KEPA ARBIZU
