Ufff…En tremendo lío se mete Toop, figura secundaria y teórico musical que muchos conocerán por su estrecha relación con Brian Eno, o, su imprescindible ensayo sobre el ambient Océanos de sonido. En su nuevo ensayo, este es el primero de dos separados por un arco temporal que llega hasta la década de los70 en su primera entrega, disecciona la historia de la improvisación, música libre, free o como gusten. Así que aquí van a encontrar a clásicos del free-jazz sobre todo pero también a colosos como AMM, MEV, Morricone, Cream, Spike Jones, el swing o los ragas hindúes.
El primer cometido de Toop es intentar definir que es la improvisación, de donde surge, su experiencia con la disciplina y la virulencia que puede despertar en el público su recepción, no solo interrogándose el mismo sino aglomerando sus intuiciones con las ideas de otros y tradiciones, como los escritos automáticos surrealistas, la creación por rapto místico de autores como Austin Osman Spare, el blues original no limitado temporalmente por los surcos de 78 rpm o su manifestación en culturas no occidentales. Todos ellos orígenes en los que rastrea un método más que un fin.
Así mismo reflexiona sobre lo espontáneo y su creencia en ello como sinónimo de libertad. Indaga en ello guiado de una vasta cultura, pero con un método estricto que le ayuda a dar palos ante un terreno abonado para la tomadura de pelo y la indolencia. John Cage se lleva varios. Y es que ese cajón de sastre de lo “experimental”, es una forma expresiva que suele ser terreno abonado para músicos girando sobre si mismos apuntando con su nariz a la vacuidad.
Improvisación y experimentación son dos etiquetas que me suelen hacer arquear las cejas y poner mi mente a trabajar para emplumar y embrear mentalmente al botarate que las exhorta para si. Que yo he visto a Max Roach solo improvisando con su batería, AMM, a Derek Bailey y unos cuantos más y he sentido ese fugaz punzamiento, al mismo tiempo que lo guardo en forma de recuerdo replicante. Me parece que fue otro quien estuvo allí, algo cercano a una transposición.
Por contra, he asistido a demasiados recitales, performances, o como quieran llamarlos, tediosos y ridículos a partes iguales. Todos ellos han tenido algo en común, que su puerta de entrada, a esos eriales intelectuales ha sido Sonic Youth. Que eran buenos en los suyo pero la prensa nos vendió la burra con los de Nueva York, quienes han sido siempre un grupo retro como los Chesterfield Kings o los Barracudas, lo que pasa es que Sonic Youth en vez de basarse en r’n’b, pop y garage, lo hacía en la psicodelia más freak de los sesenta. Y así con lo experimental y lo improvisado hasta la extenuación. Thurstoon Moore firma un comentario en la solapa.
Lo experimental no es un género, es un método, no acota nada. Como método intenta llegar o demostrar algo aparentemente objetivo o concreto, a través de experimentos. Esos experimentos son la parte fallida o desechada de todo ese proceso. Los discos de CAN, por ejemplo, no son música experimental, es glorioso pop moderno. Sus experimentos son solo descartes.
Mientras la improvisación, cuyo atributo principal es lo espontaneo y lo fugaz (aunque la grabación puede eliminar ese atributo defacto), se relaciona con lo experimental en que también es un método, aunque al revés que este, se queda ahí. En el momento. Ambos son praxis principalmente de ideas. La improvisación, si fuera una idea política, estaría refrendada por las tesis de la escuela austriaca, que al igual que su modelo teórico es imposible de llevar a la práctica, ergo el modelo es falso. La improvisación es una mala idea teórica y práctica en todos los aspectos de la vida, solo en uno puede fructificar, y es, como no en la música. Toop llega a esa misma conclusión. La más abstracta y conmovedora de las artes, proporcionador de escenarios imaginarios sin igual y sutil embaucadora de estados emocionales.
En el Maelström me ha mantenido expectante, apuntando mentalmente nombres, y recordar mi inabarcable interés por ese único médium existente con otros mundos que es el sonido creado por humanos.
Texto: Iván López Navarro
