La figura de Townes Van Zandt se ha ido agigantando con el paso de los años, el legado de sus canciones y la influencia musical que ha ejercido sobre otros músicos se podría decir que está mucho más presente a día de hoy que cuando viajaba con su guitarra a cuestas por las carreteras secundarias del cantautor maldito. Su complicada manera de ser y esa aura de alcohólico errante en permanente lucha contra sus contradicciones interiores aumenta el interés por encontrar los recónditos recovecos de los que nacieron canciones que décadas después de ser compuestas continúan erizando la piel. El autor, consciente de que ya se han escrito ríos de tinta sobre el de Fort Worth, opta por aproximarse al personaje desde una óptica personal, dibujando con acierto y brevedad, apenas llega al centenar de páginas el libro, un ajustado retrato del mundo en que Townes habitó antes de fallecer de manera prematura a los cincuenta y dos años. Opiniones de otros músicos, personas cercanas o fans van complementando el hilo conductor trazado alrededor de su obra discográfica de manera emotiva aportando vivencias y recuerdos que nos dejan una amarga sensación. El mismo sabor agridulce que desprenden sus grabaciones. La vida hecha canción. Con prólogo de nuestro compañero de redacción Eduardo Izquierdo y epílogo del músico outlaw norteamericano Pete Berwick.
Manel Celeiro
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