“Si no hay odio, no hay Rock´n´Roll”… lo dijo Ilegales a finales de los ochenta y lo siguen defendiendo. Pocos grupos hay como ellos que tengan tan claros los fundamentos de esto, un grito continuado e implacable sobre la “Rebelión”, título de su último disco, presentado con un Sold Out en el Kafé Antzokia bilbaíno. Un llenazo avisado desde hace semanas y que reunió a un público veterano, con trazas (muchos) de haber peleado en la calle, ya saben, el Norte está lleno de frío y los ochenta fueron épocas de pocas bromas y muchos macarras.
Jorge Martínez se halla en plena forma, eso es indiscutible. Sigue siendo reconocible el sonido de su guitarra aunque no le veas, y sigue cantando escupiendo rabia y delicadeza dependiendo de la canción que toque, o mejor dicho, himno, porque su repertorio está plagado de ellos. 34 canciones sonaron en la noche bilbaína en hora y cuarto de actuación, un único bis de cuatro temas y actitud a raudales. El cuarteto dio comienzo a la Liturgia Ilegal con “No tanta, tonto”, tercer corte de su nuevo disco (del que sonaron seis canciones, todas ellas perfectamente integradas en su repertorio clásico, como si las conociéramos desde siempre), y a partir de ahí todo fue un no parar. Si el segundo tema es “Hola mamoncete” (una de sus canciones referencia, sin duda) es que se va sobrado de calidad y confianza. Lógicamente, el público entregado desde el primer instante, la legión de fans de los asturianos es poderosa por estos lares y disfrutaron de un repaso bastante completo por casi toda su dilatada discografía.
La primera pequeña epístola de Jorge hacia su público fue para proclamar que “el presente está hecho de pasado y de futuro”, así sólo podía sonar “Agotados de esperar el fin” y en un par de temas más, “El Norte está lleno de frio”. Pocos grupos pueden plasmar tan seriamente el áspero ambiente de las calles ochenteras, cuando había un vacío de esperanzas nunca olvidado por quienes vivieron aquellos tiempos tan duros. Empalmar “Enamorados de Varsovia” junto a la nueva “El bosque fragante y sombrío” daba un poco de tregua al respetable, antes de dos de sus mejores creaciones, la anti bélica “Ángel exterminador” (una de las letras más impactantes sobre el horror de la guerra), en la cual tuvo un gran protagonismo el teclado de Mike Vergara, y “Yo soy quién espía el juego de los niños”. Jorge no estaba en nuestro bolsillo sino delante nuestro, creciéndose ante los coros de un público ya militante e incorruptible, el Rock no quiere ni tibios ni equidistantes bajo sus estandartes.
Otra de las nuevas, “Mi amigo Omar”, daba paso a “El Demonio” (uno no puede sino imaginarse al Brando de “Salvaje” cuando escucha esto), antes de otra bajada de revoluciones para empalmar “Regreso al sexo químicamente puro”, “Me gusta como hueles” y “La casa del misterio”, otra temática aunque tratada con la crudeza habitual de los asturianos. Y una canción de lucha es la que abre su último disco. “Si no luchas te matas” va camino de convertirse en su nuevo himno, una letra que llama a esa rebelión que aún no se ha producido por la narcotización mental de la gran parte de la población, vivimos tiempos oscuros pero aún no acabamos de encontrar la luz que prenda la mecha de esa rebelión tan necesaria.
No había más remedio que fijarse en Willy Vijande y su bajo cuando sonó “Soy un macarra”, seguido de “Tiempos nuevos, tiempos salvajes” y “Dextroanfetamina”. Parece mentira cómo un grupo puede llegar a presentar una lista tan enorme, completa y variada de canciones que se te meten tan dentro que ya no puedes sacarlas de tu cerebro y entrañas.
Y tras comentar Jorge que su camisa rayada, como las de la cárcel clásica de siempre, estaba empapada y olía fatal, llegó la canción que, a mi parecer, guarda entre sus estrofas, la frase, esa frase que resume todo lo que es o debe ser el espíritu del Rock´n´Roll… cuando suena la introducción de “Bestia bestia” sabes que ha llegado el momento de soltar a gritos aquello de “nada más llegar has insultado al matón, ¡bestia, bestia!”. Con ello se acababan esas 30 canciones en menos de hora y media. Todos sabíamos que Ilegales no se iban a marchar sin un bis (“tenemos tiempo para dos canciones, así que tocaremos cuatro” decía Jorge, emulando al Señor Lobo pero a la inversa), que inició “Los chicos desconfían”. “Hombre solitario”, “Problema sexual” y Jorge Martínez nos impartió la Bendición Ilegal antes de que sonara el último tema, un icónico “Destruye”. Y todos los que estuvimos presentes en el espectacular concierto lo tenemos claro, no es que Ilegales guste, en Ilegales se milita.
Texto: Michel Ramone
Fotos: Dena Flows