A sus 52 años, Bill Callahan ha decidido tomarse un descanso. Son ya cinco años desde que el hombre que encabezó Smog y luego publicó varios discos en solitario editase su último álbum, Dream River; desde entonces ha seguido dando algún que otro concierto ocasional, ha decidido centrarse en su reciente paternidad y en disfrutar de la vida, algo que dice está viviendo ahora como nunca antes. Por eso este álbum grabado a finales de 2017 en Third Man Records, Nashville, es una oportunidad de recordar su grave voz y el embrujo que produce al cruzarse con la profundidad de los arpegios y notas que extrae de sus guitarras, aquí a cargo de Matt Kinsey y él mismo, los dos únicos músicos que pisaron el escenario aquella noche. El repertorio está únicamente centrado en sus tres últimos álbumes —además del citado, Sometimes I Wish We Were an Eagle (2009) y Apocalypse (2011)—, con seis temas entre los cinco y los diez minutos, perfectos para esos desarrollos largos que tan bien construyen. No alcanza el nivel de su anterior directo, Rough Travel for a Rare Thing (2010), pero sirve para seguir manteniendo bien presente su memoria a través de su rotunda autoridad sobre las tablas.
XAVIER VALIÑO