Fue en un Primavera Sound, cuando todavía se celebraba en Poble Espanyol. De hecho, seguramente fue la última vez que se celebró allí. Por aquel entonces había una carpa en que tocaban artistas con un perfil más íntimo, más crudo. Por ahí andaba, sin ir más lejos, un Michael Gira que se presentaba bajo el alias de Angels Of Light. Y sin llamar mucho la atención, pasando casi de tapadillo, Robert Fisher con Willard Grant Conspiracy. Como sucedía con The Walkabouts, ellos eran banda casi de culto a pesar de estar aún activos. Formaban parte del plantel de Glitterhouse, y como premio a los fieles que les seguían, publicaban discos especiales que se pedían y conseguían solo a través de su catálogo. Al acabar su concierto (espléndido), Robert Fisher se puso a un lado del escenario con una caja de cartón vendiendo esos álbumes. Yo le compré los dos que llevaba. Me ahorraba los gastos de envío y el papeleo, y además me los ofrecía él en persona. Era una persona entrañable con un punto de misterio que se reflejaba en su música, una especie de folk con pinceladas góticas que pisaba de cerca a dos Nick, a Drake y a Cave. Su muerte hace un año nos cogió por sorpresa, con el paso cambiado. Sin ir más lejos, grababa el disco que se masterizó hace poco para publicarlo ahora. No es distinto al resto de sus discos, con voz reverencial y acústicas ásperas, pero este tiene el valor añadido de las circunstancias, el de su enfermedad. Untethered es un testamento justo, adecuado, valiente. Es lo menos que merece un legado que no conviene olvidar.
TONI CASTARNADO
