Con dos cojones y un flequillo super-glue, Anton Newcombe titula su último disco Something Else. Creo que los Kinks tenían un disco que se llamaba igual, ¿pero qué coño importa eso cuando el álbum lo firma con su pirolo el mismísimo rey padre de la psicodelia decrépita? Los Brian Jonestown de 2018 se hacen carne a través de Newcombe, su perenne panderetero y una suerte de becarios con cara de beber smoothies en el escaparate de la sanfranciscana City Lights. Bajo esta amalgama, el sumo sacerdote reconduce su proyecto hacia aquellos primeros trabajos en los que la juventud sudaba por sus huesitos y él jugaba al chiste del genio maldito. El retorno es acertado y el disco suena como uno imagina que suena el corazón de su compositor: una banda sonora celestial en la que después de una sobredosis de jarabe se puede vislumbrar a ángeles comiendo tripis mientras alcanzan la trascendencia entre chutas celestiales. El esfuerzo es honesto y esta psicodelia de tres acordes y melodías tan indolentes como perfectas es lo que mejor sabe hacer el alcalde de Jonestown. Volverle a oír da gustito, coloca, aunque este disco no sea más que un cunnilingus para su audiencia y no supere a ninguno de sus clásicos. Saca la keta y enamorémonos.
RAFA SUÑÉN
