‘’Normalmente toco todos los instrumentos en mis discos —consecuencia de no tener amigos— pero los sociópatas no pueden medir su potencial sin gente a la que proyectar sus agravios y este disco es un maldito sociópata. Así que invité a mis amigos a la fiesta que quería oír. No es un disco en vivo, sino un disco vivo’’. Nada mejor que las palabras de una de las musas del rock alternativo de los noventa para definir el que es su décimo disco de estudio, un furioso y dual artefacto sonoro cargado de melodías noventeras y furia uterina, teñido de una distópica concepción de la realidad a la que se remite su autora. Ya en su avance, la efervescente «Lax» que abre el disco, podíamos comprobar que la intensidad de las composiciones de Kristin Hersh no ha bajado ni un simple decibelio y que a lo largo de los años y a pesar de las dificultades sigue siendo capaz de proyectar sus demonios y neuras en unas melodías brillantes como un rayo de sol y oscuras como la noche. Esta dualidad se mantiene en todo el plástico y cortes como «No Shade in Shadow», «Loudmouth» o «Breathe In» nos muestran a una artista compleja e inspirada que es capaz de transportarnos dos décadas atrás a través de unas canciones cargadas de las luces y sombras que habitan en su mente.
RUBEN GARCIA TORRAS
