El orgullo de sentirse americano a pesar de las dificultades que Will Hoge mostraba en Small Town Dreams (2015) parece haberse convertido, tres años después y Trump mediante, en puro hartazgo. Entonces enarbolaba con satisfacción la bandera del sueño americano, una bandera de la que ahora reniega para erigirse en apocalíptico portavoz de todo lo malo que está pasando en su país.
No solo en la era Trump, seamos sinceros, muchos de los problemas vienen de lejos (valiente el ataque a la NRA en «Thoughts and prayers») aunque el presidente del pelo imposible esté siendo un filón para los compositores del rock en estos casi dos años de mandato. El envoltorio sonoro no ha cambiado demasiado respecto a su anterior trabajo, seguimos subidos en la misma ola de rock americano que entonces se podía surfear y ahora se ha convertido en un estruendoso tsunami. Hay, eso sí, menos medios tiempos y más rock afilado, furioso y potente. No es para menos con la estopa que reparte a diestro y siniestro sin dejarse a nadie. Tanto si habla de las maldades del capitalismo, de un viejo circo del siglo XIX («Oh Mr Barnum»), de historias de la frontera («The illegal line») o de una vieja amiga a la que no ve hace tiempo («Nikki’s a republican now»), queda meridianamente claro que Will Hoge ha hecho el disco que uno, viendo la que está cayendo por aquellos parajes, hubiese esperado – todavía está a tiempo – de Bruce Springsteen si tuviese treinta años menos o no estuviera demasiado ocupado haciendo caja en Broadway.
Texto: Fidel Oltra
