Quienes dejaron de confiar en Tony Joe White deberían darle una segunda oportunidad y volver a las arenas movedizas. Desde que, en 2013, fichó para Yep Roc, el rey del pantano no ha sacado un mal disco y Bad Mouthin’ no hace sino reconfirmar lo que ya intuíamos con Hoodoo y, sobretodo, con Rain Crow: que está en racha, que se entiende de maravilla con su nueva sección rítmica y que, pese al deterioro de su voz, todavía es capaz de estremecernos con solo un susurro. Grabado en el establo que tiene en su propiedad, este su vigésimo trabajo consta de doce cortes de boogie crudo y primitivo. Cinco son remakes de canciones que escribió siendo un chaval, cuando se pateaba los garitos de Texas y Louisiana. Seis son clásicos de Charley Patton, Jimmy Red y otros titanes del blues. Ambas cosas funcionan. Los temas propios, con nota para el corte titular y la lánguida «Sundown Blues», demuestran todo el potencial que ya atesoraba el joven antes de convertirse en un compositor de éxito. Las versiones te transportan a una época ya casi extinguida en la que los bluesmen se defendían sin más aparatos que una guitarra y una armónica. Todas las relecturas tienen su jugo, pero si hay que destacar una me quedo con «Boom Boom» de John Lee Hooker. El diálogo entre la Stratocaster hipnótica de White y la batería seca de Bryan Owings no tiene precio. No se lo bajen. Compren. El mejor disco de blues que van a escuchar este año no se roba.
JORDI PUJOL NADAL
