Último capítulo del plan de Mute para poner en circulación la obra editada por los neoyorquinos durante su primera encarnación como renegados de la no wave. Lanzado en dos magníficos formatos —cuádruple LP en caja de edición limitada y CD digipack resideñado para la ocasión—, el lanzamiento al unísono del inabarcable Soundtracks for the Blind —último álbum de Swans antes de su primera disolución en 1996— y el EP Die Tür Ist Zu —apéndice enfocado para la audiencia alemana que combina grabaciones de estudio y directo— se antoja, más que una reedición al uso, una declaración de intenciones: los de Michael Gira, como célula creativa en constante evolución, cumplen con su ciclo vital como cualquier organismo vivo, madurando hasta alcanzar la plenitud para luego replegarse en su capullo a la espera de la siguiente metamorfosis. Y este disco es la perfecta recapitulación del fin de una época y el comienzo de otra, esa que recientemente volvió a entrar en estado de letargo. “Este álbum incluye todas las ideas de los primeros quince años de trabajo de Swans. Hay algunas grabaciones contemporáneas de la banda tal como fuimos durante el 96 y el 97, con Larry Mullins, Jarboe, Vudi, Joe Goldring y yo mismo”, comenta Gira. “Pero también incluye una gran cantidad de grabaciones que Jarboe y yo recopilamos a lo largo de los años. Es una colección de material reensamblado, mutilado y en muchos casos reescrito para crear nuevas piezas musicales”. El ladrillo, magnífica inmersión en el lado más experimental y cinematográfico de la banda, es un auténtico viaje iniciático por el lago de petróleo de los Cisnes, una mezcla de ambient, dark-folk y after-punk étnico de tinte pastoral que solo admite la escucha ininterrumpida de sus 26 cortes (33 si le sumamos los extras del EP adjunto). Bello, complejo y doloroso combinado, como la muerte de una banda antes de una nueva reinvención.
EMILIO R. CASCAJOSA
