De los muchos tics, musicales y escénicos, que maneja el imparable Henri sobresale su asimilación de las maneras de ese salvaje e incomprendido rocker que fue Vince Taylor, repudiado en su país e instalado en Francia donde encontró cobijo.
Las piernas flexionadas, sin taburete en el que sentarse ni un segundo para aporrear el piano, la camisa hecha una sopa desde la primera canción, el teclista gabacho es todo visceralidad, nada extraño que hay sido reclutado por Jim Jones para su tropa. Esta noche se nos presenta hecho una furia en formato trío, acompañado por bajo y batería que le echaran una mano para dejar la sala patas arribas, demostrando por enésima vez que no hay mejor antidepresivo que una buena ración de rock and roll en estado crudo. No se limita Henri a trasmitir el mensaje de los pioneros, dotando a su música de variados matices que hacen que la hora y media de bolo vuele a la velocidad de un Mirage F1; evidente resulta que Herbert debe a Esquirita, Little Richard y Jerry Lee buena parte de su aprendizaje musical, pero lustra a sus composiciones de una riqueza pianística que le emparenta con grandes criollos como Huey Piano Smith o Professor Longhair, acelerando la máquina al máximo cuando rinde tributo a MC5. Se queda corta la escala Richter para medir la intensidad de la despedida con Shake Rattle And Roll.
Texto: Manuel Borrero
Foto: David Moya
