Encuentros

Gatoperro, «las canciones son lo que debería ser la vida»

Pocas cosas suscitan más emoción para un artista que ponerse una máscara. Esa máscara no sólo nos permite usar una personalidad distinta e interpretar el mundo de otra manera, sino también refugiarnos del dolor del día a día. Cuando escucho las canciones de Gatoperro, me sorprende que David Llosa sea el dandy decadente, el creador de mundos ficticios fascinado por Norteamérica, los forajidos y las novelas de Sam Shepard como punto de partida, y Gatoperro, el personaje, el ser terrenal, el hombre de a pie, el ciudadano medio que no tiene esos quince minutos de gloria de los que hablaba Warhol. Con Cowboys (2017), Gatoperro dejó la impronta del folclore norteamericano, las historias de forajidos y su amor a la soledad, patrón que se repite en su nuevo álbum: Ríen los dioses. Charlamos con él no sólo para hablar de su reciente trabajo, sino también del negocio musical, el proceso creativo, los complejos del rock español, la fragilidad del hombre, y lo más importante: su relación con la música.

David Llosa es el bohemio y Gatoperro el artista. Suele ser al revés. ¿Por qué?

Gatoperro es más atractivo que David Llosa porque, lógicamente es un personaje. No envejece, no enferma y todo lo que le rodea es más brillante, más emocionante, que lo que me pasa a mí, que no me pasa casi nada. “Él” fuma y yo toso; yo hago el trabajo y “él” se lleva los aplausos.

Me sorprende que hayas lanzado dos discos en dos años. Tú eres un músico que suele reposar muy bien los discos y el concepto de las canciones. ¿A qué se debe?

Es verdad. Son varios factores. Primero el lapso temporal entre mis discos anteriores no siempre ha obedecido al proceso de idearlos, sino más bien a limitaciones logísticas, en ocasiones, y a digresiones vitales en otras. Segundo: existía una necesidad de tener a la banda funcionando, como no salían conciertos, pensé en grabar un disco y al sello le pareció bien. Y por último porque después de Cowboys me quedé con la sensación de que se me había ido la mano, que era un disco demasiado cerebral, demasiado trabajado, y un poco por reacción sentía la necesidad de lanzarme a componer y grabar de una manera más espontánea, más instintiva.

Quería llegar al estudio con ganas de cantar las canciones. Que fueran canciones nuevas y divertidas de tocar para la banda. Así que me puse a escribir material nuevo e iba llevando las canciones al estudio y, según las iba terminando, se las enseñaba a la banda con una guitarra y las grabábamos. Su “primera vez” era casi siempre “mi primera vez”, también, quería ir sin demasiadas ideas preconcebidas, un poco al contrario de Cowboys, que trabajé muchísimo en las maquetas y en preproducción con Josu García.

Cowboys fue tu disco menos eléctrico, en cambio, ahora Ríen los dioses, sí es más eléctrico. ¿Necesitabas cambiar o fue algo improvisado?

Buena pregunta. Yo tenía una idea de cómo iba a sonar el disco, porque sencillamente suena como suena esta banda en directo: sin añadidos, sin demasiada producción, visceral y directa. Al escuchar algunos conciertos de la gira anterior, me pareció que ése era el sonido que tenía que tener el disco. Además, no hay invitados, ni más músicos que los cinco que formamos la banda, tampoco productor, ni técnico, y con esas premisas ya estábamos acotando mucho cómo iba a ser el resultado final.

Aun así, en ocasiones sí que nos sorprendimos, afortunadamente para bien, de algunas de las canciones que grabamos. Así que supongo que hay un componente de premeditación y un ancho margen de improvisación.

En la canción «Ríen los dioses» cantas lo siguiente: “Las canciones nos salvan, pero la fe nos condena”. ¿De qué te ha salvado escribir canciones y a qué le tienes fe como compositor?

Las canciones nos salvan de todo lo demás, porque son lo que debería ser la vida. La fe que nos condena es la esperanza de que las cosas van a mejorar cuando, normalmente, a largo plazo, naturalmente, empeoran.

En alguna ocasión has comentado que llevas haciendo las mismas tres o cuatro canciones veinte años. ¿Alguna vez te has sentido hastiado de la música que estás haciendo?

No, claro, para nada. Lo importante es hacerlas cada vez mejor. Y además creo que exageré y son más de tres o cuatro [Risas].

No sé si has leído a Sam Shepard, pero tus canciones me recuerdan mucho a sus novelas: carretera, alcohol y un culto a la soledad. Hay mucho de soledad en Gatoperro, ¿no crees? Ya la percibí en Cowboys y la vuelvo a percibir en tu nuevo disco.

Sí, me gusta Sam Shepard, aunque para ser honesto tengo pendiente gran parte de su obra. Durante la grabación estaba leyendo entre otras cosas el libro que escribió sobre la Rolling Thunder Revue, muy divertido. En cuanto a la soledad, no creo que sea un tema central del disco, aunque sí que pueda ser verdad que tengo una querencia por los personajes solitarios. Pero se trata en cualquier caso de una soledad elegida, no sobrevenida, o como mínimo aceptada.

Creo que el disco gira más en torno a la incomunicación, la falta de permanencia de todas las cosas, la fragilidad del ser humano. También es mi disco con más canciones “románticas” por decirlo de alguna manera, que escasean en discos anteriores. El otro día me dijo un amigo que la palabra que más se repetía en el disco es “futuro”. Creo que en ese sentido es un disco que mira hacia delante, aunque sea con un pesimismo luminoso, o con un optimismo un tanto tenebroso.

¿Es complicado que en un disco coexistan la ficción y lo personal? ¿Hasta qué punto supera la ficción a la realidad en tus canciones?

Yo creo que la coexistencia es lo natural. A mí como escritor de canciones me satisface más escribir las que tienen más de ficción, de imaginación, porque requieren más oficio. Pero me gusta más cantar las otras.

Siempre te suelen sacar muchos parecidos musicales con Calamaro y con Los Rodríguez, pero te veo más como un José Alfredo con guitarra eléctrica.

¡José Alfredo con guitarra eléctrica! Por favor, ¡titúlalo así! [Risas]. Hablando en serio, ese traje me queda grande, pero al mismo tiempo te agradezco y me encanta que me lo digas, qué demonios. El traje de Calamaro también me queda grande, porque es otro músico y compositor de dimensiones transatlánticas, así que bueno, ¡compárenme, criticones! Con comparaciones como esas, uno no puede enfadarse.

Tu rock es muy mediterráneo. ¿Por qué crees que en España miramos demasiado hacia el mundo anglosajón y poco hacia el latino? ¿Prejuicios? ¿Complejo de inferioridad?

Es que por alguna razón la etiqueta de “Latino” ha quedado para un tipo de música muy concreta, la que se hace en Miami, música de discoteca para bailar. El rock no se asocia con lo latino, a pesar de que desde los sesenta hay gran rock escrito en nuestra lengua. Ahí nos han metido un gol. Tal vez el complejo lo tengan los anglosajones. Además, todo esto les viene muy bien, no hay que subestimar el poder de la maquinaria británico-americana y angloparlante que es muy poderosa y son muy buenos vendiéndonos lo suyo (y nosotros muy malos reivindicando, cuidando y vendiendo lo nuestro, es verdad). Pero no creo que debamos flagelarnos demasiado por esto. Me parece que el oyente inteligente sabe coger lo bueno de los dos mundos. No creo que sea incompatible escuchar a Sabina y a Dylan, a Robert Johnson y a Camarón, a Creedence y a los Fabulosos Cadillacs o a Rory Gallagher y a Extremoduro, etc. Y como yo, creo, mucha gente

Eres un artista bastante crítico con la prensa, promotores y festivales. ¿A qué crees que se debe que el negocio de la música sea tan opaco?

Bueno, cualquiera que lea un periódico sabe que en este país no solo el negocio de la música es opaco. Sobre la prensa musical no puedo decir nada malo. Puedo estar más o menos de acuerdo con la opinión de un medio, o intuir intereses espurios detrás de algunas publicaciones o artículos, pero en general, me parece una profesión heroica y admirable, tal como están las cosas, y consumo prensa y sigo con mucho interés lo que escriben determinados medios y periodistas como Julio Valdeón, Luis Boullosa, Víctor Lenore y otros, independientemente de que esté de acuerdo con su criterio, por el puro placer de leer buena literatura musical.

Los festivales para tocar hasta ahora no me llaman y como público, la mayoría no me interesan demasiado. Me parece que la música se ha convertido en el decorado de otra cosa. Para pegarme una fiesta conozco sitios mejores. Y el de los promotores es un mundo que no conozco a fondo. Pero si alguien arriesga su dinero para organizar un concierto, tener una sala y demás, no puedo hacer otra cosa que desearle la mejor de las suertes.

Gracias por esta entrevista tan interesante y profesional. Un saludo afectuoso. GP

 

Texto: Alejandro Zambudio

Fotos: Leo Cobo

 

 

 

 

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